El tweet perdido de Carolina Bescansa

Bescansa abusa del onanismo mental

Bescansa abusa del onanismo mental

Gracias a un venezolano, Manuel Antonio Carreño, que publicó en el año 1853 el ‘Manual de urbanidad y buenas maneras’, obra pionera sobre convivencia ciudadana, se han sentado las bases en esta materia. Una de las formas más extendidas de cortesía y educación es el saludo, en cualquiera de sus formas y maneras. Por ejemplo: estrechar la mano, besarse o abrazarse. Es la forma en que las personas educadas muestran una puerta abierta a las buenas relaciones futuras.

Las tribus primitivas se enseñaban las manos para demostrar que no iban armados: era una declaración de no agresión. En la actualidad, es un mero gesto de civilidad. Y siempre el que llega es el que saluda. Ni siquiera en la conquista del Oeste americano, los recién llegados dejaron de hacerlo. El cine y las novelas han creado un mito sobre la violencia de una sociedad que conquistó aquellas tierras sin control. Muchos son los que creen que aquello había sido la anarquía, el desorden violento y el caos social: turbas de vecinos ahorcando a un forajido, pistolas y sangre por doquier. La realidad es que la rapidez con la que se extendían los parvenu era mucho mayor que la capacidad del sistema gubernamental para legislar. Por eso se aplicaron leyes privadas a través de los land clubs —o clubes de propietarios de tierra— con las que los nuevos propietarios de las tierras fronterizas se asociaron para procurarse la paz. Los que llegaban se adaptaban.

Por eso me extrañó que las fuerzas cimarronas de Unidos Podemos, en la Solemne Apertura de la XII Legislatura, convirtiesen el discurso del Rey en una feria de pueblo, sin cortesía ni educación: Garzón llamando “ciudadano” a Felipe VI. El senador por Navarra, Ignacio Bernal, desplegando la bandera republicana. Diego Cañamero con su camiseta en la que se leía ‘yo no voté a ningún rey’. Y el resto de diputados de la formación sin saludar ni aplaudir el discurso real.

Sin embargo, ha sido la actitud de Carolina Bescansa, una de las personas menos insensatas de Podemos, la que más me ha desconcertado. Esa mañana, antes de que Su Majestad el Rey trazase su discurso en el que abogaba por la unión y el pacto político, la diputada podemita había lanzado un tuit en el que advertía a la Reina, con sarcasmo y retranca, de «una campaña de insultos y descalificaciones sin límite» si llevaba a las infantas al hemiciclo. La diputada de Podemos lo hacía por los comentarios que generó la presencia de su bebé en el Congreso el pasado mes de enero, cuando se puso en marcha la legislatura fallida.

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Vivimos tiempos de decisiones complicadas y lo último que nos faltaba era perder las formas. Pero perder la razón y ver la paja en el ojo ajeno es algo que va más allá de la mera falta de civilidad. Las infantas tienen un papel institucional y su presencia no duró más de un par de horas. Nadie las usó como campaña publicitaria ni las paseó, de regazo en regazo, para llamar la atención durante horas. La propia Reina se preocupó de ellas y cuando supuso que podían estar cansadas las apartó del acto. ¿Qué buscaba Bescansa? ¿Una campaña viral contra la Reina como la que ella había sufrido? Obviamente le salió mal y la gente —en su sano juicio— comprendió, e incluso aplaudió, la presencia de las infantas.

A Bescansa hay que recordarle, a veces, que se debe procurar que “el pensamiento sea profundo y la lengua parca al hablar. Guarda silencio porque es un don del que han de venirte muchos bienes”. Es algo que se conoce del primer manual de etiqueta y data aproximadamente de 2.000 años antes de la propia Biblia. Su autor fue Ptahhotep, administrador y visir de Dyedkara Isesi, faraón del Alto y Bajo Egipto durante la dinastía V. Saludar es un gesto de buena voluntad y callar un gesto de inteligencia.

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