Un relato de excepción

Un relato de excepción

El relato es el ropaje ideológico y emocional con el que un gobierno o un partido político revisten sus actuaciones. En la batalla Generalitat-Gobierno, mientras unos han equipado sus reservas retóricas de combustible suficiente, la contraparte pasea desnuda pidiendo que le vistan de Armani cuando en realidad la percepción es que cubren su cuerpo de harapos malolientes. En Moncloa saben desde hace tiempo que ganar el escenario futuro parte de recuperar la iniciativa sobre una narrativa que empieza por no reconocer el marco retórico de la contraparte; por falsario, inexacto y manipulador. La Generalitat ha trabajado la propaganda social con un tino soberbio, donde ha combinado el agit-prop institucional con las prácticas borrokas callejeras exportadas de sus aliados vascongados.

Porque el nacionalismo catalán siempre ha tenido quien le agite pero no quien le rebata. Las imágenes de miles de jóvenes radicalizados parando clases, profiriendo gritos e insultos contra todo lo que huele a España, confirma el fracaso de los diferentes gobiernos de España desde la Transición. En estos días estamos viendo el resultado de la inacción educativa en Cataluña por parte del Estado, las consecuencias de tanta desidia incompetente, de vender España a cambio de la Moncloa. Es momento de que el Gobierno de Rajoy articule un relato que desmonte la mentira que desde la Generalitat lanzan sobre su supuesta actuación desmesurada e ilegal. No aceptar su proyección freudiana. Los violentos políticos que azuzaron la violencia social tienen caras, nombres y apellidos: Puigdemont, Junqueras y Anna Gabriel, la tríada de la muerte.

Un relato que defina a Puigdemont como un subordinado del Estado que se salta las leyes y manipula a la población catalana en su beneficio, sin admitir mediación internacional ninguna porque Cataluña ni está oprimida, ni está ocupada, ni se violan derechos humanos. Un relato que explique a la opinión pública que todo Estado actúa así en defensa de la legalidad y del ordenamiento jurídico e institucional. Como hizo la propia Generalitat azuzando a los Mossos contra la población —catalana— cuando ésta se manifestó años atrás en protesta por los recortes sociales y económicos del ahora gurú espiritual Mas. Un relato que desmonte la mentira nacional-populista de que el domingo 1 de octubre votaron y se manifestaron los catalanes. Sólo acudió a votar un 37% del censo. La minoría. Donde no hubo además ni controles ni rigor. Personas que votaron hasta cuatro veces, otros que votaron con carnets falsos, niños depositando papeletas. Y aun así, falsearon los datos, cuyo total es, curiosamente, la cifra de votos que obtuvieron Junts pel Sí y la Cup las pasadas elecciones autonómicas.

Un relato que diga que una DUI es la vía extrema e ilegal que ningún Estado permitiría fuera de todo cauce lógico y que no deja más espacio que aplicar el artículo 155 de la Constitución, gracias al mandato que juraron o prometieron cumplir presidente y ministros, pero también diputados. Un relato que no busque tanto seducir como explicar que los verdaderos indefensos en Cataluña son la mayoría de catalanes que quiere seguir siendo españoles, que pasean con miedo sus sentimientos, que esconden su posición por la violenta reacción de los que se presentan al mundo como hombres y mujeres de paz cuando son la encarnación de la violencia costumbrista. Un relato que no sea equidistante. Que no se admita el papel de mártir de Puigdemont y compañía. Un relato que no admita sus falacias y mentiras. Un relato que haga saber a la comunidad internacional que los buenos siempre están con la ley y la libertad y los malos con la vulneración de ambas. Un relato sólido e inteligente que hable de la Cataluña rica gracias al Estado, de la libertad de expresión que tienen todos los catalanes (hasta para llamar dictadura a España), de la mentira de la opresión que sufren. Un relato, en suma, que retrate a esa Trinidad del Mal que son Puigdemont, Junqueras y Anna Gabriel como lo que son: Radicales y violentos dispuestos a todo. Nada de pacíficos gobernantes.

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