Díaz Pacheco es González Márquez

Díaz Pacheco es González Márquez

Afirmar que Sevilla es la gran cantera del socialismo español es como sostener que estamos en España, esto es OKDIARIO y Pedro Sánchez ha perdido la cabeza. Hasta Abundio sabe que Híspalis alumbró los personajes que convirtieron un partido esclerotizado y marxista en una máquina socialdemócrata de ganar elecciones y en una auténtica termomix social. Sólo un necio les puede discutir que nos metieron en la modernidad de la mano de Felipe González. Suscribe esta tesis alguien como un servidor que es infinitamente más liberal que socialdemócrata pero la verdad mide 2,20 y la patraña tiene las patas muy cortas. Sevillanos, como él, eran Alfonso Guerra, Manuel Chaves, Luis Yáñez-Barnuevo (conocido como Luis Yáñez a secas o El Gafe) o una Carmen Hermosín que, más que por su condición de mujer del anterior, es conocida por ser una política de fuste. Todos ellos miembros del Clan de la tortilla que inmortalizó el luego alcalde Manuel del Valle con la célebre foto en el muy sevillano y muy hermoso (sevillano y hermoso suelen ser términos sinonímicos) pinar de La Puebla del Río.

Felipe González es sin ningún género de dudas el más excelso producto político de la Transición acá. Que no es lo mismo que decir gestor. Ésta última calificación debería recaer en el José María Aznar del milagro español o en el Rajoy de los últimos dos años, el que rescató España evitando el rescate y haciendo lo que había que hacer aun a sabiendas de que le costaría millones de votos. Con el hijo del vaquero cántabro supimos de niños qué era eso de la baraka y el carisma. Porque a suerte y a empatía con la ciudadanía no le gana ni seguramente le ganará ni el tato. Nunca vi a nadie que volviera tan loquitas a las masas. Y eso que, dicen, al principio le costaba hablar en público. Al punto que llevaba un médico empotrado en su caravana del cambio de 1982 para que le relajara antes de dar mítines como ése de la explanada de la Complu en el que congregó a 500.000 personas, que se dice pronto.

Desde que se fue Felipe González el socialismo español no ha levantado cabeza. Zapatero fue un presidente por accidente y su tarea de Gobierno es seguramente la peor en 40 años de democracia. Dejó el país hecho unos zorros, en quiebra técnica, con el Pacto de la Transición en la UVI y el guerracivilismo resucitado. De los polvos de sus siete años y medio de gobierno vienen los lodos de los recortes, los 6 millones de parados y los 5 millones de puestos de trabajo destruidos, amén de esos podemitas que son hijos suyos y no precisamente putativos. El PSOE está, pues, huérfano desde aquella noche del 3 de marzo de 1996 en la que el gentío reunido en Ferraz (no los tonton macoutes de Pedro El Breve) lloraba literalmente al ver a Felipe subirse a su coche, saludar y proclamar aquello de «¡nos ha faltado una semana!». Este menda no es socialista sino liberal pero también alucinó. Y puedo certificar y certifico que militantes y simpatizantes estaban como si hubieran ganado, como si acabasen de contemplar a Jesucristo llegar, ver y resucitar, como si fueran víctimas de uno de esos líderes sectarios que te dicen que te tires por la ventana y te tiras por la ventana.

Han tenido que pasar 20 años exactos para que Ferraz encuentre un sosias de Felipe González Márquez, de ese Isidoro que pasó de la clandestinidad a La Moncloa en siete años. Y se ha topado con el sosias, con la clon, en su misma ciudad, sólo que al otro lado del río. Él nació y se crió en Heliópolis; ella vino al mundo, creció y vive en Triana. Se llama Susana y se apellida Díaz Pacheco. Uno la escucha hablar, sin papeles, enamorando al auditorio, desde el corazón y para el corazón, evocando, y se encuentra con Felipe vestido de mujer. Filosóficamente están en la misma línea: socialdemocracia pura, de ésa que el tercer presidente de la democracia aprendió y aprehendió de sus amigos Olof Palme, Willy Brandt, el gran Bruno Kreisky y el oscuro François Mitterrand. Nada de extremismos y republicanismos made in 1936. Todo lo contrario: centralidad y no para ganar sino para arrasar. Que es lo que hizo Felipe (y puede hacer Susana) en 1982, 1986 y 1989. Gobernar para la inmensa mayoría de la sociedad, no para unos pocos o simplemente para los tuyos.

Ese viaje sólo se puede hacer desde el centro. Susana lo sabe mejor que nadie. Y lo practica en Andalucía. Lejos de echarse en brazos de la extrema izquierda podemita, como ha hecho su hasta hoy antagonista, Pedro Sánchez, tuvo claro que lo del partido de Pablo Iglesias Posse es esa vocación mayoritaria que les ha permitido disfrutar de La Moncloa más años que nadie: 20 de 39 años de democracia. Durante la campaña de las andaluzas le disparé con cierta malicia viendo por dónde deambulaba ya Pedro Sánchez:

–¿Pactarás con Podemos si los necesitas para gobernar?–.

