No se cansan de hacer el ridículo

No se cansan de hacer el ridículo

Cuando Felipe VI dijo en su discurso navideño que España necesitaba desprenderse de debates estériles para conquistar un futuro de prosperidad se refería, precisamente, a desdeñar enfrentamientos baldíos como los que han fomentado los dirigentes de Podemos a propósito de la conmemoración de la toma de Granada por parte de los Reyes Católicos. La polémica en Twitter ha sido más propia de una cafetería de instituto que de políticos a los que se les presupone un mínimo de seriedad, criterio y nivel intelectual. Desde hace tiempo, Pablo Iglesias y sus loros de repetición —Irene Montero y Juan Carlos Monedero— están más preocupados por el ruido en las redes sociales que por los problemas de esa «gente» que dicen representar y a los que ignoran en pos de sus intereses particulares. De ahí que su actividad parlamentaria se reduzca al móvil y sus trabajos de campo a la profundidad de un hashtag. Este lunes, los podemitas han aprovechado la celebración de Esperanza Aguirre a propósito del 525 aniversario de ese episodio histórico para tratar de extender una nueva cortina de humo sobre sus graves disputas internas que, en forma de purgas retransmitidas en tiempo real, provocan vergüenza ajena entre sus más entregados seguidores.

Llamar «rancia» o «patriotera» a la política del Partido Popular por recordar la conquista de la ciudad andaluza es tratar de reescribir la historia desde el complejo. Es cierto que Podemos hace casus belli contra todo aquello que dé prestigio y esplendor al presente o al pasado de España. Sin embargo, estos docentes del alcanfor deberían sentir un poco de pudor a la hora de despreciar unos hechos de indiscutible importancia que supusieron el pistoletazo de salida para una de las épocas más prósperas de nuestra historia. Con la caída del Emirato de Granada, y la culminación de la Reconquista que los reinos cristianos habían comenzado en el siglo VIII, España expandió su territorio por todo el mundo gracias a los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II. Unos logros que, entre otras cosas, posibilitaron que hoy en día el español sea uno de los idiomas más hablados en todo el mundo y que, a través de él, se tejan numerosas relaciones comerciales y se impulse la iniciativa privada, amén del patrimonio histórico y cultural que dejaron. No obstante, es normal que en Podemos se revuelvan. Cualquier atisbo de ‘prosperidad’ y ‘cultura’ desmonta la fatuidad de su discurso populista, concebido para apoderarse de sociedades en ruina.

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