¡Viva Venezuela libre!

Leopoldo López
Leopoldo López, en la cárcel militar de Ramo Verde. (Foto: diariodeleopoldolopez.blogspot.com.es)

Los podemitas son la tercera fuerza en el afecto de los ciudadanos españoles pero, manda huevos, la primera en el cariño mediático. Incomprensiblemente, unos comunistas de extrema izquierda apadrinados por Venezuela e Irán cuentan con más soporte en medios y periodistas que formaciones impecablemente democráticas como PP, PSOE y Ciudadanos. Es de locos pero es así.

Esta banda fija prácticamente todos los debates en este país todavía llamado España. Y así nos va. Y no olviden lo que les repito machaconamente: la opinión publicada es la que modela y modula la opinión pública que, al fin y al cabo, es la que vota. Cómo será la cosa que antaño en España cualquier coyuntura de falta de libertad o tiranía en otro país copaba las portadas de periódicos, telediarios y boletines radiofónicos. Nuestra solidaridad tenía mucho que ver con esos 36 años de oscuridad en los que la palabra libertad constituía un sueño imposible. No queríamos para los demás lo que no habíamos querido para nosotros mismos. Sensu contrario, les deseábamos lo que ya estábamos empezando a saborear. Esa libertad sin ira de la que hablaba Jarcha.

Hectólitros de tinta se emplearon por estos pagos para denunciar la dictadura de Pinochet, las Juntas Militares (Videla, Viola y Galtieri) en Argentina, el Paraguay de Stroessner, el Uruguay de Bordaberry, la Nicaragua de Tacho Somoza y un tan largo como doloroso etcétera. Eso sí: nunca entendí por qué la atención prestada a la lucha por la libertad de chilenos, argentinos, paraguayos, uruguayos, nicaragüenses, salvadoreños y otros hermanos iberoamericanos era inversamente proporcional a la que se dedicaba a cubanos, rusos y demás naciones del Pacto de Varsovia. Sólo la tan impecable como emocionante batalla de los polacos con Solidaridad al frente mereció nuestro apoyo. Wojtyla era mucho Wojtyla.

Ahora los podemitas han decretado por acción u omisión un apagón con todo aquello que acontece en la riquísima nación sudamericana. No han conseguido su objetivo al 100%, precisamente porque esto de momento no es la Venezuela bolivariana, pero sí en un altísimo porcentaje. No hay ni la mitad del ruido que se escucha o se ha escuchado en casos similares. Claro que para la retroprogresía patria hay dictaduras buenas y dictaduras malas. Y yo que pensaba que todas eran nauseabundas…

Para variar, los podemitas continúan fieles a sus jefes. Al asesino Nicolás Maduro, al narcomatón Diosdado Cabello y al peligrosísimo vicepresidente Tareck El Aissami. El que paga, manda. Cuando te han regalado al menos 7 millones de dólares para forzar la caída de la democracia en España, obedeces sin rechistar. Digo al menos, y digo bien, porque esos 7 millones con la cara de Washington, Lincoln y cía son seguramente el chocolate del loro de lo que el patriota granadino Pablo Iglesias, Monedero y demás banda se han metido en la butxaca de la tiranía sangrienta que mantiene hambrientos y encadenados a 31 millones de almas.

Todos los podemitas, desde Iglesias hasta su novia, pasando por Monedero, Echenique o Espinar, salen siempre al quite cuando se les echa en cara su colaboracionismo con la dictadura y su negacionismo de la represión. Cual loros de feria exhiben la misma cínica excusa de mal pagador. Palabra arriba, palabra abajo, ésta es sistemáticamente su vomitiva respuesta: “Cuando en España hay una situación de emergencia social es increíble que se desvíe la atención a otros países”. Y se quedan más anchos que largos. Qué gentuza. Olvidan que esto no es Tanzania, tampoco Venezuela, menos aún Biafra, sino un país que crece al 3%, en el que se crean 120.000 empleos al mes y en el que la cobertura social es inigualable a norte, sur, este y oeste. Y, sobre todo, en el que el término libertad figura en el diccionario y no es una quimera.

