Cínicos, trincones, inmorales y demagogos

Iglesias-Errejón-Podemos
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias en un acto de Podemos (Foto: Efe).

El cinismo y la incoherencia, que vienen a ser primos hermanos, son los dos vicios que más detesto en la vida excepción hecha de la supina maldad. Quien fuera que alumbró el término «cinismo» parece que estaba pensando en la jefatura de Podemos. La definición de la Real Academia Española les viene como anillo al dedo: «Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables». ¿A que cualquiera de ustedes pensaría sin dudarlo un segundo que están mentando al conducator Pablo Iglesias, a Errejón, a la pija santiaguesa Bescansa o al sinvergüenza fiscal de Monedero? El único de todos ellos que a mi juicio se cree lo que dice es el tan meritorio como inteligentísimo Pablo Echenique, al que desde la distancia ideológica he de reconocer y reconozco como una de las cabezas mejor amuebladas del panorama político español.

Cínico, cínico de tomo y lomo para ser exactos, es aquél que protesta por la espectacular corrupción del PP (mucha de ella heredada por Mariano Rajoy) pero a la vez se está forrando por vías indecorosas o se financia de aquella manera. No puedes dar lecciones de moral, querido Pablo, cuando tú mismo has recibido dinero a paladas de potencias extranjeras con facturación falsa, testaferros varios y artificios contables mil. No puedes, ni debes, querido Íñigo, llenarte la boca de la palabra «ética» cuando percibías dinero público de la Universidad de Málaga sin ir a currar. Pasta, 1.800 euros al mes, que intentaste justificar presentando a posteriori, cuando te habían pillao con el carrito del helao, trabajos más falsos que Judas o literalmente fusilados. No puedes ni debes, querido sinvergüenza fiscal, recriminar una coma a los corruptos peperos cuando a ti te regalaron al menos 425.000 euros los regímenes totalitarios sudamericanos y los pretendías declarar como sociedad y no como IRPF, en fin, como el mismito Iñaki Urdangarin, Diego Torres y otros jetas que pululan por ahí.

El Irángate de Podemos, destapado esta semana en rigurosa exclusiva por OKDIARIO, es la máxima expresión del cinismo que gasta esta banda. ¿Se imaginan la que se hubiera montado si pusiéramos «PP» donde ponemos «Podemos» y si en lugar de escribir «Pablo Iglesias» anotásemos «Mariano Rajoy»? No habría tinta en el mundo para opinar sobre ello ni horas de televisión para poner el grito en el cielo. Y desde luego el presidente del PP se habría tenido que ir a vivir a la Estación Internacional Espacial como muy cerca.

No sólo es que te financies ilegal o irregularmente, apreciado Pablo, es que además lo estás haciendo gracias a una tiranía que ahorca a los homosexuales, tortura a los presos políticos, fusila a los ateos, lapida a las adúlteras y trata a las mujeres en general peor que a los perros. Muy ejemplar, conducator. ¿Y tú eres el que habla sin parar de la paridad y critica a los homófobos? ¿Hay algo más fascistomachista que lapidar a una adúltera y algo más repugnante desde todos los puntos de vista que colgar a una persona por su orientación sexual? ¿Dónde está la maravillosa Declaración de los Derechos Humanos de 1948 que tanto citas en tus comparecencias públicas?

Como reza el aserto popular: «Me encanta escuchar la mentira cuando sé toda la verdad». Me provocas arcadas cuando criticas (con toda la razón del mundo, dicho sea de paso) la evasión de dinero a paraísos fiscales que han perpetrado muchos dirigentes populares. Y me provocas vómitos morales porque a ti la teocracia iraní te ha astillado más de dos kilos vía Dubai, que es un pedazo de territorio off shore, y a través de Hong Kong, que es donde últimamente llevan su parné los corruptos del planeta. ¿Te imaginas, que la verdad no sé realmente si sólo es un imaginar, que descubrimos un día que el PP o el PSOE se financiaban con cuentas en Suiza o en Liechtenstein? Yo sí. El pollo sería celestial.

No me olvido de Venezuela, Pablo. Los casi 10 millones de euros que, según la oposición del país sudamericano, os han astillado los tiranos Chávez y Maduro están manchados de sangre. ¿Cómo podéis aceptar dinero de una dictadura que ha asesinado en los dos últimos años a 70 manifestantes y mantiene encerrados a 77 altos responsables de los partidos opositores? ¿No os da vergüenza?

Respeto reverencialmente a quienes os han votado, a esos 3,5 millones de españoles que han confiado en vosotros. No olvidéis, por cierto, que buena parte de los escándalos que os han puesto donde estáis los desentrañó el que suscribe (Urdanga, Pujol, Bárcenas, Granados, González, entre otros). Pero no puedo respetaros moralmente. «¿Por qué?», os cuestionaréis. Muy sencillo: pocas cosas hay en la vida tan censurables como decir una cosa y hacer la contraria. No sé si sois inmorales o amorales. Pero uno de los dos conceptos está encajado en vuestro ADN. Inmoral es el que sabiendo discernir entre el bien y el mal opta por el mal. Y amoral el que se inclina por el mal porque está desprovisto de sentido moral. Prefiero dejarlo y no mojarme porque no estoy en vuestra conciencia.

