Hogar, dulce hogar… Hipotecado

Hogar, dulce hogar… Hipotecado

El sueño de todo hijo de vecino, en este país, es tener casa propia. El
anhelo de la clase media es el de ser propietaria de su vivienda. Y los
mejores deseos para la pareja que decide unirse, es que tengan su propio
nido de amor. Sin embargo, la clase media va bajando y la vivienda va
subiendo. Y cada vez es más complicado que nuestros hijos, cuando
vuelen, puedan morar en un nido propio. Los sueldos no dan para más y el
precio de los pisos sigue escalando. Este es uno de los grandes problemas
de nuestra sociedad. Y la rebelión de las masas abraza postulados
populistas que se hacen eco de las protestas. Porque el derecho social a la
vivienda se esfuma. En esta vida o te metes en política para habitar en un
casoplón o lo de la vivienda propia toca a su fin…

Es cierto que en 2018 las remuneraciones de los asalariados se
incrementaron hasta los 570.000 millones de euros. Un paso adelante
después de varios años de contracción, reducción y caída. Porque de
hecho hay que remontarse a 2007 para encontrar un montante de
remuneraciones a los asalariados en España más o menos comparable a la
de 2018. En 2007, el monto fue de casi 560.000 millones de euros. Desde
entonces y hasta 2013 las remuneraciones globales descendieron a
485.000 millones. A partir de 2014 llegó la lenta recuperación, con
491.000 millones, y en 2017 ascendieron a 547.000 millones.

Los españoles, a la vista del panorama, protagonizamos, entre todos, una
gesta épica rebajando el endeudamiento de las familias que en 2008
alcanzó su punto culminante con 913.000 millones de euros y en los años
sucesivos se fue recortando hasta el récord de 704.000 millones en
diciembre de 2018. El freno a la adquisición de vivienda, el menor
consumo y su consiguiente financiación en forma de créditos al consumo,
los ajustes salariales, la poda del empleo, el tránsito de mucha gente hacia
la jubilación, el turbio devenir económico, la austeridad, en definitiva, se
impuso. Quizás el gran milagro económico de España lo han obrado las
familias que han visto como sus ingresos disminuían, de 30.000 euros por
hogar en promedio en 2008, a 27.000 euros en 2017 y, pese a ello, se han
desendeudado ejemplarmente. Claro está que todo ese ímprobo esfuerzo
ha sido en vano para la suma total de nuestra deuda porque el conjunto
de las Administraciones Públicas le ha dado de lo lindo al endeudamiento.
Inicia su andadura la nueva ley hipotecaria coincidiendo con el arranque
de la segunda quincena de junio de 2019. Reivindicación exigente que ha centrado la atención durante los últimos meses no solo de los plenos
parlamentarios y de las comisiones constituidas a tal efecto, sino en el
marco judicial y en el gubernamental. Demasiados tics populistas en aras
de convencer al respetable que se estaba defendiendo a carta cabal sus
legítimos derechos a una financiación hipotecaria digna y barata, sin
excesos de ninguna clase ni cláusulas abusivas, concentrando todo tipo de
ataques hacia la banca. La culpable de todos nuestros males y de nuestras
lamentables penurias, en versión populista, es la banca, las entidades
financieras y hay que ir a por ellas. A veces, como ahora, puede resultar
peor el remedio que la enfermedad. La banca ha salido muy trasquilada de
la crisis financiera. Y ahora debe actuar con mucho tiento.

A la banca se le exige bajo la remozada arquitectura jurídico-hipotecaria
mucho, tal vez demasiado. La banca tiene que estar plenamente
convencida, más que nunca con el nuevo régimen legal regulador de las
hipotecas, de la solvencia del deudor. Y quién solicite hipoteca tendrá que
responder a un perfil de mínimos. Normalmente, es la gente joven la que
adquiere el piso de su vida o la casa de sus sueños. Con la ayuda de los
padres y de los suegros, se recorre una parte de la larga vía de la
financiación hogareña. Pero queda el resto…, lo que toca pagar a la
animada familia, pareja o single… Ahora bien, el entorno actual viene dado
por unos salarios realmente bajos, más para nuestros jóvenes deseosos de
aposentarse en su nido de amor, el hogar, dulce hogar…

En España el recorrido salarial durante los últimos años no es la alegría de
la huerta, ni mucho menos. En 2018, el salario medio se situó en menos de
27.000 euros y el salario más frecuente está ligeramente por encima de
los 16.000 euros. Eso quiere decir que el mileurismo campa a sus anchas
en el marco salarial español. La cosa, como tantas veces decimos, no da
para más. Si nos remontamos a 2007, el salario medio no llegaba a 22.000
euros. Los sueldos que se pagan en España responden a nuestra potencia
económica y al producto que genera nuestro entramado empresarial.
La banca, por tanto, tiene ante sí un ambiente de salarios bajos que
caracteriza a los demandantes de financiación por adquisición de vivienda
y, al mismo tiempo, se concede un menor porcentaje de financiación
sobre la misma, a diferencia de lo que antaño ocurría. Y la banca está en
su legítimo derecho, incluso diríamos que deber, de solicitar más
requisitos de solvencia para los aspirantes a hipotecados. De la misma
manera, a la banca se le ha obligado a soportar, mediante sucesivas
sentencias judiciales y con la nueva regulación, más y más costes que
forzosamente tiene que repercutir en un encarecimiento de la financiación concedida. Y nuestra banca tiene que ceñirse a una rigurosa
normativa y al control de unos supervisores que velan por la calidad de su
capital. Entretanto, la venta de viviendas depende de las condiciones
financieras. Si hay crédito, se venden pisos y casas. Si deja de fluir el
crédito, se estancan las operaciones inmobiliarias.

En cualquier caso, ¡más esfuerzo para conseguir el sueño de nuestras
vidas! Al final, con tanto ruido político y judicial sobre las hipotecas, para
la gente corriente, como apuntábamos más arriba, ¡será peor el remedio
que la enfermedad!

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