Bueno para la monarquía

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Iñaki Urdangarin. (Foto: EFE)

Cuando el 22 de noviembre de 2005 salí de participar en el primer Illes Balears Fórum de Iñaki Urdangarin tenía dos cosas muy claras: que era un timo y que ni por el forro podía haber costado los 1,2 millones de euros que le habían sacado al contribuyente balear vía Jaume Matas. La presencia a mi lado en el escenario de Rafa Nadal, que venía de ganar su primer Roland Garros, de Samuel Etoo y de la campeona del mundo de gimnasia Elena Gómez ni siquiera alcanzaba para disimular la cutrez del montaje. “Es física y metafísicamente imposible que esta chapuza haya costado 200 millones de pesetas”, cavilaba en una época en la que continuábamos pensando en pesetas. Y contraponía el coste por dos días y medio de evento con los 30.000 euros que le costaba a EL MUNDO de Baleares que yo dirigía organizar en el mismito lugar 15 foros al año. Foros por los que desfilaron desde Mariano Rajoy hasta Ana Botín pasando por José Bono, Cándido Conde-Pumpido,  Jiménez Losantos, Esperanza Aguirre, Luis Aragonés, Florentino y Laporta, entre otros. El leit motiv de esta estafa en forma de evento era de coña: “Analizar la relación entre el turismo y el deporte.

Pero lo que ni en el más remoto de mis sueños podía sospechar es que pillaríamos al duque y a su corrupto socio Jaume Matas con el carrito del helado. Menos aún que lo hiciéramos muy pronto, tan pronto como dos meses y medio después de la consumación del timo de la estampita en versión ducal. Aquel 17 de febrero de 2006 enumeramos con todo lujo de detalles las cuentas del gran capitán Iñaki. Pasó al Govern balear la friolera de 120.000 euros en el capítulo llamado “servicios de prensa”. La comunicación del Fórum había salido a razón de 48.000 euros diarios teniendo en cuenta que duró 60 horas. Ni una cumbre Obama-Putin cuesta eso. Un robo a mano armada si, además, tenemos en cuenta que en la Dirección General de Comunicación del Ejecutivo balear había 50 periodistas en nómina. Lo más bestia de todo fueron dos apartados que lo dicen todo: 29.000 euros en faxes y 18.000 para una web del Illes Balears Fórum que jamás existió. Si esto último fue un atraco, ¡qué me dicen de los faxes! Aunque hubieran estado enviando documentos compulsivamente durante las 60 horas que duró el acontecimiento es física y metafísicamente imposible gastar ni la décima parte. Lo cual no obstó para que Iñaki y su cuate Diego Torres colasen este gasto sin que nadie les rechistase.

Se montó un lío de tres pares de narices y el Partido Socialista de las Islas Baleares, de la mano del valiente Toni Diéguez, llevó el latrocinio al Parlamento autonómico. Una (sesión) y no más, Santo Tomás. De repente, Diéguez dejó de preguntar al Ejecutivo balear por el Illes Balears Fórum. Y aquí paz y después, gloria. ¿Qué sucedió? Pues, lisa y llanamente, que José Luis Rodríguez Zapatero llamó a su barón regional, Francesc Antich, y le ordenó que se hiciera luz de gas. Y se hizo luz de gas. Como si el entonces incipientísimo caso Urdangarin no hubiera existido nunca.

El caprichoso destino habría de depararnos una sorpresa con el paso de los años. Un registro judicial ordenado en 2010 por José Castro en los archivos de esa casa de las mangancias que fue el Govern balear de Jaume Matas tuvo un regalo inesperado para la Justicia y envenenado para los futuros justiciables. Los agentes de la Policía Judicial habían ido a por documentación de otra corruptela de marca mayor, el velódromo de Palma que costó 110 millones en lugar de los 48 presupuestados, y se toparon con Las cuentas del Gran Iñaki. Las pusieron a disposición del juez Castro y el fiscal Horrach y ambos dieron un paso adelante para desentrañar un tejemaneje que les sonaba porque El Mundo de Baleares lo había destapado cuatro años antes.

Se pusieron manos a la obra en silencio, sin prisa pero sin pausa. Y pronto certificaron que estaban ante uno de los mayores casos de corrupción de la historia de España. En septiembre de 2011, nos topamos con una montaña de papeles, más de 1.000, que escondía un sinfín de golfadas perpetradas por el dúo Iñaki-Diego en colaboración con sus mujeres y en el caso específico de Torres, de toda la parentela política. Nos los empollamos a modo y manera y descubrimos que la cosa era mucho más bestia de lo que podíamos adivinar. “Pago de comisiones futuras”, 116.000 euros públicos pillados directamente por Aizoon, la celebérrima sociedad de los ex duques de Palma por “la gestión de la logística del Illes Balears Fórum”, desvíos al hermanísimo Mikel Urdangarin, trinques directos de Diego Torres y un tan largo como cantoso etcétera.

Ni siquiera entonces, con tal caudal probatorio, podía aventurar que la cosa pasaría a mayores. El Pacto de la Transición trajo muchas cosas buenas que permitieron pasar de la dictadura a la democracia de manera ejemplar pero también nos obsequió con numerosos puntos oscuros, entre otros, un autoamordazamiento cuando de hablar de los asuntos de la Corona se trataba. Autocensura más propia de ese medievo en el que los reyes disponían de vidas y haciendas ajenas que de una monarquía parlamentaria a la europea. Pero entre que en El Mundo cumplimos con nuestra obligación deontológica y que juez y fiscal anticorrupción se pusieron las pilas, el asunto pasó del estadio de la anécdota al de la categoría.

