Trump, Reagan y la izquierda antiliberal

Trump, Reagan y la izquierda antiliberal

Cierta izquierda, temerosa siempre de que un político que no sea de su cuerda ideológica les robe votantes con un discurso similar y propuestas cercanas, atribuye con su etiqueta favorita lo que desconoce o rechaza, por costumbre o por ignorancia. Esa misma izquierda, acostumbrada a verse reflejada en el envés del espejo, lleva situando a Trump como neoliberal y continuista de las políticas de Reagan desde que aquel se presentó a las primarias republicanas. Nada más lejos de la verdad y la realidad. Ronald Reagan fue ese presidente que en 1987, en la Puerta de Brandenburgo en Berlín, con el mundo como testigo, clamó de indignación mientras le pedía al líder comunista del otro bloque que dio vida a la Guerra Fría, que tirara abajo el muro de la vergüenza. «Mr Gorbachov, open this gate, Mr Gorbachov, tear down this wall». Cuatro años después, el muro caía, mientras la libertad se abría paso entre la miseria que las ruinas comunistas dejaron como legado. Fue un titular, un sound-byte convertido en objeto de estudio para los amantes de la comunicación política, un mantra que explica el porqué, a veces, el solo eco de las palabras también provoca cambios.

Frente a aquel grito contra las cadenas soviéticas, Trump reconoce su admiración por Putin y su forma de gobierno, ese nacionalismo de KGB que ha convertido a Rusia de nuevo en el oso dormido de antaño. Reagan pedía derribar muros, Trump ordena levantarlos. Reagan defendía que el libre mercado era la vía más rápida de crear y repartir riqueza, sin más fronteras que la capacidad y el sacrificio de cada uno. Trump quiere levantar aranceles proteccionistas por todo Estados Unidos, más de lo que ya existen, creando un sistema de barreras que empieza demoliendo el TTIP y que continuará con la supresión de tratados y relaciones internacionales, (Asía-Pacífico como eje fundamental), amén de abolir el tratado de libre comercio con México y Canadá y recuperar así empleos americanos, compensando con políticas regulatorias los «american products firts». Un canto a la inflación en toda regla. Muy neoliberal, sí.

En una tribuna reciente en eldiario.es, Alberto Garzón, cola de león en Unidos Podemos, culpaba a la izquierda de no saber capitalizar lo que el «neoliberal Trump» sí ha hecho en Estados Unidos, a pesar de que la clase trabajadora real, no la clase media depauperada, votó por Clinton. Mientras Alberto ungía de desprecio al nuevo huésped del Despacho Oval, su hermano Eduardo reconocía en una entrevista para Europa Press que algunas de sus propuestas económicas «no están tan mal», compartiendo planteamientos de rechazo en su relato antiglobalización y anticasta de Washington.

La nueva política, lo he escrito a menudo, no exige tanto caras nuevas —Trump, en el fondo, no lo es— como ir de cara siempre. Eso es lo que quiere la gente. Y eso es lo que ahora la gente ha premiado. Sin hormas ni normas. Sin reglas ni corsés. La izquierda antiliberal lo sabe y por eso le irrita que haya ganado alguien que no es de los suyos. Por eso tratan de ridiculizarle comparándole con Reagan, el hombre que acabó con el muro físico e intelectual del despropósito. Como si eso deslegitimara su obra. Jardiel Poncela atacaba con dureza a esos hombres que se unían, en aparente buena voluntad solidaria, sólo para joder a un tercero. Ahora, la unión de la izquierda populista con el establishment más académico se debe al frente común que quieren hacer contra el hombre que ha acabado por arrebatarles la única bandera loable que aún tenían.

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