Pensando en el día después

Pensando en el día después

Europa y, sobre todo, España están bajo el signo de la incertidumbre política y, en consecuencia, económica. ¿Qué panorama político se divisa por estos lares para el 29 de abril? ¿Qué perfil político habrá en Europa tras las elecciones al parlamento? ¿Y en España tras las municipales y autonómicas?

Los escenarios de riesgos, Brexit al margen, se complican. La gobernanza de España genera dudas. La fragmentación política, junto con la situación de Cataluña, ensombrece el mañana más inmediato. Y la economía se
convierte en rehén de la política. Hoy, tenemos un mapa político bastante o muy fragmentado. Difícilmente el 28 de abril una formación se alzará con una victoria indiscutible en las urnas y, por consiguiente, los pactos y alianzas marcarán no solo las semanas siguientes sino los meses posteriores. España, de nuevo, volverá al impasse, o sea, a vivir otra parálisis política que tal vez podría alargarse más de la cuenta o quién sabe si dentro de unos meses repetir elecciones. Y si no es así, la fragilidad parlamentaria impedirá marcar un rumbo serio para España. Todo dependerá de frágiles acuerdos, de rabietas violentas, de apoyos poco fiables. Vamos e iremos desnortados…

E insistimos: la economía, pues, se convierte en rehén de la política. No hay presupuestos ni en España ni en Cataluña, y los empresarios no solo se intentan desenvolver en ese vacío, sino que, además, han de hacer frente a los caprichosos cambios legales y normativos. La España económica empieza a estar hasta las narices de la España política. ¡Esto no es serio!, me dicen. La incertidumbre política en España no es cosa de hoy: llevamos varios años prisioneros del bamboleo político. Y nuestra economía, ya golpeada por las bofetadas del exterior, domésticamente puede zozobrar… Porque si antaño, durante algunos años, el vocablo crisis parecía haberse suprimido de nuestro léxico, hogaño tal cual sucede con la voz recesión o con el, digamos, eufemismo de la desaceleración. Ni por asomo se menciona… Como si se quisiera evitar lo que se olfatea… España, entre otros, se enfrenta a dos frentes prioritarios en los que forzosamente tiene que rezumar confianza: la elevada deuda soberana, con emisiones brutas este año por 210.000 millones de euros – que en neto serán 35.000 millones – que hay que colocar en los mercados y que debido al signo funesto de nuestras erráticas cuentas públicas, toca refinanciar; y nuestra exposición a inversores internacionales que pueden mostrarse cautelosos, por no decir que temerosos, según sean los resultados políticos por acá. Precisemos que el 45% de nuestra deuda soberana está en manos de tenedores no residentes y más del 16% en manos de entidades de crédito españolas. Si el presente se escribe con interrogantes, ¿de qué color se escribe el segundo tramo de 2019? Atentos, pues, ¡qué nuestra economía depende en demasía de nuestras componendas políticas!

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