Director general en España: el maharajá y los barracones

Director general en España: el maharajá y los barracones

Se llama Manuel Cortés Romero. No tiene 40 años. Es director general de la Agencia Pública Andaluza de Educación que gestiona 400 millones de euros de presupuesto anual. Antes fue asesor en el ayuntamiento de Mijas por Cs, área de urbanismo. Su pareja nos ha enseñado la magnitud de su despacho al difundirlo por redes, anunciando remodelación del mismo a gusto de ella que se pagará con nuestro dinero. Dice Susana Díaz que es una frivolidad el comportamiento de la dama, que arroja dudas sobre la solidez de quien va a manejar tamaño presupuesto. No le falta razón. También podría reflexionar sobre la ética democrática/socialista que permite la existencia de esos despachos majestuosos de director general en la Junta, territorio donde ha gobernado su partido 36 años mientras millones de personas están en los mayores niveles de pobreza del país. Frívola Inmoralidad.

El derroche de las élites con el dinero de todos se mantuvo al cambiar la dictadura por la democracia, con la diferencia que donde antes gastaba uno hoy gastan 1.000. PSOE y PP han mantenido los comportamientos del régimen anterior sin adaptarse al sistema democrático, sin respeto a la gente, sin austeridad, confundiendo dignidad del cargo con ostentación, coches oficiales, conductor, escolta, grandes despachos, secretaria particular más otras varias secretarias, asesores “enchufados”, privilegios, pompa, boato, prebendas, lujos, tarjetas… Es así en organismos del Estado y de todas las comunidades autónomas, con miles de cargos de igual, mayor y hasta menor rango (subdirectores, jefes de Área…) y de muchos ayuntamientos. Pérez Touriño, candidato del PSOE a la Xunta de Galicia, criticó a Manuel Fraga por aparcar decenas de coches oficiales en una calle ocupando el espacio púbico. Después Touriño fue presidente de la Xunta y en el mismo acto, que se repetía anualmente, llevó el doble de coches oficiales y cerró la calle al tráfico. El presunto socialista se creía con derecho a hacer aquello que él denunciaba del ex ministro franquista. Son lo mismo si se comportan igual.

La clase política española es privilegiada respecto a la de países democráticos de nuestro entorno. Sus edificios y despachos oficiales son los más grandes, caros, pomposos y costosos (algunos también sus domicilios particulares), como si fuésemos el país más rico del mundo. Merkel preguntó extrañada por el Palacio de la Moncloa, residencia oficial del presidente del Gobierno, con todos los gastos de alojamiento, comida, vestido, servicio doméstico, coches… pagados, mientras ella vive en su casa y hace la compra en el supermercado con su coche y su dinero. País pobre que recibe ingentes cantidades de dinero cuyos políticos viven como maharajás comparados con los dirigentes de países ricos que lo subvencionan. Los políticos justifican sus privilegios en la dignidad del cargo o en razones de seguridad. La dignidad reside en que no haya niños sin escolarizar o en barracones prefabricados sin aire acondicionado con altas temperaturas (Andalucía) y no en la extensión del despacho o la potencia del coche oficial. El terrorismo actual no ataca a políticos sino indiscriminadamente a la ciudadanía. Nuestro sistema político está corrompido, malgastando para ellos lo que es de todos, mientras hay millones de personas en la pobreza.

La Casta política española confunde las autonomías, herramientas para mejorar la eficacia de las políticas públicas, con sus cargos, con gestionar ellos sanidad o educación. Aunque así sea menos eficaz y en las más pobres mueran pacientes por falta de medios y recursos. Un enfoque despreciable sobre el que pivota la España de las autonomías que deberá corregirse por interés general de la ciudadanía, la democracia, el Estado y la Nación.

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