Impagable deuda española

Impagable deuda española

El déficit público es la mecha que provoca el fuego de nuestra imparable e impagable deuda pública. ¿Cuánto deben las administraciones públicas de España al acabar 2016? En principio, 1.549.454 millones de euros, lo que representa el 139,1% del producto interior bruto de 2016. Somos uno de los países más endeudados de Europa y del mundo. Entre 2011 y 2016, los pasivos en circulación de las administraciones públicas han aumentado en casi 600.000 millones euros. De mal en peor. Súmese a ese más de billón y medio de euros la deuda de las empresas públicas —44.000 millones— y nos vamos a una deuda global de 1,6 billones de euros: 143% de nuestro PIB. Eso quiere decir que por cada 100 euros que España produce debemos 143 euros. Cifras desequilibradas que indican lo que será mínimamente la obtención de ingresos para las arcas públicas cuya concreción más realista son los tributos.

El futuro uno desconoce cómo será, pero como reza el dicho solo tenemos asegurados los impuestos y la muerte. Sin embargo, uno tiene la convicción de que el pueblo llano, ese profanum vulgus, multitud común que al cabo somos todos nosotros, no tenemos una idea clara acerca de los males del endeudamiento y de las nefastas consecuencias que acarrea asumir tan altos volúmenes de deuda. Antaño, siglos atrás, cuando un señor feudal no era capaz de liquidar sus deudas, sus tierras, sus siervos, su patrimonio pasaban a ser propiedad de los acreedores. Y remontándonos en la historia de los tiempos los pueblos dominados y cuyos ciudadanos eran libres se convertían en esclavos propiedad de los acreedores. Por suerte, hoy se contemplan y más o menos se respetan los derechos humanos y eso nos tiene que dar una pizca de tranquilidad en tanto en cuanto se disponga del actual statu quo en el orden internacional y europeo.

Objetivo imposible

La pregunta, a la vista de esos números escandalosos, y un tanto a bocajarro es ésta: ¿España podrá pagar esa cantidad de deuda? La respuesta sincera es no. España nunca podrá pagar ese volumen de deuda. Sólo hay un camino para pagar la deuda: generar superávit en las cuentas públicas, cosa que hoy por hoy, a corto, medio y largo plazo es más que improbable. Mientras Mario Draghi nos siga bendiciendo con su santa protección, tenemos un escudo. Después, Dios proveerá. Lo duro será cuando se vaya produciendo el tapering. Es decir, la retirada de estímulos monetarios, alias la expansión cuantitativa, y el Banco Central Europeo deje de comprar deuda soberana y bonos.

En ese momento, los mercados se envalentonarán, exigirán más garantías por prestar sus dineros, impondrán tasas de interés más altas y aquella prima de riesgo que fue nuestra pesadilla entre 2011, 2012 y 2013 hasta que el BCE tomó la iniciativa y estableció unas medidas poco convencionales de política monetaria, vaya, como tantos bancos centrales, de nuevo se disparará. La vulnerabilidad financiera de España inquieta, al margen de la factura de unos intereses que irán a más.

Es de esperar que las empresas públicas, tanto estatales como autonómicas, generen fondos monetarios suficientes como para poder liquidar sus compromisos de pago. Así que mejor pensemos en esa variante de cosmética contable que es la deuda neteada o, en términos más ortodoxos, según la metodología del Protocolo de Déficit Excesivo. En este caso, la deuda pública española asciende a 1.106.952 millones de euros al acabar 2016. En enero de 2017 alcanzaba 1.114.840 millones de euros. A 31 de diciembre pasado, la deuda pública equivalía al 99,38% de nuestro PIB, o sea, rozando el larguero…

¿A cuánto asciende la deuda de las comunidades autónomas? Al concluir 2016 sumaba 276.899 millones de euros. Para que nos hagamos una rápida idea de lo marchosa que resulta la deuda autonómica, digamos que en el año 2000 se debía por parte de todas nuestras autonomías 39.474 millones de euros. En 2010 y animada por el empuje de la deuda catalana, valenciana y madrileña, se empezaba a disparar situándose en 124.239 millones de euros. A partir de ese momento, la deuda de las autonomías inicia su vibrante escalada: en 2011 era de 145.879 millones de euros, acabó 2014 con casi 238.000 millones y en 2016 es de casi 277.000 millones. Ritmo galopante y desenfrenado el de la deuda de nuestras queridas comunidades autónomas en un país donde todo el mundo anda con una pesada mochila de deuda. Del saldo de la deuda autonómica al finalizar 2016 sobresale la de la alegre Andalucía con más de 33.000 millones, la de mi querida Cataluña con 75.000 millones, la de la entrañable Comunidad Valenciana con cerca de 45.000 millones, la de la gran y respetada Madrid por encima de los 30.000 millones… Éstas son las deudas más elevadas del mapa autonómico.

El mejor episodio de este concierto de deuda corre a cargo de nuestros ayuntamientos. Así la deuda total de los ayuntamientos con más de 300.000 habitantes que al despedir el año 2013 sumaba 12.315 millones de euros, gradualmente se ha ido reduciendo y si al terminar 2014 se cifraba en 10.830 millones de euros, en 2015 caía a 9.412 millones y en 2013 se contrae a 8.350 millones.

Bravo, pues, por nuestros flamantes ayuntamientos españoles que marcan el camino a seguir, primero, generando superávit en sus finanzas y erradicando el déficit y, segundo, escribiendo una magnífica prosa financiera que cristaliza en la aminoración de deuda. Aquí sí conviene citar al de Alicante, que solo debe 92 millones de euros; al de Barcelona, con un pasivo de 840 millones; al de Bilbao reducida su deuda a solo un millón de euros; al de Córdoba que a trancas y barrancas recorta deuda a 222 millones; al de Madrid que sitúa sus pasivos en 3.868 millones de euros cuando en 2013 superaba los 7.000 millones; al de Málaga, con 542 millones; al de Palma que la ha frenado a 318 millones; al de Las Palmas, dejándola en 49 millones; al de Sevilla con un saldo de 347 millones; al de Valencia luchando por contraerla a 656 millones; al de Valladolid que la constriñe a 108 millones y al de Zaragoza que la deja al cierre de 2016 en 990 millones de euros.

Así que expectantes andamos con ese comportamiento de nuestra deuda pública que, de manera sosegada y con la mente fría, hemos de concluir que, bromas aparte, está adquiriendo una dimensión estratosférica para nuestras posibilidades. A buen seguro, quienes hoy llevan las riendas de la nación deben pensar en su fuero interno que ya solventarán la papeleta los que después ocupen sus cargos. La falta de seriedad, de rigor económico, de diligencia financiera que lleva a refinanciar los vencimientos de deuda con más deuda van agrandando la bola de la deuda que en definitiva y sin necesidad de que nos rasguemos las vestiduras, será impagable. La incógnita entonces es muy elemental: ¿Qué acontecerá el día de mañana?

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