Referéndum zarzuelero

Referéndum zarzuelero

Los maestros compositores Chapí, Luna, Soutullo y algunos otros estarían contentos de vivir en estos días los episodios independentistas en Cataluña. Lo vivido el 1 de octubre parece ideal para el libreto de una zarzuela romántica y surrealista, con su final trágico. Romántica porque hay que echarle mucha cara al asunto para convocar un referéndum en afrenta al viento y la marea del Tribunal Constitucional que declaró ilegal la ley que lo convocaba. Organizar semejante despropósito de disponer para los votantes unas urnas previamente llenas de votos; y conseguir que la gente votara en la calle sin ningún orden ni control; y que los vecinos pudieran votar decenas de veces, más un pintoresco conteo a mano de los “votos”, sin jurados, ni testigos, ni capacidad tecnológica para entregar resultados confiables y con un récord milagroso en la entrega de resultados: “91% a favor”. Pero, ¿ y el resto de la aritmética, suma una burlona cifra de 100.88%? No me dan los números. Romántica porque los partidos independentistas tenían a sus militantes preparados y pertrechados en los supuestos “colegios electorales” para responder a cualquier presencia del Estado español, como si de un golpe militar se tratase.

Romántica porque los encargados autonómicos de defender el orden público, los Mossos de escuadra, lloraban —eso sí portando sus armas—, al ver cómo el trabajo que les habían encomendado los administradores de la justicia española no lo podían realizar sin quedar mal con los vecinos de su barrio. Romántica porque tras decenas de años insuflando proclamas independentistas, la gente en su gran mayoría desinformada y de buena fe fue a depositar lo que físicamente era una papeleta de voto, pero que no tendría ningún efecto ni reglas que la avalaran dentro del sistema democrático. Romántica porque desde el comienzo de este descalabro independentista, sus líderes parecen con mas ganas de salir en Gran Hermano que de poner en orden las ideas, y privilegiar el y diálogo tal y  como les han estado aconsejado, por meses,  importantes líderes europeos. Surrealista porque los medios de comunicación españoles, conocedores de las advertencias legales que reiteradamente les han hecho las instituciones jurídicas del Estado, han ido cayendo en la trampa de la desinformación y la empatía de los pobres catalanes oprimidos generando un desbalance de la información.

Surrealista la reacción de los medios internacionales que sin saber nada de lo que estaba pasando, divulgaban noticias o fotos falsas,  o simplemente medias verdades pensando en el admirable seny catalán, que nada tiene que ver con estos despropósitos. Surrealista la ambigüedad de algunos partidos políticos, que aprovechando la situación de debilidad del Gobierno, tratan de pescar en “río revuelto” con el consiguiente daño irreparable a la democracia española. Surrealista la utilización de personas de la vida pública, para tomar partido a favor o en contra del proceso de independencia, dividiendo aún más a la población española en la perplejidad sobre lo que declaran sus ídolos de la música, la cultura o el deporte. Surrealista las medias verdades sobre la actuación de las fuerzas de seguridad del Estado, que como siempre emplean los mismos métodos, ya sea para disolver una manifestación sindical o una revuelta deportiva. ¿Será que en Francia, Alemania o Bélgica sus fuerzas del orden público no han actuado con esa contundencia en los últimos años?

Surrealista la desproporción informativa sobre la cantidad de asistentes a las manifestaciones a favor o en contra de la independencia después de todos estos años de probar con la más sofisticada tecnología que pilla la mentira de los interesados. ¿Alguien les come el cuento sobre el número de “millones” de asistentes a las mismas? Como toda buena Zarzuela el desenlace casi siempre es fatalista. Y ojalá en este caso se imponga el sentido común y el dialogo. El sentido común en la Generalitat de Cataluña, para que deje de huir hacia adelante, se ponga bajo el paraguas constitucional español y busque salidas negociadas a sus demandas políticas, que de ser razonables serán de seguro aceptadas. Y por supuesto al Gobierno central, que no por tener la ley de su parte se puede esconder bajo el ala y dejar que las cosas se resuelvan por si solas. Desgraciadamente, la falta de dialogo y de compromiso hacen que muchas veces gobiernos bien intencionados terminen en el peor de los escenarios democráticos. Las zarzuelas terminan con la emoción del público que se conmueve con la música y la historia. Esperemos que la música del Gobierno esté acorde con el difícil libreto del gobierno catalán y así podamos aplaudir una salida favorable para los intereses de todos los ciudadanos españoles.

*Por su interés, reproducimos el artículo publicado en el diario colombiano ‘Confidencial Colombia’. 

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