Aula borroka

Aula borroka

España degenera a golpe de radicalismo, una lacra que no respeta ni la universidad. Fray Luis de León, uno de los docentes más célebres de nuestra historia, escribió que «para hacer mal cualquiera es poderoso». En efecto, un cualquiera es Fernando Harto de Vera. Definición indulgente para un individuo que, con trazas de bolchevique renegado, hace de la violencia su forma de ejercer el vicedecanato de Estudiantes y Participación de la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense. Este cualquiera, que ha echado a la calle a un trabajador de OKDIARIO por el mero hecho de tomarse un café en un lugar público, simboliza la peligrosa deriva hacia la dialéctica de los puños —aquella que enarbolaban Primo de Rivera y Girón de Velasco— que los grupúsculos de Podemos tratan de imponer en los centros universitarios. Con especial presencia y actividad en Madrid, los cachorros del populismo radical enarbolan ese principio tan nuevo y democrático de «estás conmigo o estás contra mí». Un mensaje que, como en los peores años de la kale borroka —»lucha callejera» en vasco— cuaja entre los más jóvenes e influenciables hasta convertirlos en matones de aula y cafetería. 

Estudiantes que, entre libro y libro con las páginas intactas —si leyeran más parecerían menos acémilas— aún no han aprendido que la libertad va más allá de las opiniones e ideas personales y se fundamenta en el respeto a los demás. Un principio que debe ser inviolable en democracia y que sirve, entre otras cosas, para que uno pueda tomar un café donde crea oportuno, especialmente si —repetimos— es un lugar público. Libertad para poder estar en cualquier sitio sin tener que padecer una insoportable presión física y psicológica: «Acompañadlos, si van a mear, a mear, si van… no os separéis». Más aún si ese lugar es la universidad, otrora foro de tolerancia y pensamiento. 

Desgraciadamente, la facultad de Políticas de la Complutense cayó en desgracia cuando ínclitos como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón o Carolina Bescansa la convirtieron en el laboratorio de Podemos. Tras ver las imágenes, da la sensación de que hubieran agredido físicamente al periodista Cake Minuesa de haber permanecido cinco minutos más allí. El rector de esta Universidad, Carlos Andradas, debe tomar medidas antes de que la dictadura del aula borroka carcoma toda la esencia de un centro histórico. Mientras tanto, la mayoría de estudiantes que acuden día a día a las clases pensando exclusivamente en su futuro tendrán que seguir soportando en silencio, por miedo a represalias, la visceralidad de macarras trasnochados como Harto de Vera.

Lo último en Opinión

Últimas noticias