Puigdemont, las mentiras de un bufón

Puigdemont, las mentiras de un bufón

Serio sería ponerlo en boca del centinela Marcelo frente el príncipe Hamlet, en el palacio real de Elsingor. Prefiero hacerlo a través de los divertidos dibujos de los Simpson, cuando Skinner, déspota del orden, chilla que: “Algo huele a podrido en Dinamarca”. En efecto, la inauguración de la embajada catalufa en dicho país ha resultado un choteo de dimensiones mayúsculas. La expansión diplomática de la fregona Puigdemont, con su excelentísima embajadora, Francesca, la hermana mediocre de Pep Guardiola, liderando tamaño dislate, es para partirse de risa. De ahí que opte por los dibujos animados.

Al danés le importa un rábano el numerito circense de los castellets, castellers y la siempre amena y apasionante sardana. Los daneses, en esto, se parecen bastante a los españoles. El pelele de Puigdemont y su embajadora de quita y pon, tendrían que haberse ilustrado antes de montar un sórdido happening en una capital vikinga, donde priva el desfase. Está visto que la última imbecilidad que ha escenificado el president del procés sintoniza con las múltiples mentiras que se saca de la manga el zafio gachó para desprestigiar a Cataluña, pues quien fue parido lerdo suele recaer en la estúpida tara.

No hay más triste bufón que el de la tragicomedia cuando apenas le queda un suspiro de vida política. El de la fregona por corona se encamina hacia su final luciendo la sonrisa del provinciano corrupto. La consigna de Puigdemont, Forn y los Mossos está más que clara: “Mentir hasta morir”. El bufón, tras inaugurar la inútil cancillería de Copenhague, sigue alucinando con sedes futuras en las Islas Feroe e inluso en la Conchinchina, donde tan necesitado anda el aborigen de aprender el muy eufónico idioma catalán que se expande a costa del erario español. Mentecato y soplapitos hasta la muerte.

Al fantoche sólo le pone el olor de las comisiones, saca provecho de cada turbio apaño que promueve y nunca le huele a podrido, aunque la peste embadurne a su tierra natal. La suyo es mentir, inventarse una embajadora catalana —con pasaporte español—, pues la elegida, de diplomacia, no sabe un bledo. Mentir, o negar que la CIA avisó a los Mossos que La Rambla estaba en el punto de mira yihadista para cometer un atentado en Barcelona. Zoido, duro y honesto ministro de Interior, habría de mandar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil a poner firmes a esos títeres de los Mossos y al bufón.

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