Marta Gayá, un amor real

Marta Gayá
Marta Gayá es una mujer importante, discreta, femenina y con una clase excepcional

Enero, 1981. Instalado yo en Andraitx, mi buen amigo Juan March desde los tiempos que fuimos compañeros en el colegio Santa Mª de los Rosales, se presentó en casa para darme una sorpresa rodeado de sus íntimos de Palma, entre los que iban Marieta Salas y su marido, Zu Tchokotua, Juan Oliver y Marta Gayá, más otros que no retengo. Juan llegó con su gente para celebrar que yo hubiese puesto punto final a mi mamotreto ‘Yo, Jimmy’, que tan buena fama me traería. Esta fue la segunda vez en que vi a Marta, a quién Juan me había introducido, unas semanas antes, en el Club de Mar, donde la élite palmesana solía reunirse.

En ambas ocasiones Marta me fascinó. Sin duda, se trataba de una mujer importante, discreta, femenina y con una clase excepcional. Nuestro tercer encuentro guarda una anécdota tan fascinante como la misma dama, aparte de dar sentido a la confesión amorosa del Rey Juan Carlos, sustraída por el CESID en 1992 e inmortalizada en esta perla que copa los titulares de hoy: “¡Nunca he sido tan feliz!”. Les cuento. En una pequeña tienda de Palma, situada en un laberinto de calles estrechas llenas de olor a sal, me topé con Marta, dispuesta a recoger unas sandalias marineras que allí fabricaban a medida. Al ver que le entregaban unas sandalias gigantes, inquirí: “¿Para quién son esas barcas?”. Infinita en discreción y por no querer mentirme, repuso con una suave sonrisa: “¡Para alguien que calza un 47!”.

Casualmente, un 47 es lo que calza el rey emérito. Por lo tanto aquel 47 del año 1981, es la fecha de partida del tierno amor que Marta le ha profesado —sin interrupción— al anterior monarca, habiendo sido correspondida. Para que quede claro que las sandalias dejan huellas. Los dos máximos entendidos en asuntos y secretos de Casas Reales, Juan Balansó que, ya en 1990, se aventuró a bautizar a Marta como “la dama gaya”, y Jaime Peñafiel, maestro de maestros, que acaba de descubrir en OKDIARIO que dicha relación: “Es el amor de más larga trayectoria de Don Juan Carlos”, coinciden en que se trata de un antiguo enlace. Lo señalo para que aquellos cenutrios que van de expertos en los inicios de las grandes historias de amor, ajusten sus predicciones, que casi siempre los viejos amores duran bastante más de lo que uno cree.

Marta jamás se aprovechó del interés. Siempre buscó el sentimiento en extracto limpio. No como esas lagartas que flotan en la memoria. Por eso Marta fue, es y seguirá siendo, el real amor de Don Juan Carlos. A ambos les deseo buena suerte y que sigan navegando juntos, que la palmesana sedujo al monarca, entre otras maravillas que esconde su personalidad, por ser la única de sus mujeres que no se marea a bordo.

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