Así funcionan los podemitas venezolanos

Así funcionan los podemitas venezolanos

Los amigos de Podemos están empeñados en destruir Venezuela. Nicolás Maduro vuelve a golpear con puño de hierro y la sangre, en vez de las palabras, protagoniza la escena en la Asamblea Nacional. Pablo Iglesias y sus adlátares dirán que son imágenes manipuladas… o cualquier otro dislate. Incapaces de condenar las prácticas represivas de sus financiadores, incluso llegan a justificarlas. El pasado mes de marzo, Podemos fue el único de los cuatro grandes partidos españoles que se negó a condenar el golpe de Estado de Maduro. Una senda que han abonado los propios líderes podemitas con silencios y declaraciones vergonzosas. El ideólogo del partido, Juan Carlos Monedero, ha tenido la desfachatez de catalogar a la oposición como «fascistas». No ha sido el único. Al margen del mutismo que suele reinar cada vez que alguien les pregunta por la situación en el país caribeño, el coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón, insistió recientemente en que «está muriendo gente de un lado y otro». 

Unas palabras sin el menor atisbo de repulsa que sitúan a los populistas del lado de aquéllos que han pagado su aparición en política y han nutrido de ideología sus postulados teóricos. No muerden la mano que les da de comer… aunque esa mano esté cubierta de sangre. Un apoyo que los convierte en cómplices de la vorágine de muerte y represión que se ha instaurado en el país. Incluso la fiscal general, la otrora chavista Luisa Ortega, ha denunciado «la ruptura del orden constitucional». Desde que se iniciaran las protestas el pasado 1 de abril, hay más de 100 muertos, 15.000 heridos y 2.600 detenidos. Presos políticos que, como Leopoldo López, son torturados en las cárceles. Los vídeos y fotografías que llegan desde el país caribeño muestran una realidad al borde del caos absoluto. El dictador Maduro ya lo amenazó hace unos días: «Lo que no ganemos en las urnas, lo ganaremos con las armas». Y está cumpliendo su amenaza a rajatabla. 

No le importa la desnutrición de la población civil, tampoco la carestía en los centros médicos. Por no respetar ya no respeta ni la sede de la soberanía popular que su vicepresidente, Tareck el Aissami, ha asaltado con suma violencia. Ayudado por los «colectivos armados» —mercenarios chavistas pagados para desarrollar acciones paramilitares contra la oposición— ha hecho del Parlamento venezolano una auténtica sede del terror. Decenas de encapuchados con palos y tubos de metal han agredido a los diputados opositores hasta hacerlos sangrar con profusión. Más que una institución democrática parecía un campo de batalla: torniquetes, vendas… y personas heridas y tiradas en cualquier parte. La comunidad internacional debe tomar cartas en el asunto de manera inmediata y definitiva. Si tenemos que esperar a que Podemos proteste, el pueblo venezolano acabará aplastado por completo por la bota militar de Nicolás Maduro Moros.

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