Caca, culo, pedo, pis

Caca, culo, pedo, pis
Irene Montero y Pablo Iglesias en el Congreso (Foto: Francisco Toledo)

“En martes y 13 ni te cases, ni te embarques”, advertía el sabio refranero español. A partir de este martes y 13 habrá que apostillarlo: “En martes y 13 ni te cases, ni te embarques… ni hagas mociones de censura”. La última charlotada de Pablo Manuel Iglesias Turrión terminó, como no podía ser de otra manera, como un gatillazo (el enésimo) de los que hacen época. Debe ser que al chaval le pone el masoquismo porque cuando presentas una moción de censura con cero posibilidades de salir adelante lo normal es que el bumerán se vuelva contra ti y te arranque la cabeza. José Luis Ábalos, que estuvo sensacional en la primera parte de su alocución recuperando el discurso de ese PSOE transversal que arrasaba con Felipe González, lo pudo expresar más alto pero no más claro: “El único que se beneficia con esto es Mariano Rajoy, lo único que va a conseguir es consolidar más al PP”. Y a Pedro Sánchez, diría yo. El único que tenía mucho que perder y nada que ganar era el tipo con los dientes color carbón. Y lo palmó todo.

Lo primero fue el espectáculo de nepotismo que supone ver al jefe de un grupo parlamentario y candidato a la Presidencia del Gobierno presentar una moción de censura y que la defiendan tanto él como su compañera sentimental. En Estados Unidos, en Reino Unido, en Alemania, en Dinamarca, en cualquier país serio en definitiva, constituiría un escándalo de proporciones siderales que el o la secretario general de un partido digitase portavoz (portavoza que diría Irene Montero) parlamentario a su pareja. ¡Qué no dijo la izquierda de este país, empezando por muchos de los que ahora pueblan Podemos, cuando José María Aznar hizo alcaldesa de Madrid a Ana Botella por sus santos bemoles! Pero, ya se sabe, a los chavistas españoles todo les sale gratis y los populares son culpables de lo que hacen y de lo que no hacen, son culpables por sistema, por definición. A más a más, cabe preguntarse: ¿es mejor Irene Montero que Íñigo Errejón, por poner un muy obvio ejemplo? Obviamente, no. Entre Errejón y Montero hay la misma diferencia que entre Cristiano Ronaldo y Danilo. En fin, un mundo. Más que odiosa, la comparación es igualmente escandalosa si la ponemos frente a Tania Sánchez e incluso frente a Carolina Bescansa o Echenique.

Yendo al fondo de las cosas hay que resaltar, por mucho que se empeñen los apóstoles podemitas de la posverdad en fabricar una realidad paralela, el palizón que le endosó Mariano Rajoy a la parejita. Parecía el Mike Tyson de sus buenos tiempos, que se deshacía de sus rivales con la misma facilidad con la que Rafa Nadal gana Roland Garros. Un par de asaltos y KO. Pablo e Irene, Irene y Pablo, que tanto monta, monta tanto, eran el punching ball del que de largo es el mejor parlamentario español. El presidente del Gobierno no delegó, tal y como había anticipado OKDIARIO. Y se preparó a conciencia. Se dejó en Palacio ese mix de abulia y desprecio con el que a veces deleita a sus adversarios, bajó a la tierra y puso en su sitio a unos tipos que, tal y como él mismo caracterizó, se comportan en las instituciones como si estuvieran en el colegio o en la asamblea de la universidad. Seguramente, abundo yo, porque no dan para más. 

Los cinco primeros minutos fueron antológicos. Rajoy definió este legalísimo pero ilegitimísimo uso de la figura de la moción de censura como “show” y “espectáculo televisivo”. Eso, y nada más, es lo que vivimos en la Cámara Baja el martes y 13. Un show, por cierto, de una altura lamentable. Parecían Los Punkitos cuando cantaban en los 80 su celebérrima canción “caca, culo, pedo, pis”. Era preescolar. Repitieron sus plúmbeos mantras cincuenta mil veces: “Emergencia social”, “puertas giratorias”, “mayoría social”, “corrupción”, “degradación”, “la trama” y un tan largo como coñazo etcétera. Cómo sería que hasta Marcelo Expósito, representante morado en la Mesa de la Cámara, se durmió como un lirón con esos pelos a lo Einstein mirando a ese techo presidido por las muescas que dejaron los tiros de los golpistas del 23-F. 

Una vez más fui protagonista de sus obsesiones: me dedicaron ni más ni menos que cinco minutos incluyéndome en esa trama que, el que suscribe, contribuyó como nadie a desentrañar. ¿Dónde estabais, queridos, cuando un servidor se jugaba literalmente el pescuezo y el puesto de trabajo destapando el caso Urdangarin, los sobresueldos de Bárcenas, la financiación en B del PP, los sms de Rajoy, el dúplex de Ignacio González, la cuenta suiza de Granados o el caso Pujol? Yo mismo se lo aclaro: en el caso de Iglesias trincando de la dictadura venezolana, poniendo el cazo de la teocracia iraní en la cual Irene carecería de cualquier derecho por el hecho de ser mujer y abriendo cuentas en el paraíso fiscal de Granadinas. En el de Irene imagino que cursando mastercitos.   

