Tres de cuatro no nos harán felices

Tres de cuatro no nos harán felices

En España, unos desarraigados, desde su antidemocracia fanfarrona liderada por un troglodita resuelto a azotar a una mujer, han decidido  ser los nuevos camaradas de algunos corrosivos burgueses catalanes y vascos que han emprendido un viaje inútil hacia la independencia. El rastrero y malévolo asociado pretende embaucarles con su fervor anticonstitucional. Y tales Burgos podridos se dejan querer. Juntos, libertarios y rateros, sueñan con que España se arrodille, claudique, se desgaje y desprecie su egregia Historia. Van de ala esos ingratos mercachifles. La Guardia Civil y un Ejército profesional, oída la orden, van a meterlos en vereda. De persistir la turba en triturarnos la paz puede toparse con la ley más peligrosa e implacable de todas las leyes, la que pone las cosas en su sitio. Aunque para ver un final tan maravilloso, habríamos de tener un presidente con arrestos que no se eche a temblar a la hora de aplicar la Constitución.

De seguido —a salvo de burla el centrista indeciso y veraz que busca lo mejor para este país— atendamos a los esculpidos en mármol, por inmovilistas y pasivos. Clavados a sus asientos, igual que ladrones a una cruz romana, saben que, de arrancarse las puntas, desaparecerían de la actualidad política en un santiamén y para siempre. Pero como al dúo de ególatras disecados se la resbala —incluyendo España, por supuesto— cuanto no sea su mezquino ego-trip, no hay cristiano que los doblegue o les convenza de que se vayan a freír espárragos. Si al menos algún espontáneo inventase y legalizara un filtro mágico para enviarles, al alimón, en un vuelo charter sin retorno a esas praderas del olvido que ahora están de oferta en cualquier agencia de viajes y que te plantan en un remoto y paradisíaco lugar del sudeste asiático en cosa de 15 horas… Allí, los pavos del mambo estático serían muy felices pues nada les impediría poder seguir sin comunicarse.

Endurezcamos la mofa, pasemos al drama. Estos personajes oscuros que abusan de nuestra paciencia e inflaman nuestros ánimos, desde los infatuados caciques de clanes históricos hasta aquel energúmeno con trenzas que cree ser la reencarnación en neón del Ché Guevara, a tenor de las trolas que nos sueltan y lo mucho que fingen, parecen descender psicológicamente del mismo prototipo: Polichinela. Así lo exige la sátira y así nos encabronan la vida. Y ellos, tan panchos, pasando de nosotros como aves por el cielo. Que cada cual se las arregle a su modo. Pasan olímpicamente de la gente. No en vano la sangre que corre por sus venas está hecha de piedra pómez molida y son tan fríos como el coño de una foca. Unos representan a los radicales de la prosperidad, el otro a los reaccionarios de la escasez. Su meeting point en el mapa político español les vale a los tres para tapar la podredumbre que generan sin parar. Si nos deshiciéramos de ese tridente, les garantizo que no habría terceras elecciones.

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