EL YANG: Mariano y Albert, la necesidad y la virtud / El YIN: Pedro, la culpa te la echarán a ti

Gobierno
Rajoy, Sánchez y Rivera en una imagen de archivo (Foto: Efe).

EL YANG: Mariano y Albert, la necesidad y la virtud

Parece que fue ayer cuando escribí en este mismo hueco una columna titulada: «Regeneración o muerte». Y no fue ayer sino el 12 de diciembre de 2015, ocho días antes de la primera de las dos elecciones generales que acumulamos en ocho meses. El corolario de aquellas 1.754 palabras se resumía en 101: «Gane Rajoy o gobierne Sánchez (Pablemos no cuenta por mucho que nos suelte el rollo de que van a dar la vuelta a los sondeos), el gran debate de la próxima legislatura será el de la regeneración democrática. Sea presidente el uno, el otro o el de más allá, ninguno podrá sortear esa agenda de reformas éticas que la sociedad española demanda a gritos. El ciudadano al que los españoles arrendemos el Palacio de La Moncloa hasta 2019 deberá ponerse al frente de la manifestación por la regeneración de este país o la manifestación por la regeneración se lo llevará por delante».

En el elenco de electroshocks regeneracionistas citaba la supresión de los aforamientos, la modificación de la Constitución para que el fiscal general no dependa ni lo designe el Gobierno, el fin de los indultos a políticos, las listas abiertas, las primarias por ley, la prohibición de la disciplina de voto, la vuelta al esquema establecido en la Carta Magna para que el gobierno de los jueces lo elijan mayoritariamente… los jueces resucitando a Montesquieu, la inclusión de la cárcel en las penas por prevaricación, la dimisión inmediata de los políticos sorprendidos con las manos en la masa; la creación de un cuerpo de jueces anticorrupción, y la profesionalización o el cierre de las tan onerosas como propagandísticas televisiones públicas (¿tenemos que pagar con nuestros impuestos la propaganda del presidente de turno?), entre otras medidas higienizadoras de la vida pública española. Un compendio de impulsos éticos que yo denominé Agenda 2019 porque esperaba, confiaba y deseaba que se implementasen en la legislatura 2015-2019.

Mientras le daba a la tecla cruzaba los dedos con la esperanza de que algún día nuestra España sacralizara medidas que en democracias como las anglosajonas o las escandinavas no se discuten porque forman parte del corpus intelectual, político y legal desde hace más de un siglo. Y hete aquí que, por esas cosas de la aritmética parlamentaria, por aquello de que los mejores periodos de gobierno desde el punto de vista ético coinciden con Ejecutivos en minoría, la Agenda 2019 va a llegar con tres años de antelación. Cierto es que se han olvidado de algunos de estos epígrafes pero no lo es menos que si alguien nos llega a vaticinar hace dos años que los aforamientos pasarían a mejor vida, lo hubiéramos tomado por loco y hubiéramos telefoneado al frenopático más próximo para que vinieran a por él.

Si Ciudadanos no se echa atrás en el último segundo, pasaremos de 17.621 aforados a cero, asemejándonos a Alemania e Italia, donde sólo gozan de ese privilegio medieval los presidentes (que no los primeros ministros). También conseguiremos que se obligue a tomar las de Villadiego a los mangantes cuando el juez los siente en el banquillo (ahora dependemos del voluntarismo del presidente o secretario general respectivo). Y que al más puro estilo yanqui un presidente no pueda estar más de ocho años para evitar que la ocupación legítima de un cargo degenere en abuso de poder (si a ellos les funciona razonablemente bien, ¿por qué nosotros vamos a ser menos papistas que el Papa?).

Lo de los indultos es tan escandalosamente obvio que hace ya más de tres años que el Gobierno no concede ninguno a políticos trinconetis. En la era Gallardón se otorgó a unos practicantes del tra-ca-trá patrio de un partido que ya no está ni se le espera, Unió Democràtica. Con ese excelente ministro que está demostrando ser Rafael Catalá jamás se ha planteado la barbaridad que suponía que el amiguete del partido de enfrente te ayudase a sortear la estancia que Doña Justicia te había regalado en el hotel rejas. Queda por ver qué pasa con las listas abiertas o desbloqueadas que reclama un Albert Rivera que ha exhibido un gigantesco sentido de Estado pese a que algunas de sus exigencias se están descafeinado. Espero que vean la luz porque yo personalmente estoy harto de tener que taparme la nariz y tragarme a un tipo en la lista que voy a votar que sé positivamente que es un golfo y/o un incompetente. A más, a más, los votantes tenemos que poder decidir no sólo a quién metemos en la papeleta sino en qué orden.

Lo de la comisión de investigación del caso Bárcenas parece que se desinfla. Lógico. Para empezar, las comisiones de investigación son un brindis al sol en España, entre otras razones, porque patrañear sale gratis. Con lo cual, al final todos los comparecientes mienten más que hablan. En Estados Unidos acarrean consecuencias jurídicas, fundamentalmente, porque si te pasas la verdad por el arco del triunfo cometes perjurio. Lo que desde luego no tiene un pase es que se pretenda limitar la corrupción a un solo partido, por mucha corrupción que haya tenido ese partido. ¿O es que acaso los socialistas, con sus ERE y los cursos de formación, son unos santos, o es que tal vez los podemitas que hacen el egipcio a saco con Venezuela e Irán son unos beatos? Si hay achicoria que sea para todos. No puede ser que ese brebaje de tan mal sabor se le endose a uno y los demás se queden tranquilamente saboreando el mejor de los cafés colombianos.

