Sánchez encasquilla España y nos quiere amargar la Navidad

Sánchez encasquilla España y nos quiere amargar la Navidad

Pedro Sánchez ha dado el paso definitivo en su huida hacia adelante y lo hace a costa de España y de los españoles. El secretario general del Partido Socialista antepone el egoísmo al sentido de Estado. La ambición personal a los intereses generales. Es cierto que tras consumar el “no” en la sesión de investidura asegura, de momento, su posición al frente del PSOE. No obstante, serán los ciudadanos quienes acarreen con los costes de su capricho. En un país donde la palabra ‘política’ comienza a ser sinónimo de abulia, los votantes tendrán que comerse el turrón en la cola de los colegios electorales. Unas terceras elecciones consecutivas son una irresponsabilidad. De celebrarse el 25 de diciembre se convertirían además en un esperpento inconcebible incluso para Ramón del Valle-Inclán.

Sánchez propicia un contexto desastroso para España con el agravante de haber arrasado cualquier posibilidad de pacto con el PP tras definir como corrupto a Mariano Rajoy. Y eso que el presidente en funciones tuvo altura de miras a la hora de ofrecerle pactos de Estado en temas tan importantes como educación, pensiones y financiación autonómica. Empero, ni siquiera el llamamiento de Albert Rivera, su anterior socio, ha servido para modificar ni un ápice la postura ombliguista del líder del PSOE. El presidente de Ciudadanos ha estado impecable tanto en el fondo como en la forma de su alocución y ha mostrado una loable voluntad de estadista. Sus constantes apelaciones al entendimiento general han recordado a los mejores políticos de la Transición, con Adolfo Suárez a la cabeza.

A pesar de todo ello, nada ha servido para que el dirigente socialista modifique su posición. Esa postura irreflexiva conllevará graves consecuencias para la nación. Entre otras, ni las pensiones ni los salarios podrán actualizarse, cercenando así sus respectivas subidas. Además, el desgobierno y la parálisis institucional se prolongará más de un año con el consiguiente perjuicio para nuestra imagen, algo que repercutirá de un modo nefasto en las inversiones. Por si fuera poco, la innegable mejora económica que ha legado el Gobierno del Partido Popular languidecerá sin unos Presupuestos Generales para 2017 y con la aprobación de un techo de gasto de emergencia. Una situación comprometida para España, que ha de cumplir su compromiso de bajar el déficit del 3%, tal y como ha acordado con Bruselas y que es condición indispensable para estar en el euro. Un requerimiento que se vería en entredicho de cara a 2018 si empezamos por no tener Presupuestos para el próximo ejercicio.

Además, ni las comunidades autónomas ni los ayuntamientos —sean del signo político que sean— recibirán los recursos necesarios para su óptimo funcionamiento. Este hecho, por el que algunos barones socialistas verían comprometida su gestión, podría ser uno de los últimos recursos para que Sánchez cambiara de parecer. Sin embargo, el madrileño parece inmune a las palabras de muchos de sus compañeros de formación, partidarios de convocar un nuevo Comité Federal para dilucidar la postura del PSOE tras el intento fallido de Rajoy. A expensas de lo que suceda el próximo 25 de septiembre en las elecciones de Galicia y País Vasco, y la incidencia que ambos comicios pudieran tener a nivel nacional, las terceras elecciones parecen inexorables. Dada la irresponsabilidad de Pedro Sánchez, un Gobierno de consenso encabezado por el PP resulta a estas alturas casi una utopía. Por otra parte, una alternativa de “las izquierdas”, como le gusta decir al propio Sánchez, al margen de no sumar supondría la muerte súbita para nuestro país. Más, si cabe, tras lo visto durante esta jornada en la Cámara Baja, donde Pablo Iglesias y la ranciedad de su visión política —siempre arraigada en nomenclaturas caducas del siglo XIX y principios del XX— hacen que los más jóvenes parezcan los más viejos.

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