La puntilla definitiva al PSOE

La puntilla definitiva al PSOE

La guerra interna entre Ximo Puig y la dirección nacional puede ser la puntilla final para el PSOE a la hora de conseguir unos resultados aceptables en las próximas elecciones del 26 de junio. El secretario general del Partido Socialista del País Valenciano (PSPV), tras lanzar un órdago para concurrir al Senado en una lista conjunta con Podemos, ahora eleva su apuesta y pretende hacer de las siglas regionales un partido que funcione al margen de Ferraz. Pedro Sánchez sigue sin poder tensar las bridas que controlen los impulsos en los centros de poder autonómicos del PSOE, lo que refleja la inconsistencia de su liderazgo. El secretario general sale casi a desencuentro semanal con sus barones.

En el último mes, hombres fundamentales dentro del partido como el propio Puig, García-Page o Guillermo Fernández Vara han cuestionado la gestión del madrileño. Una falta de respaldo que hará muy difícil que Sánchez afiance la imagen de autoridad necesaria para optar con mínimas garantías a la presidencia del Gobierno. Esta sensación de desunión, que últimamente tiene en Valencia un epicentro incesante, no ayudará en nada a que «el gobierno para el cambio» sea creíble de cara al electorado. El Partido Socialista necesita recuperar de manera imperiosa esos votos perdidos que, en la mayoría de las encuestas, vaticinan un resultado aún peor que el del pasado 20 de diciembre cuando se quedó en la pírrica cifra de 90 diputados y un 22,01% de los sufragios.

Cantidades que después se demostraron insuficientes para materializar cualquier opción de Gobierno que tuviera al PSOE como protagonista. En estos momentos, además, en el horizonte político aparece la más que probable amenaza del sorpasso tras la alianza entre Podemos e Izquierda Unida. Algo que consumaría un desastre histórico para los socialistas, que cederían el cetro hegemónico de la izquierda española por primera vez desde la Transición. Un hecho al que, sin duda, contribuiría la rebeldía de Puig. La Comunidad, lejos de ser una gran oportunidad para la formación del puño y la rosa ante los numerosos casos de corrupción vinculados al Partido Popular, se ha convertido en el mayor quebradero de cabeza tanto de Pedro Sánchez como de todo su equipo.

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