Rufián no es un político, es un rufián y un chulo

Rufián no es un político, es un rufián y un chulo

La Real Academia Española (RAE) define la palabra rufián como «persona sin honor, perversa, despreciable». El diputado de Esquerra Republicana de Cataluña con idéntico apellido parece empeñado en rendirle honores a dicho significado cada vez que comparece en el Congreso. Este martes, ha protagonizado otra desafortunada performance en la que ha despreciado a los presentes tras exceder su tiempo de intervención y permanecer ante el micrófono con actitud desafiante. Incluso la paciente Ana Pastor, presidenta del Cámara Baja, le ha tenido que pedir que dejara la tribuna de oradores. El objetivo del discurso era defender a ‘los Jordis’, encarcelados por sedición. No obstante, lejos de aportar argumentos —inanes en cualquier caso frente a la legalidad vigente— tan sólo ha proferido ataques, que es una manera de reivindicar que emparenta con los modos exacerbados que la CUP reclama en las calles de Cataluña para frenar el mandato constitucional del artículo 155. Pura «libertad» democrática. 

De tanto repetir las mismas apariciones sobreactuadas y teatrales en el hemiciclo, el personaje Gabriel Rufián se ha comido al Gabriel Rufián persona y, si alguna vez la tuvo, su credibilidad es hoy la de un esperpento. Parece salido de una obra de Valle Inclán, Eugène Ionesco o Samuel Beckett. Un absurdo. De ocurrente a cansino hay sólo un paso. De mordaz a ofensivo, lo mismo. De divertido a frívolo, igual… y él los ha dado todos hasta convertirse en un mero agitador populista carente de mensaje. Demasiado corto de ideas y soluciones y muy largo de insultos y afrentas. Basta recordar sus maneras tabernarias cuando llamó «miserable» al ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. Rufián es un falso mesías que predica el mismo sinsentido que profesan el resto de independentistas en Cataluña. Sin embargo, ya le gustaría parecerse en algo a Joan Tardá que, aunque profundamente separatista, es un nombre educado y poseedor de un alto nivel intelectual. 

En definitiva, un aprendiz de showman que hace un máster de actuación en la sede de la soberanía nacional a costa del erario público. Este ¿político? debería proceder con un mínimo de respeto tanto por los votantes que representa como por aquellos contribuyentes que le pagan el sueldo vía impuestos. Más si cabe dado el contexto en el que nos encontramos. La inmensa mayoría de los catalanes vive temerosa ante el precipicio económico, social y político que ha creado su propio partido. Los ciudadanos están cansados de fuegos fatuos y quieren soluciones concretas a una crisis golpista que puede sumir Cataluña en la ruina. De ahí que su señoría Rufián deba dejar de una vez sus ripios malabares con las palabras y atender a la legalidad vigente. Eso sí sería lo mejor para esos catalanes que tanto dice defender pero por los que hace tan poco.

Lo último en Opinión

Últimas noticias