Corruptos vestidos de morado

Corruptos vestidos de morado

¡Otro que venía a regenerar la política! Se llama Salvador y se apellida Salvatierra. Le han arrestado como presunto autor de un delito de corrupción de menores y prostitución. ¡Casi nada! Concurrió a las generales de 2015 y 2016 como número uno al Senado por Podemos en Badajoz. Conservaba imágenes de menores desnudas en su ordenador y varios archivos de contenido pedófilo y programas de descarga usados para la búsqueda de pornografía infantil. ¿Y? Pues básicamente que llueve sobre mojado. Y el chaparrón de escándalos que ha descargado sobre Podemos de poco tiempo a esta parte arrecia una y otra vez. Sin fin.

Ya las huestes de Iglesias se vieron obligadas a desprenderse de su líder en Gran Canaria, Juan Manuel Brito, por una denuncia de abuso sexual a la hija de su ex pareja. En su día tuvo que dimitir su diputado de Castilla y León, Pedro de Palacio, condenado a los 17 años por prácticas aberrantes contra la voluntad de una niña de cinco. Pero, ¡qué más da! La parlamentaria podemita por Madrid, Isabel Serra, dio con la clave del problema cuando, en un insólito y vil ejercicio de desfachatez, relacionó “la ideología del PP” con los abusos sexuales infantiles: a juicio de esta lumbrera quedaba claro que Rajoy y su gente ponían “la defensa de la institución familiar por encima de los derechos de las personas y de la infancia”. ¡Con dos ovarios!

Hace ya demasiado tiempo que estamos curados de ingenuidad. Si el tal Salvatierra —presuntamente un depravado, un pervertido, un corrupto de la peor calaña— fuese un personaje mayor o menor en el PP de Monago, le habría faltado país para correr. Quizá si el presuntamente pedófilo perteneciese al partido de la gaviota, ya tendríamos la mitad de los telediarios cubiertos de aquí a mediados del verano. ¡No lo duden! ¿A quién le van a echar ahora la culpa los siempre proactivos y en ocasiones gritones portavoces morados? ¿Al autobús de Hazte Oír? ¿A alguna asociación conservadora por promover el odio? ¿A algún obispo o cardenal? ¿A las misas católicas que sigue emitiendo TVE contra el interés general de los españoles?

Como era de esperar, este siniestro candidato ahora investigado por perpetrar actos mucho más asquerosos que el de robar ha hecho enmudecer a los líderes antisistema. Aquí no hay campaña. Aquí la villanía se resuelve con una suspensión cautelar y a otra cosa. Punto y aparte. Borrón y cuenta nueva. Comunicado a los medios y tiro porque me toca. Aquí no hay planificación ni puesta en escena de numerito alguno de los que, invariablemente y ya en modo cansino, despliegan en cada sesión de control al Gobierno contra “los corruptos de verdad”: los que sí merecen condena y persecución y denuncia incansable con toda la trompetería y a los máximos decibelios. El ‘caso Salvatierra’ se ha instituido ya en la representación del fariseísmo neomarxista que exhiben sin pudor quienes venían, en actitud inmaculada, “a cambiar las cosas”. Y están exactamente lo contrario: en la incapacidad de frenar la irrupción de representantes ciudadanos degenerados y viciosos que, por su presente o su pasado, no producen sino degradación en las instituciones que okupan.

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