El trabajo es cosa del pasado

El trabajo es cosa del pasado

Sólo en los países más desarrollados, los avances en la inteligencia artificial, robótica y algoritmos pueden acabar con más de siete millones de puestos de trabajo y crear en torno a dos millones en los próximos cinco años. Estas son las cifras que proyectaba el Foro Económico Mundial. Según la Organización Mundial del Trabajo, el desempleo se disparará en 11 millones para 2020. No son cifras alentadoras, pero ni los gobiernos, ni las sociedades lo tratan como un problema cercano porque todavía no parece tangible. No obstante, la realidad es otra. La semana pasada, Amazon inauguró Amazon Go Store, un sistema donde el comprador entra en una tienda y se lleva lo que quiera sin pasar por caja. Unos algoritmos y sensores saben exactamente donde te encuentras y lo que coges. Al salir de la tienda te lo cargarán a una cesta virtual. Si no tienes tienda virtual, no te dejarán cogerlo. El ahorro de personal es considerable, ya que no te encontrarás trabajadores en la caja ni de seguridad.

Hace dos meses, Uber hizo su primera entrega de un paquete en un camión autónomo llamado Otto. En agosto, el primer taxi autónomo hizo su debut oficial en Singapur. Un mes después, Uber hizo lo mismo en las calles de Pittsburgh, Pensilvania. En Mayo, Foxconn, el mayor fabricante de móviles del mundo, cambió a 60.000 trabajadores de una fábrica por robots. Para 2019, planea sustituir a un millón de trabajadores por máquinas. Los DJs, camareros, barmans y obreros ya tienen sus respectivos relevos robóticos. Parece que los trabajadores de cuello azul lo tienen difícil. Sin embargo, dos tercios de los trabajos que se perderán a corto plazo serán de cuello blanco, según el Foro de Davos. Los servicios administrativos, contables, consultores, bancarios, gestores de patrimonio y, hasta los abogados, tendrán un gran enemigo: la inteligencia artificial. No importa cuántos másteres y carreras tenga el individuo porque la inteligencia artificial superará en muchos campos a cualquier candidato.

El futuro ya está aquí

La inteligencia artificial se refiere, entre otras características, al procesamiento del lenguaje, el razonamiento, el aprendizaje y la recuperación de información por parte de una máquina. Watson, un sistema informático de inteligencia artificial desarrollado por IBM ganó por goleada el concurso de preguntas frente a sus dos concursantes más exitosos. Lo increíble de esta prueba es que Watson tenía que jugar con las mismas reglas que un humano. Es decir, tenía que apretar un botón antes que sus adversarios y decir la respuesta correcta. Las preguntas no se formulan de forma directa como en quién descubrió América, sino en forma de acertijo. Sólo hace falta un poco de imaginación para darse cuenta de que un sistema como Watson podría ser un fantástico abogado, un mejor economista, un soberbio consultor o gestor de patrimonios y hasta un fantástico médico.

¿Qué se puede hacer? Todavía habrá características del intelecto humano que serán muy valiosas. La creatividad, por ejemplo. Alguien tiene que decirle a las máquinas en qué procesos deben involucrarse. Las ideas serán el activo más buscado y remunerado. Otras habilidades como la programación también encontrarán mucha oferta de empleo pero podrían acabar siendo los trabajos de cuello azul del futuro. Estos creadores, obviamente, también tendrán que tener formación técnica para poder mejorar y crear procesos en su campo laboral. De nada vale crear un algoritmo que ejecute órdenes y sea capaz de buscar los mejores parámetros —optimizados— si nadie es capaz de sugerir unos parámetros iniciales.

Nuevo modelo económico

Todo esto está cambiando la economía de forma drástica. Es cierto que por un lado se pierde mucho empleo neto, pero esa productividad adicional agranda la tarta económica. Lo que ocurre es que cada vez son menos los que comen de esta tarta con lo cual tocan trozos enormes. La industria tecnológica tiende a crear monopolios/oligopolios naturales donde una, o un grupo de empresas, tiene unas ideas y una tecnología mejor que el resto y desplazan a la competencia a la bancarrota. No es su culpa ser las mejores en lo que hacen o tener una idea tan única que nadie llega a replicarla competitivamente.

¿Quién quiere usar el segundo mejor buscador o la segunda mejor aplicación? ¿Quién va a utilizar a la competidora de Facebook o Amazon? Es un círculo, ya que nadie piensa en hacerle la competencia a estas compañías, sino en crear algo completamente nuevo que no tenga competencia. Sumemos a esto que estas empresas no requieren la cantidad de capital humano que necesitarían las grandes corporaciones industriales y el resultado es una creciente desigualdad. Desde el 2009, un 1% de la población estadounidense se ha apropiado del 95% del crecimiento salarial según datos de Thomas Picketty, un profesor de la Escuela Económica de Paris, que con ayuda de Universidad de Oxford y la Universidad de Berkeley  ha recopilado millones de datos para exponer este gran problema. Dicen que en Europa el problema es algo menor pero la tendencia aquí también es clara.

La solución es complicada y casi todos los expertos coinciden en que habrá una gran parte de la sociedad, desde personas con másteres hasta gente sin graduado escolar, que tendrán que vivir del estado. La creatividad es muy poco socialista y sólo reciben el don una parte de los humanos y no es fácil de compartir o dividir. Las matemáticas y la programación son del gusto de una minoría. Esto quiere decir que seguramente acabemos con impuestos excesivamente altos a corporaciones tecnológicas y a sus respectivos creadores billonarios para poder sufragar la vida de muchos sin las capacidades de trabajar en este nuevo mundo. Esto acarreará muchos problemas debido a que estas compañías las crean y dirigen gente muy creativa e inteligente que encontrará formas de pagar menos de lo que pagarían con unos impuestos más reducidos.

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