Bono, las grabaciones al Rey y el «sublime ridículo»

José Bono
José Bono. (Foto: Getty)
Manuel Cerdán

Decía Napoleón Bonaparte que «de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso». Y José Bono, que es un tipo brillante y casi siempre expone sus argumentos con lucimiento y contundencia, hizo suyo ese aforismo napoleónico cuando quedó el pasado sábado como un chufletero y un personaje grotesco en La Sexta Noche. Para defender a un amigo se introdujo en el proceloso mundo del espionaje y se trastabilló cuando quiso caminar de puntillas por el cieno de las cloacas. El ex ministro de Defensa, a quien siempre se le presupone ser un tipo bien informado en materia de inteligencia, hizo el ridículo en sus comentarios sobre el espionaje al Rey.

José Bono se mostró fatuo cuando en La Sexta Noche se esforzó en relacionar con un lenguaje críptico la guerra entres mafias policiales y las supuestas motivaciones que han llevado a OKDIARIO a reproducir 26 años después las grabaciones al Rey, que fue espiado por los servicios secretos del general Manglano, bajo la égida de un gobierno socialista. Algo que obvió durante su engañoso discurso. Balbuceando, nada peculiar en Bono que siempre se ha mostrado como un tipo directo, se adentró en un terrero poco propicio para las medias verdades. ¿Por qué? Porque, aún conociendo de primera mano los hechos reales, se negó a explicitarlos por sus compromisos umbilicales.

Hay que recordar que Bono tiene en su haber dos «muescas en su cartuchera» -utilizando el lenguaje de taberna de farwest de Juan Cruz. En sus 723 días como ministro de Defensa con José Luis Rodríguez Zapatero colocó a dos amigos al frente de puestos estratégicos: a Alberto Sáiz, que había sido consejero suyo en el Gobierno de Castilla-La Mancha, de director del CNI y al general Félix Sánz Roldán, de Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD). Después el militar sustituyó al ingeniero de montes en la dirección del CNI. Los dos hombres de Bono, Saíz y Sanz, han capitaneado el segundo ciclo más largo del espionaje español en los doce últimos años, tras la masacre del 11-M. El primero, desde 2004 hasta 2009 y el segundo, desde esas fecha hasta nuestros días.

Bono, aun disponiendo de todos los referentes que evidencian lo contrario, enfocó las grabaciones al Rey en la década de los noventa como un trabajo chusquero realizado por un elemento aislado del CESID con un scanner casero comprado en el Mantelete de Melilla o en una tienda de decomiso de la calle Arenal de Madrid. Es cierto que todo fue una chapuza pero para nada un empaste, improvisado y ajeno a la dirección de los servicios secretos y al Ministerio de Defensa. Así quedó  demostrado en el juicio de las Escuchas del CESID.

El ex ministro de Defensa conocía de primera mano que el director del espionaje español, el general Emilio Alondo Manglano, había sido condenado en mayo de 1999 por la Audiencia Provincial de Madrid a seis meses de arresto mayor por un delito continuado de interceptación ilegal de las comunicaciones telefónica. Y ninguno de los integrantes del tribunal -Perfecto Andrés Ibañez, Alberto Jorge Barreiro y Adrián Varillas Gómez- era sospechoso de participar el complós conspiranoicos.

La sentencia relataba como hechos probados lo siguiente:

-Se creó un gabinete de escuchas de las bandas VHF/UHF. Desde 1984 el CESID se hizo con un receptor de la marca Rhode Schwarz (ESM 500B) que podía captar las emisiones que discurrieran por las bandas de frecuencia de las que podía memorizar hasta 90.

-Además de captar, grababa las emisiones detectadas en cualquiera de esas modalidades.

-Más tarde, se compró un equipo Thompson 8CSF TRC 298) para un radio de frecuencia más amplio. Podía memorizar hasta 100 frecuencias. En Madrid entonces los usuarios de móviles TMA ascendían en 1984 a 479 y, en 1990, a 10.829.

-Las escuchas se desarrollaron siempre conforme a las líneas operativas del CESID trazadas por Manglano.

-Y, dentro de esa actividad, se captaron, escucharon y grabaron conversaciones del Rey Juan Carlos, entre otros.

Además, el tribunal dispuso de un documento secreto sobre el Gabinete de Escuchas en el que se afirmaba que los agentes deberían ser «meticulosos, ordenados, pacientes y anti rutinarios». También se recomendaba la creación de una Cintateca.

El Tribunal no dejaba margen a la duda: las conversaciones del Rey «se captaron, escucharon y grabaron». Nada tenía que ver con el enfoque del ex ministro de Defensa que presentaba las grabaciones, desde la displicencia y lo anecdótico, como el juego erótico de algún agente morboso del Centro que le gustaba escuchar a personalidades. Nada de voyeurs: un espionaje en toda regla. Nada de escáneres caseros: equipos de gran potencia y de última generación. Nada de aleatoriedad: las conversaciones se buscaban y las cintas se almacenaban. ¿Para qué?

Que lo expliquen los mandamases de entonces: el presidente del Gobierno, Felipe González; el vicepresidente y ministro de Defensa, Narcís Serra y el ministro de Defensa, Julián García Valverde. Aunque Bono ya se procuró de omitir cualquier mención al chalé de la calle Sextante, pagado con fondos reservados del CESID, y donde el Rey fue grabado por agentes secretos, como ha podido demostrar OKDIARIO, el Gobierno felipista también debería explicar por qué se inmortalizó a Su Majestad en sus encuentros íntimos.

Bono también se adentró en el mundo de las cloacas de los espías para explicar la reproducción de las cintas en este diario. Sin citar a José Villarejo, afirmó que todo se debía a alguien que no quería ser juzgado y que había obtenido la cinta de la mano de un traidor de los años noventa. El ex ministro no se mostró nada novedoso: se plegó a la teoría conspirativa de El País y Público, alimentada por una mano negra de los servicios secretos. A todos ellos les preocupa más el mensajero y sus fuentes que los hechos denunciados: el espionaje ilegal al Rey, a quien el CESID expuso a un riesgo innecesario, y la malversación de fondos reservados. ¡A ver si son otros quienes están preocupados por su futuro judicial! Esto sí es una trama, no lo que pregona Podemos.

Por la versión de Bono, ahora resulta que a las cloacas del Estado también hay que aplicarle la teoría de los vasos comunicantes. Es decir que la mierda que discurría por las cloacas de los servicios secretos de los años ochenta -la de los GAL- y de los noventa -las escuchas al Rey y las cintas de la calle Sextante-  están ahora relacionadas con las grabaciones al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y la mafia policial de un grupúsculo de la Brigada de Asuntos Internos.

El otro Bono, el cantante de U-2, dijo: «Cuanto menos sabes, más crees». Y el virtual primo manchego del cantante de rock se lo ha aprendido a pies juntillas. Aunque sabe más de lo que dice.

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