Habla de presos políticos un carcelero

Habla de presos políticos un carcelero

La demagogia es un virus letal para la política. Escribió Aristóteles que «la turbulencia de los demagogos derriba los gobiernos democráticos». De acabar con las libertades y derribar principios esenciales sabe mucho Nicolás Maduro, que ha hecho de Venezuela un gran presidio donde pensar por uno mismo y discrepar del régimen tiene aparejado el riesgo de cárcel, cuando no de muerte. Por todo ello resulta cuanto menos obsceno que el dictador bolivariano acuse al Gobierno de España de tener presos políticos. Un país donde, a diferencia de la Venezuela actual, el Estado de Derecho es una garantía. Especialmente, además, cuando él mantiene a más de 500 presos políticos entre rejas.

Ahí está el caso paradigmático de Leopoldo López, quien pasó tres años en la cárcel por la única razón de liderar una alternativa política totalmente legal. A pesar de salir del penal de Ramo Verde, aún sigue en arresto domiciliario. Ejemplo de que un carcelero está incapacitado para dar lecciones de libertad por mucho que su dotación para la osadía, el invento y la mentira supere con mucho el nulo talento que exhibe para la política. Las acusaciones de Maduro contra el Ejecutivo se centran en Jordi Sánchez y Jordi Cuixart y, por lo tanto, carecen de sentido. Ambos sediciosos alentaron, dirigieron y ejecutaron la trama civil en el golpe de Estado catalán y trataron de utilizar a los radicales para subvertir el orden constitucional. Por lo tanto, duermen con justicia en Soto del Real. El sátrapa venezolano pretende desestabilizar España espoleando el discurso falaz de los golpistas, que a su vez tratan de hacer del victimismo la carta de presentación ante la comunidad internacional.

Un recurso que no les va a servir de nada porque, como ha dicho el propio presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani: «Cualquier acción contra la Constitución es una acción contra la UE». Lamentablemente, Maduro no está solo en sus dislates y, cómo no, ha encontrado apoyo en su sucursal española: Podemos. Con Pablo Iglesias a la cabeza, el grupo parlamentario de los morados no tuvo ningún reparo en anticipar las palabras de su dictador de cabecera pidiendo «libertad para los presos políticos» de ANC y Òmnium Cultural. Lamentable actuación de un partido incapaz de condenar las atrocidades que ocurren en Venezuela pero que, sin embargo, apoya sin ambages a todos aquéllos que pongan en solfa la unidad de España y el respeto a la Constitución: Arnaldo Otegi, el propio Maduro o, ahora por último, los líderes del independentismo catalán. He ahí sus referentes ideológicos.

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