Puigdemont a lo Lola Flores

Puigdemont a lo Lola Flores

“Si una peseta diera cada español, pero no a mí, adonde tienen que darla, quizá saldría de la deuda y después, no sé, me iría al estadio con todos los que han dado esa peseta o esas cien pesetas para tomar una copa con ellos y llorar de alegría…”. ¡Grande Lola de España! Hasta en el momento en el que se convirtió en Lola de Hacienda. Pero, cuando se pasa por encima de la ley, ironías y bromas las justas, tirando para ninguna. Porque los atropellos, por acción u omisión se pagan. Con el bolsillo y hasta con la cárcel.

Da igual la demagogia, el populismo, apelar a las mayorías o a naciones imaginadas, o intentar hacerlas cómplices de las fechorías propias esquivando la responsabilidad individual e intransferible. Pasa en la economía y en la política. Y en esas se halla el amigo Puigdemont. Con visos de concluir en aquella tragicómica actuación protagonizada por la artista y sus cuentas mal llevadas con ‘El Pescaílla’. El puro folclore de barretina y estelada con aires andorranos, de prevaricación dilatada y de malversación frenada en seco a última hora para susto y disgusto de las ya atolondradas y groguis hordas soberanistas. ¡Patético!

Se le nota en la mirada, en los gestos, en los tuits. Está en el aroma. El presidente de todos los catalanes —aunque ejerza apenas para gloria o ruina de los independentistas— ha pasado del desmelene al acojone. ¡Y a más de dos meses de la meta! Es lo que tiene no el hecho de ir por libre sino contracorriente, contra el mundo entero y contra el tenido por impasible Rajoy. Pero el gallego es el auténtico experto en guerras de desgaste. Desde hace treinta años. Es verdad. Mariano no es de liarse a martillazos o sartenazos contra el adversario. Ha tardado en ponerse las pilas, sí. Pero ahora les está aplicando a los rebeldes separatistas la técnica de la rana echada en agua hirviendo. En lugar de aplicar la máxima temperatura inicial provocando el salto del animal y su puesta a salvo, está subiendo grado a grado, sin prisa pero sin pausa. Y la rana va a terminar cocida. Es pura química. No le quedará fuerza cuando intente saltar del cazo. Al tiempo.

Porque si algo está acreditando el sucesor de Artur Mas no es sólo su falta de pericia táctica, su enanismo como estratega, su incapacidad para escuchar, su estrechez de miras… es que el cargo le queda grande, muy grande. Ciertamente aquellos nacionalistas que hicieron de liebres hace un par de años en este loco proceso lo echaron a los leones sin miramientos y desde entonces se han reservado asiento en la grada para disfrutar del espectáculo. Pero hemos de reconocer que, ni en el más extravagante o irrisorio o absurdo de los guiones imaginábamos que una región tan hermosa de España fuese pastoreada por personajes tan menores y romos, tan pazguatos y alicortos. Con tan poca rapidez mental y tan poco fuste intelectual. Así van a terminar.

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