Vieron la viga en el ojo ajeno y la paja en el propio cuando en materia de corrupción no están para dar lecciones a nadie. ¿O acaso es una bendición del Señor y no mangancia pura y dura lo de Monedero, lo de Echenique, lo de Errejón, lo de Rafael Mayoral con la semidictadura de Rafael Correa en Ecuador, lo de Espiblack, lo del propio Iglesias, que no sólo recibía pasta del asesino Maduro en territorios offshore sino que además paga en negro y por debajo del salario mínimo a los trabajadores de La Tuerka? En este apartado la única que se salva personalmente (que no orgánicamente) es Irene Montero. Cierto es que el PP está asolado por la corrupción pero no lo es menos que contemplar a Iglesias ejerciendo de martillo de herejes corruptos es lo mismo que si Nacho Vidal se dedicase a loar las virtudes de la castidad, Torrente a dar lecciones de buenas maneras, Donald Trump a llamar “exaltados” a sus rivales políticos y un amnistiado fiscal recriminase a un vecino porque no ha pagado el IVA del chapuzas de turno.

Sencillamente monumental estuvo Ana Oramas. Normal lo de la galaicocanaria, entre otras cosas, porque aprendió y aprehendió en la mejor escuela, la de las Juventudes de la UCD. Fue lo que es: una digna sucesora de Lorenzo Olarte, José Carlos Mauricio y Paulino Rivero, que figuran por derecho propio entre los mejores oradores de la historia del Parlamento. Excelsa en el fondo y en las formas, se comió a Pablo Iglesias y despreció ignorándola a Irene Montero. Una frase suya lo resume todo: “Hoy aquí se está representando una de las obras de teatro más caras de la historia. Los contribuyentes están pagando de su bolsillo la escenificación de una sesión absolutamente inútil, improductiva y sin sentido. Cuando las instituciones se utilizan como herramienta de propaganda política se falta al respeto a los ciudadanos. Ustedes, señores de Podemos, dicen que se preocupan por quienes malgastan el dinero público, pues bien, hoy se han convertido en los protagonistas de un despilfarro que no tiene más sentido que el lucimiento político”.

Pero el knockout al presidenciable que se quedó con las ganas estaba por llegar. Y se produjo tras estas 13 mágicas palabras (está visto que este número es gafe para el caudillo podemita): “Yo sé que a usted no le gustan las mujeres no sumisas”. El odio que destilaba su rictus tras escucharlas era la patente demostración de que acababan de tirarlo a la lona. Lo remató recordándole que “gente como Pablo Iglesias han destrozado Venezuela”. Eso sí: los matones podemitas en las redes sociales la lincharon con comentarios machistas a la par que perogrullescamente delictivos. Hubo de todo: amenazas, insultos, descalificaciones a su origen canario y frases del tenor de “vete a fregar”, “puta” y “zorra”.

Irene Montero lloró y puso el grito en el cielo porque Rafael Hernando, que tuvo una de sus mejores tardes, se limitó a espetar a los Ceaucescu: “Hay quien dice que estuvo mejor la señora Montero pero no diré yo esto, que no sé yo qué voy a provocar en esa relación”. Eso no es machismo. Machismo es, como bien apunta hoy Dolors Montserrat, rebuznar lo que rebuznó Pablo Iglesias sobre Mariló Montero: “La azotaría hasta que sangrase”. O ese vómito que vertió sobre Andrea Levy a la que ofreció su despacho para que pasase “un buen rato” con el diputado Miguel Vila. O lo que escupió sobre la periodista Ana Romero en una respuesta en rueda de prensa: “Bonito abrigo de piel lleva usted”. De eso no dice ni mu la mayoritaria casta periodística podemita. Lo de Hernando fue una “barbaridad machista” aunque no contenga un solo miligramo de machismo y lo de Iglesias tres simples lapsus.

Pero más allá del bastardo uso de las instituciones de las que hasta hace no tanto abjuraban, la conclusión de estos dos días para la historia negra del parlamentarismo es el nivel subterráneo de la banda podemita. Si llegan al poder, que yo no lo descarto ni solos ni en compañía de otros, habrá que emigrar. O exiliarse. En el caso de todos ustedes porque España se irá a tomar viento económica, social, ética y hasta estéticamente y porque el revanchismo será la moneda de uso corriente de cualquier Gobierno en el que estén estos tipos. Siendo, como son, incapaces de gestionar un puesto de pipas, no los veo yo sacando adelante un ministerio o la mismísima Presidencia del Gobierno. Y en mi caso tendré que salir por patas rumbo a Miami por razones obvias: seré el primero, el segundo o el tercero (no creo que el cuarto o el quinto) al que pasen a cuchillo, civilmente o físicamente.

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