Defraudadores de primera

Defraudadores de primera

La información es poder. El Estado lo tiene clarísimo y quienes viven de él todavía más. El Estado se ha convertido en traficante de información. Esa misma que debería custodiar y salvaguardar es la que utiliza para atacar a ciertos ciudadanos para ponerlos en evidencia y avergonzarlos. La publicidad de las ‘listas negras’ de Hacienda es el último y más sangrante ejemplo. Me pregunto cómo es posible que en un Estado democrático se vulneren derechos fundamentales con tanta facilidad y que nadie se soliviante. ¿Se dan cuenta de la gravedad de que en un Estado de Derecho se filtren datos de la Hacienda Pública o de la Seguridad Social o secretos de sumario? ¿Se dan cuenta de lo desprotegidos que estamos los ciudadanos frente al Estado? No me malinterpreten. No estoy de acuerdo con que los defraudadores o los evasores fiscales salgan impunes. Y no voy a abundar en esta ocasión en lo importante de rebajar las obligaciones fiscales –bajar impuestos e incluso eliminarlos – para erradicar y evitar estas prácticas. Pero tampoco se puede tolerar, llegados a este punto, la discrecionalidad de algunas instituciones del Estado como norma imperativa que actúa cual cajón desastre para adaptar el marco constitucional a placer.

Disponen el señor Montoro y su Ministerio de mecanismos para identificar, perseguir y sancionar a quienes eludan sus obligaciones. Airear los datos de los deudores es una fórmula burda, inquisitoria y muy morbosa para provocar efectos ejemplarizantes que ni el mismísimo derecho penal contempla entre los fines de la pena en España. No les digo nada si, además, subrayamos que en su punto de mira justiciero para nada se tienen en consideración ni las circunstancias propias de cada uno de los señalados ni el nada desdeñable detalle de que las Administraciones públicas no aparecen mencionadas, ni se molesten en buscarlas.

Es sabido que hay ciudadanos de primera y de segunda, o tercera… Pero también para la justicia hay corruptos, políticos y defraudadores de primera. Y si no, les propongo que jueguen a buscar las diferencias entre Messi y la Pantoja, en lo que se referirá –una vez conocida la del futbolista- al cumplimiento de la pena. La verdad del tratamiento diferenciado, incluso en el propio círculo del espectáculo, deja patente que el Estado elefantiásico cada vez nos aleja más de la democracia de participación ciudadana, de individuos con criterio propio. Nos precipita al abismo colectivo de los juicios paralelos y los abucheos en plaza pública. El crecimiento descontrolado y absurdo del Estado, su voracidad confiscatoria, su poder ilimitado y la sensación de impunidad de quienes manejan su aparato, han creado un monstruo que con tal de sobrevivir. Se alimenta devorando nuestras libertades.

Por mucho que se empeñen, publicar listas de morosos, salvo los costes reputacionales que tiene para los interesados –injusta y sesgadamente en la mayor parte de los casos– no es una medida eficaz para reducir la deuda pendiente de cobro de la Agencia Tributaria. En especial, cuando se ha duplicado en los últimos 10 años. Mejor haría el señor Montoro si, en lugar de tratar de hacer ruido recurriendo a métodos dudosos, pusiese el mismo empeño en convertir España en un país fiscalmente atractivo para sus ciudadanos y los inversores extranjeros. Con el Brexit, tiene una oportunidad única, si es que realmente existiese la voluntad de hacerlo.

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