Socialistas al borde un ataque de nervios. ¡La gran oportunidad!

Socialistas al borde un ataque de nervios. ¡La gran oportunidad!

Rajoy se sienta, por fin, con Rivera e Iglesias. Fiel a sus tiempos, sin prisas, sin vehemencia, deja pasar los días como si no hubiese ninguna urgencia. En contraposición, el Comité Federal del PSOE del pasado sábado, 9 de julio, nos dejó una imagen muy nítida: la de un Partido Socialista con una clara crisis de identidad… o casi. Pedro Sánchez reapareció después de 13 días de total ausencia sin el menor atisbo de autocrítica y, entre otras cosas, para poner a parir a Pablo Iglesias. Alegrándose del supuesto ‘declive’ de la formación morada. Una falta de fair play y un exceso de odio. No suficientemente justificados por la actitud de Iglesias en la anterior -y corta- legislatura y por no apoyarle en la formación de un Gobierno de progreso. El resto de líderes socialistas, cada uno a su bola, cada uno con su cuento y su egoísmo, fieles a su propia agenda y leyendo la situación a su manera. Versos sueltos con una única línea común: NO, NO, NO… a la investidura de Mariano Rajoy. NO, NO, NO… pero ¿hasta cuándo? ¿Qué pasará si Rajoy no alcanza con otras fuerzas políticas a reunir los mínimos y necesarios apoyos para posibilitar un Gobierno en minoría?

En realidad, es hora ya de que se diga, alto y claro, que los únicos responsables del doble desastre electoral son los propios socialistas, por no tener una posición única y sólida ante los problemas de la gente. Los líderes socialistas, TODOS, no sólo Pedro Sánchez son responsables de una imperdonable falta de unidad. Barones siempre divididos y muy poco solidarios con un líder elegido por los militantes en primarias y colocándolo después a los pies de los caballos una y otra vez. Un líder se hace, NO nace. Esta frase tan trillada es más que nunca aplicable a Pedro Sánchez que desde el primer día como secretario general ha tenido que enfrentarse a crisis internas además de a los retos de sus electores.

LA FRACTURA SOCIALISTA

La falta de unidad expuesta el pasado 9 de julio por los cuadros socialistas no ha sido más que la demostración de cómo esta formación política está rota y necesitada de cambios urgentes. La falta de Liderazgo de Pedro Sánchez, sí, pero del resto de sus barones también, es más que evidente.

El resultado del 26J ha sido sobre todo una explícita demostración ciudadana de un NO rotundo a Sánchez y al Partido Socialista. O al menos a «su» partido socialista. Pasar de los 90 a 85 escaños NO puede tener otra lectura que no sea la de la derrota. Pedro Sánchez consiguió con una segunda semana de campaña excelente y menos depresiva que la primera captar casi 700.000 votantes de Unidos Podemos del 20D, unos 530.000 en el caso de Podemos y de 156.000 en el de IU. Finalmente, se evitó el tan temido sorpasso gracias al voto de ex votantes del PSOE que cual «hijos pródigos» volvieron a confiar en la madre socialista y en su historia. A esos votos hay que añadir casi 300.000 que votaron gracias a la llamada desesperada de los últimos días, votantes que iban a abstenerse y que en cambio votaron rojo.

El resultado del 26J nos dice que el PSOE tiene actualmente 4.300.000 votos estructurales más los 560.000 de los que han recuperado a UP y los 300.000 de los cuales hemos hablado y, a pesar de esas transferencias de voto no mejoró su resultado electoral porque 560.000 de sus votantes del 20D se fueron a la abstención y a pesar de todo, sólo 85 escaños.

Tras este fracaso, los socialistas están obligados a encontrar una salida a una situación de ingobernabilidad interna sin precedentes y de una perdida ya constante de apoyo. Un endiablado túnel entre la muerte y una grave enfermedad que necesita urgentes cuidados intensivos.

¿Cuál es la mejor solución? ¿Qué decisión deberían tomar para conseguir que el camino por el que finalmente transite el PSOE sea el mejor para los socialistas?

La respuestas no son fáciles, menos cuando NO hay ninguna unidad interna. La falta de apoyo al líder es evidente, a pesar de que muchos barones nieguen, una y otra vez, las fisuras internas.

Una de las claves de cuales tendría que ser el escenario ideal a elegir es analizar en primer término las premisas:

Primero hay que hacer autocrítica

El PSOE no ha ganado las elecciones. Su rol hegemónico en la izquierda es más que dudoso. Lo que sí es indudable es que a pesar de todo se ha evitado el sorpasso de Unidos Podemos.

La arrogancia de UP, los constantes cambios de rumbo ideológicos, la pérdida de credibilidad de Iglesias debido a sus postureos equivocados en el Congreso, y las políticas del miedo puestas encima de la mesa de todos los ciudadanos han debilitado la formación morada dejando aire a un PSOE que en las encuestas se veía relegada a tercera fuerza.