–Antes me matarán que pactar con Iglesias. El ADN del PSOE es ganar con una mayoría holgada. Yo voy a estar en 47 diputados y no me harán falta–, me contestó sin solución de continuidad. Mujer de palabra, cumplió. Tuvo 47 diputados y no se acostó, ni mucho menos coqueteó, con Podemos.

Su gestión en Andalucía se resume en una comunidad tranquila, centrada y sin grandes convulsiones sociales. Está dando la vuelta a una economía anquilosada y subsidiada y con unos niveles de paro registrado del 29%. Desempleo más estadístico que real pues desgraciadamente los niveles de economía sumergida superan de largo el 30%. A los hechos de su gran gestión me remito: el PIB conjunto de las ocho provincias crece a un 3,2%, idéntico a la media nacional cuando proverbialmente estuvo por debajo, y el PIB per cápita al 4,1%, el doble exacto que el promedio de toda España.

Sobre su integridad personal tengo entre cero y ninguna dudas. Vive como una persona de clase media en Triana, su barrio de toda la vida, en una casa normalita, en un hogar que a los palaciegos Matas o Urdangarin les parecería una chabola. A la ilustre miembro de «la casta de los fontaneros» –genial su respuesta a las gilipolleces terminológicas podemitas– también le endosan el muerto de los ERE olvidando que cuando se pusieron en marcha ella tenía 25 años y estaba, como todos los miembr@s de las Juventudes Socialistas, para los recados. La intentaron enmerdar de nuevo con el caso de los cursos de formación sin darse cuenta que los deseos de los malévolos chocaban con la realidad. Que si su marido estaba involucrado en el escándalo, que si su cuñado también, que si a su hermana Rocío la hicieron jefa de azafatas del AVE por enchufe, que si patatín, que si patatán. Cuando le metes mano al escándalo compruebas que no hay nada. Pero también que si esto es todo lo que tienen contra ella estamos ante la política/político más honrado de este país todavía llamado España y que si ella gobierna, se seguirá llamando España.

Pero vayamos al lío de las corruptelas susanistas. El protagonismo de su marido, José María Moriche, más conocido como Mori o El Marqués, se limita a haber trabajado para la UGT. Sindicato que, por cierto, organizaba cursos de formación. El sueldo del maridísimo era de futbolista de Real Madrid o Barça: los meses que más 1.200 euros, los meses más apañados 700. No me he comido ningún cero. Eso es todo lo que tiene contra Mori la pinza que en la sombra conforman PP de Andalucía-Podemos. Si es un escándalo que tu marido gane 50 euros más que el Salario Mínimo Interprofesional que venga Dios y lo vea. Qué decir de lo del cuñadísimo: resulta que también trabajó en cursos de formación y resulta que lo máximo que descubrieron fueron unos gastos de viaje de 2.000-3.000 euros. Eso sí, debidamente justificados. Lo de la hermanísima Rocío es para mear y no echar gota: llevaba 10 años como azafata de esa gran obra ferroviaria que vertebró España, ascendió y se montó el pollo padre porque ascendió. Volvían a mezclar bilis y seso: pasó de azafata rasa a jefa pero no por un trifásico sino por antigüedad y méritos.

Que hay que volver a ese bipartidismo imperfecto que de momento es lo más perfecto que hemos vivido lo tengo claro. España tiene que pivotar entre una formación de centroderecha liberal y un gran partido socialdemócrata. Como, por cierto, ocurre en toda Europa. Y cuando uno lo haga mal, venga el otro. Y cuando el otro deje la sensibilidad social en almoneda, que vuelva el uno a reavivar el equilibrio social. Y que cuando el uno destroce la economía, que regrese el otro para reconstruirla. Lo demás son ganas de echarnos al monte innecesariamente con el riesgo de que la duodécima locomotora mundial se vaya al carajo para varias generaciones si los bolivarianos asumen la hegemonía de la izquierda por incomparecencia del rival. Si la Transición salió bien fue precisamente porque el Partido Comunista quedó reducido a la condición de comparsa y si la nueva España quiere salir bien parada de los envites del futuro necesariamente habrá de tender al centro. Que como subraya aristotélicamente la primera ministra danesa de la serie Borgen, Birgitte Nyborg, «la virtud está en el centro». Hoy más que nunca. Y Susana tiene meridianamente claro que Aristóteles dio en el clavo. Y por eso llegará lejos. Y por eso el PSOE volverá a ser el que fue en los años 80. Y por eso España será mejor. Y por eso Pablo está de los nervios. Porque a más PSOE, menos Podemos.

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