Seguirá quedando mucho por hacer en esa gran asignatura pendiente que es el regeneracionismo ético. Pero en un mes hemos avanzado más que en 38 años. Con Suárez, Calvo-Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy hemos disfrutado de una gran democracia que, eso sí, tenía como punto débil la sobreprotección del político. Al punto que esa sobreprotección llevaba a que muchas veces los chorizos se fueran de rositas o a que costase Dios y ayuda echarlos de la vida pública por muchas pruebas que hubiera. Sea quien sea presidente, yo espero que Rajoy y cuanto antes para evitar más desgobierno, tendrá deberes por delante. El primero: portar el estandarte de la Agenda 2019 ampliando aún más las dosis de salubridad de nuestra democracia. Agenda 2019 o muerte. Civil claro. Parafraseando a Churchill hay que colegir que esto no es el principio del final de ese afán por una España mejor del que hablaba Joaquín Costa sino el final del principio.

EL YIN: Pedro, la culpa te la echarán a ti

El veredicto de las urnas el 26 de junio fue si me apuran más diabólico que el del 20 de diciembre. En primer lugar, porque ninguno de los dos bloques tenía 176 diputados en el bolsillo. En segundo, y en este caso el orden de los factores no altera el producto, porque a Pedro Sánchez le sitúa en un dilema que no se resume en el manido «susto o muerte» sino en uno infinitamente peor: muerte o muerte. Porque si da el visto bueno a la reelección de Mariano Rajoy toda la izquierda se volverá contra él digitándole como el responsable de que gobierne ese santiagués de Pontevedra que, pese a ser una bellísima persona, para ellos es el padre de todos los males, Belcebú en persona, una suerte de Charles Manson en versión patria.

Y tampoco podemos ni debemos olvidar que si el PSOE facilita por omisión la investidura del gallego, corre el riesgo de dejar en manos de la banda totalitaria podemita la autoridad moral de la izquierda. Que era lo que nos faltaba ahora que ese mal sueño de una noche de invierno y otra de verano parece superado. ¡Sería del género más imbécil que uno pueda imaginar insuflar aire a estos púgiles morados que desde el 26-J deambulan groggys por el centro del ring! Resucitar a tipos como Iglesias que ha sido titular de cuentas en paraísos fiscales, que es íntimo del etarra Otegi y que apostaba por «azotar a Mariló Montero hasta que sangre». Darle una segunda oportunidad a un sujeto como Echenique que, al más puro estilo negrero, no paga la Seguridad Social de las personas que trabajan para él. O que, en un tono repugnantemente machista, canta en público la melodía que publicó este martes OKDIARIO: «¡Chúpame la mingaa Domingaaa, que tiene sustanciaaaa!». Por cierto, me pregunto yo, qué ocurriría si el protagonista no es el número 3 de Podemos sino Rafael Hernando. Me autorrespondo rápidamente: que estaría ya  viviendo en ese nuevo planeta que acaban de descubrir.

A nivel humano puedo llegar a entender a Sánchez. Que Rajoy sea presidente de nuevo, como dictaminó la mayoría de los españoles, le enviaría de nuevo a la bancada de la oposición y sus días al frente del Partido Socialista estarían contados. Más que nada, porque el Congreso pendiente acabará dando la Secretaría General al mayor talento político joven de este país: Susana Díaz. A él sólo le vale ser presidente: ahora o, si suena la flauta, el 25 de diciembre. Si lo intenta una vez que Rajoy fracase, el PSOE saltará por los aires. El ex jugador de Estudiantes sólo podría ser presidente haciéndole un corte de mangas a la resolución del Comité Federal, máximo órgano entre congresos, y pactando con los independentistas. Espero que no se atreva a tanto. Aunque osado, maquiavélico y tramposo ha demostrado serlo un rato.

Sea como fuere, salgan churras o nazcan merinas, está atrapado. Él quiere nuevas elecciones porque confía en subir absorbiendo a los hijos pródigos socialistas que emigraron a Podemos. Sabe que es su única posibilidad de sobrevivir y me da que va a ir hasta el final. Tan legal e inmoral es esa decisión como legítima y moral la que tome Juan Español cuando le culpe a él de tener que volver por tercera vez a las urnas en un año, de que a los jubilados no se le actualicen las pensiones ni tampoco el salario a los funcionarios porque habrá que prorrogar los presupuestos, de que nuestras infraestructuras queden paralizadas y de que Bruselas nos congele los fondos estructurales. Y no sigo para no amargarles el día. 

Pero que no se equivoque ni se haga trampas al solitario. Es verdad que otros comicios, y la inocentada de que sean el 25-D, dejarán el crédito de nuestros políticos en general no en el subsuelo sino más bien  en el centro de la tierra. Pero tan verdad o más es que la ciudadanía apuntará tan particular como mayoritariamente a uno de nuestros próceres: Pedro Sánchez. Pasará a la historia como el hombre que nos hizo votar entre bocado y bocado de turrón y con una resaca de cava de aquí no menees. Le dirán de todo, menos guapo, y por su orden. Yo que él no lo haría. La altura moral de un gran hombre se mide más por sus grandes renuncias que por sus grandes logros.

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