Susanita tiene un ratón

Susanita tiene un ratón

A falta de dos meses para la celebración de las elecciones primarias del PSOE, Susana Díaz sigue sin dar el paso final de manera clara. El sábado apareció en Sevilla disfrazada de bandera de Andalucía —chaqueta verde y blusa blanca— para darse un baño de multitudes, pero la militancia socialista empieza a necesitar que Díaz haga pública su candidatura. Aprovechó la fuerza de la federación andaluza y, delante de más de dos mil militantes, hizo otra nueva demostración de poderío que huele más a campaña electoral que a homenaje al Estatuto andaluz.

A estas alturas, cuesta creerse que la presidenta andaluza no vaya a presentar su candidatura a la secretaría general de su partido. Susana ha optado por usar la discutida, aunque eficaz, táctica de Mariano Rajoy; de momento está dejando que sus más que probables adversarios vayan desplegando argumentos y desgastando fuerzas mientras ella se rodea de acólitos que le bailan el agua. Al mismo tiempo sabe que en la gestora suspiran con una sonrisa cada vez que imaginan la llegada de Susana a Madrid. Ella se ve ganadora, es de las que no sale al terreno de juego si no está convencida de la victoria, en eso también se parece al presidente del Gobierno. El problema al que se enfrenta es la inesperada resurrección de Pedro Sánchez, al que ella ha hecho una velada alusión al asegurar que «la gente quiere que vuelva el PSOE, no el pasado».

El caso es que a Susanita le ha salido un ratón. Un ratón nada chiquitín. Perdonen que la cita no sea muy elevada, pero el cachondeo que se traen en Ferraz desde hace tiempo es digno de Los payasos de la tele. Si nos ponemos a esa altura, uno por fuerza tiene que imaginarse a Felipe González en el papel de Miliki, y bien sabido es que cuando el expresidente se encapricha con un candidato, poco importa el resultado de las primarias. Que se lo digan a Borrell. El caso es que el ratón –Pedro Sánchez– empieza a moverse entre los muebles, escurridizo. Susanita ya tiene agarrada la escoba para darle un estacazo, pero le está costando atraparlo más de la cuenta, sobre todo porque hace tiempo que lo dio por muerto y da pereza tener que volver a quitárselo de encima. El ratón es un dolor de cabeza que se suma a otras molestias que Díaz sufre desde hace tiempo, como la próxima visita a los juzgados de Chaves y Griñán o la creciente deuda del gobierno andaluz, que se acerca a los 5.000 millones de euros.

Con este panorama, Susana sigue creyendo en la victoria, pero sospecha que va a ser un triunfo más incómodo de lo esperado. Por suerte para ella, sabe que el otro ratón —Patxi López— “duerme cerca del radiador con la almohada en los pies”, así que problemas le va a dar más bien pocos, casi tiene que agradecerle el enternecedor idealismo con el que Patxi anunciaba hace unos días su “afán de unidad” para “mantener viva la llama socialista”. Díaz y Sánchez son tan contrarios, se han hecho tanto daño que, gane quien gane, la fractura en el PSOE es ya irreversible. Y es que para conseguir el ansiado liderazgo integrador del que hablan unos y otros no necesitan un secretario general. Necesitan un milagro.

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