La demagogia de los gastos electorales

Alberto-Garzón
Cartel de Alberto Garzón, candidato de Unidad Popular- Izquierda Unida. (Foto: AFP)

Lo último que necesitan los ciudadanos tras más de cuatro meses de desgobierno es que la nueva campaña electoral de cara las elecciones del 26 de junio se conviertan en un constante ejercicio de demagogia. Si a nuestros representantes políticos les preocupa de verdad la economía del país, lo que tendrían que haber hecho es albergar un pacto sólido que acabara con el bloqueo institucional. Dado que hablamos ya de algo imposible, tratar a los votantes con sinceridad en esta campaña electoral debería de ser, cuanto menos, recomendable. Propuestas como la de Albert Rivera para reducir los gastos de campaña y hacer un mailing conjunto tiene cierto aire demagógico. Las campañas electorales, sin necesidad de ser dispendiosas, representan una parte esencial de la sociedad en la que vivimos: la democracia. Además, fomenta la actividad económica privada.

Los empresarios que ofrecen el servicio de autobuses para la campaña, los ayuntamientos que alquilan sus espacios públicos para los mítines o las propias empresas que se dedican a la publicidad y la cartelería. Todo ello activa y pone en funcionamiento el engranaje económico del país. Algo que hace falta para que el 3,4% anual al que crece nuestro PIB no se quede varado a mitad de camino entre el final de la crisis y la recuperación definitiva. Está bien la voluntad de desarrollar una gestión ahorrativa seria y rigurosa. No obstante, el gasto de una campaña electoral no será decisivo en el correcto devenir de nuestras cuentas públicas. Lo que sí necesita España, así como todos los españoles, es un Gobierno que siga profundizando en las reformas estructurales. Un Ejecutivo que trabaje por certificar una recuperación que, dado el desgobierno, se encuentra en punto muerto.

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