En el ecuador de septiembre a octubre de 2011 seguía en mis trece pensando que nadie se atrevería a hincar el diente a tan enorme bicho. El 7 de noviembre certifiqué cuán equivocado estaba. No sólo eso: también que España en general, y el Estado de Derecho en particular, había pegado el gran salto adelante que precisaba para dejar de ser un país de pandereta con ínfulas de líder mundial. Fue cuando el dúo Castro-Horrach registró las sedes del Instituto “sin ánimo de lucro” Nóos y los domicilios de la familia Torres en Barcelona. Casualmente, no el palacete de Pedralbes, que ya se sabe que el miedo es tan invencible como libre. El miedito a todo lo que oliera a Casa Real había pasado a mejor vida… pero no del todo. Y eso que Iñaki y su camarada se despertaron aquel lunes limpios de polvo y paja y se acostaron imputados por prevaricación, malversación, falsedad y fraude. Días más tarde, se encarriló la acusación por delito fiscal al conocerse que falsificaban facturas para pagar menos a Hacienda o que se sirvieron de una fundación para niños discapacitados, enfermos de cáncer o marginados como vehículo para evadir fondos a paraísos fiscales.

Que el muro del silencio había caído definitivamente, con la misma contundencia que el de Berlín en noviembre de 1989, lo ratifiqué en la Nochebuena de 2011 cuando el eje central del discurso del Rey fue el “todos somos iguales ante la ley…”. Un claro aviso a un navegante conocido por el alias de “Urdanga”. Aquella noche España dejó para siempre atrás los últimos resabios totalitarios de una nación que había pasado 40 años bajo la bota del dictador. La era de los intocables tocaba a su fin.

Los meses posteriores fueron una auténtica montaña rusa en la que sólo una persona dijo “no” a Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón exigiendo que se amputase el miembro gangrenado: Don Felipe. Mejor dicho, dos: el actual Rey y Doña Letizia. Su comportamiento ético fue impecable. Entre otras cosas, porque tanto al uno como a la otra se les podrá reprochar lo que se quiera pero no se les puede poner un pero en el apartado ético. Son gente honrada. A años luz del comportamiento de buena parte de sus ascendientes.

A pesar de todos los pesares, me costaba convencerme de que la máquina de la Justicia no se desviaría del camino, no tomaría atajos o no echaría marcha atrás. La firme determinación de Pedro Horrach con las tropelías de Diego Torres e Iñaki Urdangarin, que no con las de la Infanta Cristina, desbrozaron el camino a la apertura de juicio oral. Y José Castro hizo lo propio con Cristina de Borbón sorteando el escandaloso trato de favor de Hacienda, que le dio por buenas facturas falsas para no incurrir en un delito fiscal que a cualquier españolito lo hubiera enviado a la cárcel. Involuntariamente, el fiscal anticorrupción y el juez más famoso de España habían hecho historia: es la primera vez en 500 años que miembros de la Familia Real –de iure no lo serán, pero de facto sí—se sientan en el banquillo de los acusados y, encima, con altas probabilidades de ser condenados.

En contra de lo que pueda parecer en un análisis de brocha gorda, el procesamiento del matrimonio Aizoon es una buena noticia para la monarquía. Juan Español colige que efectivamente es verdad aquello de que “no hay nadie por encima de la ley” que le contaron en la Constitución hace 36 años y diez meses. José Castro le ha hecho indirectamente un favor a una institución que estaba anquilosada y que se nos antojaba al margen del rigor con el que se nos trata al resto de los mortales. Haber salvado del frío y sucio banquillo de la Audiencia de Palma a Urdangarin y a su mujer hubiera sido tal vez la puntilla a una institución a la que Don Juan Carlos llevó al abismo tras haberla situado durante años en el olimpo de los dioses. Las corinadas, los reales negocios reales, el elefante de marras y las amistades peligrosas, la barra libre en definitiva, habían dejado KO a una monarquía que pervivió durante tres décadas a salvo de cualquier legítima crítica o denuncia. El levantamiento del velo propiciado por el Cuarto Poder llevó a Don Juan Carlos a abdicar generosamente, eso sí, eligiendo el peor momento posible: una semana después de las elecciones europeas en las que Podemos pasó de la nada al todo. En torpeza tampoco le ganó Rubalcaba que dijo “ahí os quedáis” la misma semana haciendo ver a toda la ciudadanía que poco menos que Podemos les había echado.

¿Y ahora qué? Sólo cabe esperar que la Jefatura del Estado no se haga trampas al solitario intentando levantar a Cristina de Borbón del banquillo en el minuto 1 del juicio alegando una doctrina Botín que es tan ilegal como inaplicable en este caso por mucho que la Fiscalía, la Abogacía del Estado y la Agencia Tributaria intenten echarle un cable por mor del pacto secreto que Don Juan Carlos cerró con Mariano Rajoy antes de presentar su renuncia al trono y dar paso a savia nueva. Por mucho que Madrigal y Montoro se empeñen, Hacienda somos todos y, por tanto, los perjudicados por los presuntos delitos fiscales de la Infanta somos los 46 millones de españoles. Conclusión: la acusación popular representada por Manos Limpias puede sentarla en el banquillo. Conclusión de la conclusión: en todo caso sería de aplicación la doctrina Atutxa.

Cruzo los dedos para que Felipe VI no pierda, por acción u omisión, el terreno ganado con un reinado que no puede ser mejor. Ha dado la vuelta a las encuestas consciente de que, al revés que su padre, que parecía Rey por Derecho Divino, se tiene que buscar la vida y ganar el aprecio popular cada mañana. Nadie le va a regalar nada. Intentar el chanchullo el 11 de enero sería tal vez el metafórico tiro de gracia definitivo para la institución en general y para un monarca que al paso que va puede acabar convirtiéndose en el mejor de la historia.

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