Quiero terceras elecciones

Quiero terceras elecciones

Conspiraciones, elucubraciones, cónclaves, adeptos, enemigos y un largo etcétera de adjetivos para calificar lo político. Más que análisis, adivinación. O simplemente un mínimo de sentido común e intuición para predecir lo que nos espera en las próximas semanas. Iremos a terceras. Deberíamos desearlas. Y no me digan que sería lo peor que podría pasarnos, porque en lo peor ya estamos. Al menos resolvamos con cierta dignidad y estabilidad una situación que nosotros mismos hemos creado y que los “estadistas” a los que votamos se han encargado de agravar y prolongar hasta el infinito.

Qué más da ya intentarlo otra vez, precisamente ahora que parece que a ninguno de los partidos le viene bien, pero que a nosotros sería lo mejor que puede pasarnos. ¿Por qué no dar un golpe de efecto —social— y presionar para que se convoquen terceras elecciones? ¡Por los costes que supondría!… ya. Como si en el océano del gasto público fuese la punta del iceberg la causa de todos nuestros males, mientras entretenidos con el sainete del PSOE y vía real decreto, el Gobierno en funciones establece hace menos de una semana un tipo mínimo del pago fraccionado —adelantado— del 23% en el Impuesto de Sociedades «sin plazo de caducidad» para corregir la desviación del déficit público y situarlo por debajo del 3%. De verdad, si quieren seguir engañados están en todo su derecho pero, al menos, tomen conciencia de ello y asumamos nuestra responsabilidad.

Ya hemos comprobado cómo a quienes se la delegamos con mayor o menor interés y acierto, no tienen ni la capacidad ni las ganas de hacer más que mantenerse a cubierto. Y por eso no sorprende lo del socialismo enfermo, ni lo de la derecha desaparecida, ni lo del comunismo resucitado. Al fin y al cabo, hace muchos años que los partidos se convirtieron en organizaciones sostenidas por el Estado y apoyadas en activos humanos que lejos de cualificación profesional, representan lo más zafio y mediocre de la sociedad. Y los votemos o no, nos representen o no, los financiamos entre todos. Así que algo de legitimidad tenemos para pedir, digo más para exigir, que haya terceras elecciones. A ver si lo de gastar nuestro dinero es cuestión reservada a unos cuantos y no podemos darnos el capricho de malgastarlo cuando queramos. Yo quiero terceras.

Francamente, me importa muy poco que Rajoy anuncie que no pondrá condiciones a la gobernabilidad, debería ponerlas y enormes. Me parece ridículo que Rivera diga que el PP no está para exigencias, cuando él ha sido el primero en colocarlas sobre la mesa para pactar e hizo muy bien. Y con sinceridad, no me preocupa demasiado lo que le pase al PSOE, salvo por el detalle de que para asistir a su agonía pago obligada una entrada en primera fila que no me interesa lo más mínimo. Lamento que se produzcan espectáculos tan bochornosos en la escena política española pero no me sorprende, porque no es nada nuevo. Una secuela del  funcionamiento del PSOE desde que lo recuerdo: despotismo institucionalizado.

Prueba mayúscula es la maniobra armada —tan cutre como ineficaz— para librarse de un secretario general elegido por las bases que ahora parece no decidirán sobre la abstención. Si la gestora ignora deliberadamente a la militancia y se enfrenta de forma directa o indirecta a ella –con una postura no consensuada- tendrá que asumir que este tipo de imposiciones se resuelven siempre a favor de la segunda. En un PSOE que ya no existe, aunque sigan sin tomar conciencia de ello, cuando los afiliados caigan en la cuenta de que todo lo orquestado deriva en permitir un gobierno de Rajoy, entonces sí que se desatará la verdadera guerra interna: que ganan los críticos, el partido habrá perdido la batalla de cualquier oposición futura frente al PP, pasando por la sangría de votos hacia Ciudadanos; si ganan los depuestos —y no olvidemos que Pedro Sánchez será de nuevo candidato en primarias— el partido, radicalizado, acabará superado por la izquierda extrema.

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