Victoria de Trump gracias a la socialdemocracia

Victoria de Trump gracias a la socialdemocracia

Mientras los principales medios de comunicación españoles recogen la locura que ha alfombrado la Casa Blanca para Trump siguen negando la principal obviedad extraída del triunfo del candidato republicano. Dirimiendo la auténtica derrota que, sin duda alguna, es mucho más significativa e irrefutable que la propia victoria: la del populismo izquierdista y original de Obama, Mitterrand, Zapatero y la propia Clinton que anticipaba y consolidaba el éxito inédito de Trump. La derrota de la socialdemocracia de dogmas homogéneos, mentirosos y mundiales que, llevados a la práctica, han acabado con la clase media allá donde han tenido la oportunidad de prosperar. Ha fracasado el discurso con cepo de la igualdad por encima del derecho a la riqueza, a la prosperidad y a la oportunidad. Trump supo verlo: no hay mayor paradigma de la política antiestablishment que arrodillar esa clase de tiranía a lo largo y ancho del globo. Y esta fue arrinconada precisamente en el despacho de la mayor potencia del mundo.

También se quebró el soneto hillarista de las mujeres frágiles, temerosas y necesitadas de cuotas para prosperar. El que propugnaba la rodilla preparada a la altura de los genitales de cada hombre convertido en violador potencial. Al parecer, entre las que deberían haber sido reclutadas contra el «Grab them by the pussy» de Donald Trump había un número importante de aquellas que querían decidir por dónde coger o por dónde dejarse sujetar sin el beneplácito de una burócrata. Seamos francos, ¿es infrecuente la idoneidad de esa parte de nuestra anatomía como el asidero ideal para disfrute de la actividad en plena libertad sexual?

Aquello fue un error para las posibilidades de la demócrata porque, además de lo estéril del debate, recuperaba con cada golpe a la Lewinski de los 90 servida como maridaje culinario y libidinoso en el despacho oval. Y así algunos empezaron a pensar, también, en el riesgo de una resentida haciendo catarsis de diván a costa del sueño presidencial. La ideología de género de Hillary tuvo menos partidarios que las charlas de vestuario de Porky´s part 3 de Trump, aquella mítica saga de instituto rodada en Florida a mediados de los 80 con la que, al fin y al cabo, tantos americanos despertaron a la picaresca erótica. También ellas.

Precisamente Florida, núcleo de voto latino, ha asegurado la victoria de Trump por doble vía. Por un lado, ha sido el epicentro del fracaso del legado de Obama, quien, junto con el ardiente apoyo de Eastwood al republicano, ha sido el mejor garante mediático de la victoria de Trump. ¿O es que los demócratas pensaron que el juego de pelota entre Barack y el pequeño de los Castro embelesaría a la comunidad cubana que eligió éxodo antes que genuflexión ante 50 años de tiranía? Por otro lado, Trump ha sabido atender a un antiguo principio latino adoptado bien por aquellos nacidos en USA, o bien por aquella parte de la comunidad arraigada desde hace tiempo: que no hay peor enemigo para un latino que piensa que ya no lo es que otro latino, y en ese sentido el anuncio del endurecimiento de la política inmigratoria del candidato republicano ha sido definitiva. Es justo ahí donde falló la estrategia de Hillary de ofrecer el país a los inmigrantes para conseguir el voto de compatriotas que no les querían dentro. En cualquier caso, permítanme la licencia de disfrutar como una enana las inmediatas consecuencias: la pesadumbre de narcoterroristas y comunistas que con Trump vivirán una vida mucho más complicada.

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