¡Fusionando que es gerundio!

¡Fusionando que es gerundio!

¿Recuerda usted aquella frase mágica de Adolfo Domínguez, “la arruga es bella”? ¿Y recuerda aquella otra, a modo de tópico, que dice “lo pequeño es hermoso”? Pues bien, eso forma parte de nuestro pasado. Hoy suenan tambores de fusiones, de tamaño impresionante, ruidos de adquisiciones empresariales… Lo pequeño deja de ser pequeño y se hace, a golpe de fusión y adquisición, en más grande pero lo grande deja de ser grande para convertirse en coloso y, al final, dominarán el mundo entes gigantescos que concentrarán todo el poder… ¡Todos esos movimientos derivan en unas concentraciones económicas y financieras monumentales! A veces, cuando en España se da un proceso integrador de empresas, nos quedamos boquiabiertos. A escala mundial, esos trajines empresariales domésticos apenas son una menudencia.

La compra de Monsanto por parte de Bayer es una de esas transacciones que dejan a uno embelesado no ya por su montante, 59.000 millones de euros, sino porque la operación se realiza al rabioso contado. ¡Disponer de 59.000 millones de euros de dinero en efectivo para afrontar una operación de tal envergadura es algo restringido a muy pocos! Claro que siempre es interesante concretar si transacciones de tal calibre se hacen empleando fondos propios o ajenos, es decir, sin deuda o endeudándose. Microsoft se hizo con LinkedIDown pagando más de 26.000 millones de dólares —intentando así restañar las heridas de la fallida compra de Nokia que castigó fuertemente sus cuentas de 2015—, disponiendo entre cash e inversiones financieras, a 30 de junio de este año, de más de 113.000 millones de dólares.

El sector del campo y de sus productos químicos se concentra en unas pocas manos tras la integración entre Bayer y Monsanto y después de que dos gigantes norteamericanos como Dow Chemical y DuPont anunciaran su fusión, intercambiando acciones por 61.000 millones de dólares. Súmese a ese par de operaciones que la china Chemchina compra la suiza Syngenta por 42.000 millones… Sólo la histórica Basf, el grupo químico más grande del mundo, se queda al margen de esos procesos aglutinadores. ¡Más concentración, menos competencia, mercados cautivos reconvertidos en oligopolios! ¡Es la globalización! En resumidas cuentas, que si hasta ahora entre seis grandísimos conglomerados químicos se repartían el campo, ahora serán solo cuatro quienes cortarán el bacalao… Y más concentraciones empresariales, también, en el panorama cervecero al unirse AB InBev —Anheuser-Busch Inbev SA—  y SABMiller dando lugar a otro líder mundial al punto que la empresa resultante será la que produzca el 30% de la cerveza consumida en el mundo.

Fusiones, a la postre, que como apuntábamos días atrás muestran su cara más defensiva por la caída de beneficios, persiguen ajustar activos, pretenden rebajar costes, en pos de agolpar endeudamientos apiñados en conglomerados sistémicos… y que de resultas de todo ello denotan sobreexcesos en capacidades de producción. Sobran, pues, medios materiales —se cierran fábricas y se concentra producción, se reduce el número de distribuidores, se uniforman mercados, se globalizan procesos en detrimento de idiosincrasias locales— y, como remate, se reajustan efectivos humanos, o sea y dicho en Román paladino, se echa gente a la calle. ¡Es el progreso, muchacho!

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