Mientras PuigNerón toca la lira

Mientras PuigNerón toca la lira

Al tiempo que Mariano Rajoy ultimaba la jugada política que devolverá el orden constitucional a Cataluña con escrupuloso respeto a la paz social y a todos los catalanes, Puigdemont festejaba su demencia política decretando la Declaración Unilateral de Independencia (DUI). Al igual que Nerón tocaba la lira mientras Roma se quemaba, Puigdemont cantaba al son de los acordes de Els Segadors a sabiendas de que esa DUI recién inaugurada es garantía absoluta de una ruina total, presente y futura, para todos sus conciudadanos. La irresponsabilidad de PuigNerón le ha hecho celebrar este 27 de octubre como un día memorable, cuando en realidad sólo estaba certificando el principio del fin de su trayectoria política con un golpe de Estado que lo emparenta para siempre con Antonio Tejero en el purgatorio de nuestros golpistas históricos. 

Puigdemont y sus acólitos han provocado la huida masiva de empresas y capitales de Cataluña y la ha dejado contra las cuerdas a nivel político, económico y social. Amén, claro está, de poner en grave riesgo la recuperación económica de toda España, ya que esta crisis se dejará notar, y mucho, en nuestro balance de crecimiento de aquí a finales de año. No obstante, y a pesar del desastre, el president ha propiciado, imbuido en su delirio gobernante, que 19.000 personas hayan llenado la plaza de Sant Jaume para celebrar su flagrante ilegalidad. Con la ayuda de sus gabinetes propagandísticos —ANC y Òmnium de los encarcelados por sedición Jordi Sánchez y Jordi Cuixart— han montado una fiesta a base de música tradicional, castellers y otros elementos populares. 

PuigNerón ha conseguido lo que parecía imposible: convertir una región que hasta hace poco era santo y seña del vanguardismo internacional en un auténtico chiste. Camino del precipicio, por sus locuras y las locuras de su corte, a ritmo de folclore y con la altura política de un casteller que no logra levantar de la base. Eso y no otra cosa es el nacionalismo radical, la forma más empobrecedora de aniquilar un Estado. Justo lo que habría conseguido esta recua de golpistas de no haber sido por la intervención del Gobierno que, con un acuerdo fundamental con el resto de grandes fuerzas constitucionalistas, han devuelto la esperanza democrática a esa gran mayoría de catalanes que creen en la Constitución como norma básica de convivencia entre los españoles.

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