Lo peor de los resultados del 26 de junio para los socialistas es no conseguir la victoria en ninguna autonomía y haber ganado sólo en tres provincias de toda España. Mantener Jaén, Sevilla y Huelva es una cosecha demasiado pobre. Una realidad que hace casi imposible, o poco aconsejable, que el PSOE vuelva a intentar la conformación de Gobierno, con sólo 85 escaños. Los españoles han dicho que no quieren un Gobierno del PSOE, los españoles han dicho que tampoco quieren a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. No hay ninguna duda. Incluso aquellos que piensan que los 8 millones de votos obtenidos por el PP pueden confrontarse con los 15 millones de todos aquellos que no votaron a Rajoy se están dejando llevar por una quimera.

Izquierda versus derecha

Quedan aún algunas claves más por esbozar en la lectura de los resultados del 26J. Una sustancial es la de que el bloque de centro derecha formado por PP y Ciudadanos suma más escaños que el conformado por PSOE y UP. Esto nos dice que los electores quieren que gobierne el PP sin mayoría absoluta. La corrupción sí que ha pasado factura en esta ocasión. Los ciudadanos no le han dado al PP la confianza para que gobierne en solitario. Y el PP se encuentra solo y se ve en la necesidad de limosnear un apoyo del PSOE que, por supuesto, los de Sánchez no pueden darle, para no suicidarse con un harakiri que los pondría en manos de UP. Algo que sería su tumba definitiva. Muchos ciudadanos están indignados pensando en la posibilidad de ver de nuevo en la Moncloa el líder de las políticas austericidas, quien se ha enfrentado con tibieza a los escándalos de corruptelas mafiosas, el del «se fuerte Luis». Pero, como siempre digo, los ciudadanos que votan a corruptos no son víctimas son cómplices y es evidente que cómplices hay muchos por toda España y en todos los partidos.

Los líderes socialistas están invitando desde el 27J al PP a formar un Gobierno con fuerzas de centro derecha pero saben muy bien que en este caso, y a diferencia de lo que pasaba en el pasado, la deriva independentista Catalana, condiciona la formación del futuro gobierno de España. NO hay mercadeo posible en Cataluña en este momento.

Las posibilidades del PP para conseguir apoyos parlamentarios, sin generar un problema para la unidad de España, se reducen al difícil respaldo del PNV, Ciudadanos, y Coalición Canaria. Frente a este panorama muchos ciudadanos de manera unánime, y casi todos los medios de comunicación, piensan que los socialistas deberían apoyar de alguna forma al PP para que pueda gobernar. Según una encuesta publicada hace dos días por El País 7 de cada 10 votantes socialistas quieren la abstención del partido. Los socialistas no comparten los resultados de esta encuesta y ni quieren ni pueden apoyar al PP. Tan simple como esto, ¡sería un suicidio imperdonable!

Recuperar su sentido de Estado

Dando por descontado la imposibilidad de una gran coalición y la nula posibilidad de conseguir que Rajoy se haga a un lado, los socialistas necesitan más que nunca ser pragmáticos y aprovechar de alguna forma el momento. Una legislatura de cuatro años con Rajoy a la cabeza es imposible. Yo considero que sería deseable que Pedro Sánchez pactara una más corta de entre 12 y 24 meses como máximo, en la que se prorrogue el actual Gobierno con una abstención del PSOE a una legislatura basada sobre 8 ejes fundamentales y acordados, entre las cuatro fuerzas políticas principales del País.

Los 8 ejes de un cambio sustancial

Estos pilares serían: Educación, Trabajo y Pensiones, Regeneración Democrática, Reforma de la Constitución, Mercado Financiero, Blindaje del Estado del Bienestar y Derechos Sociales, Actividad Empresarial y, por último, Reforma de la Ley Electoral.

Estos 8 ejes clave de una nueva transición nos llevarían a unas nuevas elecciones con un PP y PSOE que tendrían tiempo de renovarse, cambiar sus líderes si lo consideran oportuno, trabajar a fondo sus ideologías adaptándolas de forma adecuada a los nuevos tiempos y a un panorama político plural y que ha acabado con el bipartidismo.

Pedro Sánchez: ¿Un sacrificio necesario?

Los verdaderos líderes se reconocen en las derrotas más que en las victorias y Pedro Sánchez necesita llenar de contenido y dotar de sentido su derrota por el bien del país y del Partido Socialista.

Si Sánchez consigue obligar a Rajoy a esta agenda de reformas imprescindibles en conjunto con el resto de fuerzas políticas, habrá conseguido también darle sentido a su periodo de liderazgo dentro del partido. Él, casi seguro, no será el futuro líder de los socialistas pero si habrá evitado unas terceras elecciones. Suicidas para su partido. El PSOE necesita una renovación inmediata y éste es, en mi opinión, el único camino viable.

Es evidente que, a día de hoy, todavía es muy complicado saber lo que va a pasar y Pedro Sánchez, estoy seguro, no descarta al 100% intentar una investidura de progreso a la desesperada con las fuerzas que no quieren a Rajoy en Moncloa, pero ¿sería realmente lo mejor para el país y el PSOE?

Lo último en Opinión

Últimas noticias