Los Bonnie&Clyde de la Corona

Los Bonnie&Clyde de la Corona

Me crucé con Iñaki Urdangarín de soslayo cuando el vasco acudió, por recomendación del entonces príncipe Felipe, a su mismo sastre, Jaime Gallo, dueño de la sastrería más elegante de la época. Aquel príncipe de Asturias y heredero al trono debió detectar algún estigma grosero en quien pretendía convertirse en su cuñado, para ponerle en manos de un maestro capaz de adecentar con clase su atlético porte. Una vez disfrazado el maniquí de lo que no era, desposó a la Infanta Cristina y, revestido de duque de Palma, título heráldico de quita y pon, pues un día te ponen una calle y otro te la quitan, la llenó de hijos y alargó la mano a la búsqueda de riquezas que le erigieran en multimillonario, la única aristocracia en que creía el del braguetazo.

Recuerdo el enorme disgusto que se llevó tan digno sastre, siempre leal al príncipe, al saber del rastrero ´caso Nóos´, cuyo nombre brotó de la infinita soberbia y la muy calculada codicia de los de Palma, ya que nadie en su sano juicio que respetase a la Corona, se resistiría a darnos a nóos, Cristina e Iñaki, sus altezas reales, con minúscula, los emolumentos solicitados por el bien de una floreciente Monarquía a la que desprestigiarían de arriba abajo. Con sus escopetas de fogueo y maquinaria de propaganda sotto voce, los Bonnie & Clyde de la gente bien se lanzaron a hacer el mal. Mejor hubiese sido que a Iñaki le cortara las levitas del enredo cualquier infiel de Cortefiel. Que el príncipe de Asturias y Jaime Gallo jamás rozaron tan sucias telas.

En declaraciones a los medios, tras conocerse el fallo por el ´caso Urdangarín´, el abogado de la Infanta, Miquel Roca, ha entrado en severo trance y no se ha cortado al afirmar que se sentía “satisfecho y levitando”. Yo no sé qué tripis, de tomar alguno, o qué extrañas sustancias medicinales consume este jurista, para proferir semejantes imbecilidades. ¿Cómo puede estar usted contento cuando la hermana del rey de España ha sido ninguneada en el banquillo por desconocer lo que hacía su cónyuge? No nos venda usted a una Juana de Arco de Borbón cuando la mayoría de la gente ve en ella a una Bonnie resabiada. Roca, no levite tanto, bájese de esa nube que lo tapa todo con la sombra del fiscal Horrach y busque el éxtasis por otras vías.

Bonnie busca una casa barata en Lisboa, que ahora toca ahorrar, y Clyde una prisión amable en Extremadura. Ambos, cómplices en asuntos turbios, han elegido la proximidad para seguir en estrecho contacto una vez al mes. Bonnie le acercará a su amado la tartera y Clyde, el exduque, la recibirá empalmado.

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