¿Y qué me decís Pablo, Íñigo, Carolina y Juan Carlos de esos ocho diputados y senadores vuestros que se las han tenido tiesas con la Justicia y/o con la ética? La moral no es precisamente virtud que adorne a Alberto Rodríguez, Jorge Luis Bail, Antonio Gómez Varela, Pedro Arrojo, Sergio Pascual, Josetxu Arrieta, José Ramón Galindo y Luis Benítez de Lugo. El primero fue detenido por agredir a unos policías, el segundo pegó a un guardia civil, el tercero apoyó públicamente al multiasesino etarra De Juana Chaos, el cuarto recibió ayudas irregulares de una fundación, el quinto destrozaba con un mazo la puerta de entrada de las TV que él creía piratas en Andalucía, el sexto es un ex etarra (arrepentido, eso sí), el séptimo fue detenido por llevar encima 10 envoltorios de cocaína y una piedra de hachís y el octavo está imputado por delito contra el patrimonio histórico. Unas joyitas, como ven. A esa prometedora y novedosa diputada malagueña que es Celia Villalobos, bandera de la regeneración del PP, le preocupan las rastas de alguno de ellos. A mí me la repanfinfla cómo se presenten en el hemiciclo. Como si quieren acudir en pelota picada. Es su problema. Lo que no me gusta un pelo es que sujetos de esta ralea sean representantes de la ciudadanía en el máximo órgano político y legislativo. Fundamentalmente, porque denotan una decadencia moral de consecuencias y límites insospechados. 

Y sois un rato demagogos. Carolina Bescansa es a la demagogia lo que José Tomás a ese toreo que también queréis prohibir: la quintaesencia. La demagogia es, os lo enseñaron en Caracas, como una especie de chicle que puedes estirar hasta el infinito. Lo del miércoles pasado, con el bebé pasando de mano en mano y soportando cuatro horas de pleno, pudo ser más delirante pero no más lamentable. Supone, para empezar, una utilización de menores con fines propagandísticos o electorales. ¿Que diría la Fiscalía del Menor si en lugar de la conocida y poderosa Bescansa la que protagoniza este espectáculo bochornoso es la desconocida María Pérez? Y, para continuar, es una muestra de ese machismo más rancio que creíamos superado. ¿Qué pasa? ¿Que el padre de Diego no puede cuidar a Diego? Mi bisabuela solía comentar: «Los niños son de las madres». A mi abuela ese concepto le parecía carca. A mi madre ni les cuento. Todo lo que hemos avanzado en igualdad en los últimos 30 años se fue al garete en esas apenas cuatro horas en las que una madre se llevaba al curro a su hijo porque al padre no le daba la gana de quedarse con el imberbe. O tal vez es que él también piensa que «los niños son cosa de las madres». ¿Por qué no empleaste esa maravillosa guardería de 500 metros cuadrados que el Congreso abrió hace una década en un ejemplo de modernidad? Guardería, por cierto, de la que echaba mano Carmen Chacón siendo ministra de Defensa.

Claro que lo de Carolina tiene mucha más trampa aún. A mí, no me la dais. La diputada podemita, hija de una de las familias más ricas de Galicia, accionistas de referencia de Televés y dueños de Laboratorios Bescansa, va de progre por la vida acarreando con su hijo a todas partes. Pero tiene truco: no va sola. Se lo lleva a la tele, al Parlamento y a donde sea menester para practicar esa demagogia barata que tanto le gusta, eso sí, acompañada de una o dos niñeras profesionales. Así cualquiera. Desgraciadamente, no todas las españolas están forradas ni son ricas por su casa como ella. El 99,9% se las ve y se las desea para conciliar vida laboral y familiar, entre otras razones, porque aquí no hay las ayudas que se otorgan a las madres trabajadoras en Suecia, Dinamarca, Noruega o Alemania. Aquí son auténticas heroínas. La ausencia de fondos públicos para estos menesteres es una de las razones de que ocupemos uno de los primeros lugares por la cola en natalidad a nivel mundial. Sin olvidar que en algunas empresas las mujeres no se embarazan porque tienen miedo a que el patrón de turno las ponga en su asquerosa lista negra.

Si estos pavos son los que van a salvar este país de la apreciable decadencia moral que padece mejor será que emigremos a Tanzania, Gambia o Mauritania. Un Gobierno de Podemos reduciría la ética a la condición de anécdota. Y la democracia española pasaría de estar en la Segunda División de Occidente a asemejarse a la de las naciones más pobres económica y moralmente del África subsahariana. Para este viaje a la nueva política no hacían falta semejantes alforjas. Si esto es la nueva política, yo me quedo con la vieja a la espera de que llegue ese mirlo blanco que regenere nuestro sistema de libertades de una puñetera vez. Que ya va siendo hora. 

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