Pablista o Errejonista, pero igual de totalitario

Pablista o Errejonista, pero igual de totalitario
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Ni divorcio de las divas de la alfombra caraquense, ni medidas cautelares para repartirse a las tribus del podemismo: las pablistas y las errejonistas. Las verdaderas estrategias de poder no se tuitean. No se regalan a la muchedumbre ni al enemigo político, por mucho que, desde sus inicios, el de Podemos haya sido un proyecto aquejado por la incontinencia y la fanfarronería propias de líderes encerrados en el cuerpo de adolescentes hormonados jugando a la tarea de la cosa pública. En Podemos las tácticas de poder sólo se revelan cuando existe la voluntad firme de engañar. A esto obedecía la mentira que el pasado martes se nos regalaba en forma de tuits cruzados entre Iglesias y Errejón al intentar hacernos creer que la formación morada está compuesta por radicales y moderados. La realidad es sustancialmente distinta: en Podemos no cabe la ponderación ideológica en ninguna de sus facciones, sino la moderación como estrategia en uno de sus dos esquemas tácticos.

Podemos propone dos formas muy distintas de alcanzar el poder y con ello implantar el mismo proyecto ineficaz y totalitario. La primera es la de Íñigo Errejón, que desempeña el papel de un nuevo papá socialdemócrata con la esperanza de fecundar el tremendo y nostálgico vacío de liderazgo que existe en la socialdemocracia española, cuyo monopolio sólo habían disfrutado hasta ahora los de Ferraz. Su aparente moderación pretende, además, borrar el recuerdo de aquellos sollozos y afectación que mostraba en el funeral por Chávez, en el que Iñigo hablaba a “aquellos miles de huérfanos de la revolución bolivariana. Miles de caras serenas preñadas de futuro. De miles de Chávez”. Hoy, tras dos años de milagrosa transformación de cadete de alma guerrillera a socialdemócrata nórdico, Errejón afirma que “a los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre, pero aún no confía en nosotros.”

El segundo esquema táctico es el de Pablo Iglesias. El de la ortodoxia de la plasta hedionda de la vieja revolución. Intenta lograr algo mucho más inquietante y efectivo que la mera politización de la justicia y los medios de comunicación: la politización del miedo a la precariedad y del dolor. Agitar el espantajo de la opresión de los poderosos, de los mercados y los privilegiados con el poco crédito del nuevo rico que dice que sigue siendo “gente normal”. Entretanto se levanta 120.000 euros al año por azotar el rencor y el odio de clases como estrategia de movilización con sonetos proletarios de Rafael Alberti.

En ambos casos, en el de Errejón y en el de Iglesias, llama la atención el descaro con el que pretenden manipular a la población con el miedo y la incertidumbre. Ambas estrategias manejan el temor a perder aquello que creemos tener garantizado y esfuman el statu quo. Manejan el desasosiego paralizante de las mismas clases sociales que mantienen su sueldo de diputado. Iglesias y Errejón sólo discrepan en la forma de alcanzar el poder. La única diferencia entre ambos reside en que el primero sigue reverberando al comandante Chávez sobre el escaño, mientras el otro sabe que esa Venezuela mancha y estigmatiza. Ambos priman la voluntad y la moral colectiva despreciando la libertad individual. Y ambos creen que la raza humana se divide políticamente en dos facciones: aquellas que quieren controlar a las otras personas y aquellas que necesitan ser controladas. Demostremos que hay una tercera: aquellos que no queremos controlar ni permitiremos ser controlados.

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