No es que no quieran, que no quieren, es que tampoco pueden. Están cogidos por la entrepierna. Saben que una palabra más alta que otra les puede costar muy caro. Son conscientes de que si se ponen tontos el capo Maduro les sacará las vergüenzas y desvelará cómo durante años tanto él como el igualmente sátrapa Chávez los hincharon a pasta para desestabilizar la cuarta economía de la zona euro, la duodécima del mundo y una democracia de más que aceptable calidad. Éstos prefieren ponerse cientos de veces amarillos que una coloraos.

Como un menda se pasa por el arco del triunfo los lugares comunes,
no me corto ni me voy a cortar a la hora de denunciar el padecimiento de nuestros hermanos. Y animo a todos los compatriotas españoles a denunciar por tierra, mar y aire, cada uno desde su atalaya, desde su lugar en el mundo, el baño de sangre que se está produciendo en las calles de Venezuela. Ojo al dato: la Guardia Nacional (Policía Militar), la Policía Nacional Bolivariana y los paramilitares han asesinado en las calles a 38 venezolanos, han herido a 700 y han detenido a 1.400 en el último mes. ¿Su delito? Exigir libertad y pan.

Para muestra, varios luctuosos botones de las últimas cinco semanas: Jairo Ortiz, de 19 años, recibió un tiro en el tórax por parte de la Policía Nacional Bolivariana cuando protestaba en el estado de Miranda. Daniel Alejandro Queliz, de la misma edad, fue asesinado de un disparo en el cuello en el estado de Carabobo durante una manifestación. Albert Alejandro era aún más joven. A sus 16 años perdió la vida asfixiado por los gases lacrimógenos lanzados por los grises bolivarianos en una marcha en Caracas. Y así, como hemos dicho, hasta 38 en abril.

No queda ahí la cosa. El histórico es para echarse a temblar. Como mínimo, cientos de venezolanos han perdido la vida a manos de la brutalidad bolivariana de 2014 a esta parte. Por no hablar de los 92 presos políticos que continúan encerrados con acusaciones falsas en penales que no son exactamente como los que disfrutan Pujol y González. Empezando por ese Lech Walesa caraqueño que es Leopoldo López y de cuya suerte nada se sabe. Lilian Tintori, perfecta émula de Danuta Walesa, se teme lo peor.

Buena parte de los mártires de la libertad que caen como chinches en las calles venezolanas lo hacen a consecuencia de la diabólica efectividad del material antidisturbios que España vendió a los chavistas hasta 2014. El Gobierno de España debe cesar de una vez los trapicheos con la satrapía venezolana. Vale más una vida de un venezolano que esos milloncetes que se mete entre pecho y espalda nuestra industria armamentística. El Gobierno de Rajoy, que fue el primero en recibir a esa mujer coraje que es Lilian Tintori, decretó el embargo a las transacciones de cartuchos propulsores, esposas cromadas y demás armas liberticidas. Pero es preciso ampliar esta medida también al material militar stricto sensu. Basta ya de construirles fragatas y de facilitarles ametralladoras, cañones, radares y demás cachivaches. Los principios valen mucho más que un puñado de millones de dólares.

Los derechos humanos no son una isla ni copyright exclusivo de las naciones occidentales sino patrimonio de la humanidad. Ya está bien de preocuparnos de la libertad de movimientos, de expresión y de voto aquí y olvidarnos de la de allá. No permitamos para los demás lo que detestamos para nosotros. España debe ponerse las pilas para derribar a uno de los regímenes más abyectos que perviven en el planeta tierra. La democracia llegará antes o después. Pero sería conveniente que no fuera a costa de un baño de sangre. Nuestra responsabilidad moral es mayor en tanto en cuanto son primos hermanos. Espero, confío y deseo que los medios de comunicación españoles se pongan las pilas para que más pronto que tarde en Táchira, Miranda, Aragua, Amazonas, Yaracuy, Vargas y Caracas se haga realidad ese grito de guerra que exhiben como toda arma y como un sueño los hombres y mujeres que marchan por las calles desafiando a las balas y los gases lacrimógenos de Maduro: “¡Democracia y libertad!”. Y tomemos nota. Por si acaso.

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