Maquillajes y desencuentros políticos

Maquillajes y desencuentros políticos

Desconocía que Emmanuel Macron se maquillaba y que lleva gastados unos cuantos miles de euros —bueno, más bien los gastan los franceses con cargo al presupuesto general— en tales menesteres desde que accediera a la presidencia de la República. Seguramente, usted me tildará de antiguo, de carroza, y seguro que tiene toda la razón del mundo. Hay cosas de Macron, en tanto presidente de Francia es, que no me acaban de cuadrar. Ésa es una de ellas. Que un político se gaste sus dineros, o lo que es peor, los de los contribuyentes en maquillaje es poco serio. Porque entonces sí que seguro que estamos hablando de maquillaje político o de política maquillada.

Lo curioso del caso es que, según leo, los anteriores presidentes de la república francesa también se han gastado sus buenos dineros —bueno, insisto, los de los contribuyentes— en cuidados personales de esa índole. No sé si exactamente serán gastos de peluquería o de maquillaje, pero me quedo sorprendido por el montante de las facturas en cuestión. Y eso me hace rebajar la ya de por sí baja confianza que tengo en la clase política. Creía que la nota pintoresca la daba Silvio Berlusconi, todo un personaje, con esos maquillajes que, supongo, él cree que le mantienen eternamente joven. Y si alguien me hubiera hablado de los gastos de un político en servicios de peluquería, automáticamente habría pensado en Donald Trump, de quien cuentan que cada mañana tiene un peluquero a su servicio para peinarle.

Pero mi especialidad no es, ni mucho menos, la del maquillaje ni tampoco la de la peluquería; en ambas facetas uno se encuentra a magníficos profesionales. Toda mi experiencia en maquillajes se la debo a la televisión y doy fe que los maquilladores y las maquilladoras son excelentes profesionales capaces de embellecer divinamente fealdades terrenales, con un despliegue de estética ejemplar. Eso lo aprendió bien Richard Nixon tras su debate televisado con John F. Kennedy con motivo de las elecciones presidenciales que les enfrentaron. En cuanto a peluquería, Raúl es el maestro a quien periódicamente confío mis cortes de pelo que arrancamos con el típico “como siempre”.

Macron maquillado

No diré que me haya decepcionado en el alma que Macron se maquille, aunque me ha impactado porque tal vez sea la viva muestra de que los políticos maquillan las cosas. Por lo menos, su cara. Macron ha estado viajando por Europa a título, creo, que de presidente francés. Digo esto porque cuando veo de qué ha hablado da la impresión de que lo haya hecho más como máximo responsable de la Unión Europea que no como líder francés. Macron, en su gira europea de estos días, ha visitado, al margen de Austria, cuatro países de los que aún denominamos del Este: Chequia, Eslovaquia, Rumanía y Bulgaria; y no ha puesto el pie en Polonia ni en Hungría.

No han levantado esas visitas del marido de Brigitte, una opinión muy favorable sobre el hombre de los dos anillos seguramente porque se ha metido en cuestiones internas de algunos países que todavía no están o no se sienten plenamente integrados en el mapa común europeo. Macron quiere restringir a un máximo de un año el derecho de trabajar en la Europa más rica, incluyendo por supuesto a Francia, de los ciudadanos procedentes del Este y del Sur de Europa. A esta iniciativa, le respondía Polonia que ellos no tienen la mínima intención de renunciar a esas ventajas que para sus ciudadanos y trabajadores comporta pertenecer a una Unión Europea que, en palabras de la jefa del Gobierno polaco, Beata Szydlo, es manifiestamente desigual en salarios, nivel de vida y prestaciones.

El desencuentro entre Macron y Polonia se agita cuando el marido de Brigitte suelta lo de que Polonia se ha colocado al margen de la historia, del presente y del futuro de Europa, añadiendo que viola valores y libertades y remachando que no decide el rumbo de Europa. Desde luego, si el viaje de Macron a los países del Este en teoría se inscribía en la más pura diplomacia, por lo que se ve debemos estar ante una posdiplomacia —ahora que lo de la posverdad arrasa— un tanto maquillada. La señora Szydlo, cómo no, respondía al joven Macron calificando sus palabras de arrogantes, aludiendo a su falta de experiencia y, como eufemismo de enviarlo a hacer puñetas, con aquello de que se ocupe de los asuntos internos de Francia en vez de despedazar la Unión Europea.

A los complejos problemas que tiene Europa actualmente, con el Brexit por un lado, la falta de liderazgo por otro, el auge de los nacionalismos en tercer lugar, las constantes amenazas terroristas a continuación, la falta de ímpetu económico después, los riesgos de desintegración luego y acto seguido la ausencia de unas cotas de empleo de calidad convincentes para que la ciudadanía confíe en el aún proyecto europeo, se abre ahora lo que se da en llamar la grieta oriental de la Unión Europea.

Crisis continental

Esas desavenencias entre Macron y la líder polaca invitan a reflexionar sobre la falta de armonía dentro de la Unión Europea, en la controvertida convivencia entre la economía globalizada y los nacionalismos de cada Estado, en que no contamos con un espíritu solidario y en advertir que esta Unión Europea, como decimos habitualmente, no es más que una mera amalgama de países que pocos nexos en común demuestran al margen de que a uno le caiga más o menos simpático tal o cual país. Lo de Fuenteovejuna, todos a una, por esta Europa nuestra, nada de nada. En la medida que no se concentren todos los esfuerzos para empujar a una Europa robusta y sólida, unida de verdad y con todos marcando el paso a los mismos acordes, la vis económica se resentirá y no tiraremos hacia delante.

No le falta razón, sin embargo, a Emmanuel Macron cuando afirma que Europa “se descompone a ojos vista porque no hay deseo ni ambición”. Posiblemente, Macron se haya arrogado en esa gira por países del Este un papel que no era el suyo, confundiendo esos mensajes recibidos en favor del europeísta Macron, tras imponerse en las presidenciales francesas soslayando con ello los miedos nacionalistas de Le Pen, con algo así como presidente in pectore de Europa, y tal vez haya que destacar sus buenos propósitos en pro de mejorar las cosas aunque la realidad se impone: le ha faltado una buena dosis de polvos de ese maquillaje que igual se dejó en el Elíseo.

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