¡A la rica purga carnavalesca!

¡A la rica purga carnavalesca!

Infiel a sus apegos pues no es leal con nadie, Pablo hiena Iglesias ha usado el Carnaval —más su etimología, carne (carne) y vale (adiós), adiós a la carne—, como metáfora válida para deshacerse de unos 25 viejos amigos que le suponen una carga insoportable, por disidente. A 70 años de las purgas de Stalin que sembraron el terror, la hiena se disfraza de onomástica y da rienda suelta a sus muchas paranoias, prendiendo la mecha de la purificación política para que quede bien claro que él es el amo del juguete. La reliquia de aquel verdugo de 1937, se ha reencarnado en la hiena moteada, el nuevo purgador del XXI. La copia del Ché de todo a 100, no controla su desmedido ego.

Desde que entregó su pasión volcánica, aunque breve, propia de un machito Alfa, a una vampi de mercadillo con muy pocas luces como la Montero, su capacidad de razonar quedó en blanco. ¿Qué hace el César arrimándose a una cateta tan fascinante? ¿Acaso busca que la choni se erija en la mujer que necesita el César? ¿Semejante dúo de titiriteros pretende alegrar el Carnaval, o gobernar nuestra Nación? ¿Vamos por el buen camino con esta rijosa pareja o deberíamos penetrar sus sueños para entender cómo planean cada una de las purgas tales amantes a ritmo de orgasmos de conejo?

El éxtasis del primer polvo vale para sacrificar al lelo de Errejón y, tras haber embalsamado a Tintín entre frenéticas risas paganas, otro polvo y otro más y así sucesivamente, hasta que la purga alcance los 25. Y el sádico Toulouse-Lautrec pone la letra: “Chúpame la minga Dominga, que vengo de Francia, chúpame la minga Dominga, que tiene sustancia”. En tanto que el Portamonedas de Shylock, baila claqué y se frota las manos, mientras hace números para repartirse el dineral que se embolsará la cúpula del pandemónium carnavalesco a costa de los 25 damnificados.

Hay quien lo llama la erótica del poder.

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