Con los golpistas no se coleguea

Con los golpistas no se coleguea

La política tiene un aspecto de dramatismo y teatralización, sin duda, pero también incluye grandes dosis de simbolismo, pues los representantes públicos hacen precisamente eso; representar a los ciudadanos que les han elegido para defender sus intereses. Todo ello hace que la política, pese a todos los pesares –conviene recordarlo especialmente en esta época líquida–, sea una actividad importante, que demanda cierta dosis de seriedad. Resulta, por tanto, a todo punto improcedente que Inés Arrimadas salude en el Congreso efusivamente –con dos simpáticos besos– a los golpistas Turull, Rull y Sànchez. Hablamos de unos individuos que actualmente se encuentran en prisión por haber cometido unos delitos de extrema gravedad, como el de rebelión que puede acarrear hasta 25 años de prisión. Y no es de recibo que una representante de una fuerza política constitucionalista contribuya a la atmósfera de frivolización que hemos vivido en el Congreso. Ha sido un teatrillo nada casual montado para ir deslizando sobre la opinión pública una intencionalidad siniestra –el pacto con los independentistas y el indulto a los golpistas–, y quienes encarnan los valores de la Carta Magna, dada la relevancia de lo que está en juego, han de ser más avispados y menos triviales.

Los dos besos de Arrimadas a los golpistas son tan criticables como el compadreo de Andrea Levy y Alicia Sánchez Camacho en el Parlament nada menos que con el hoy prófugo Puigdemont. Pese a que Arrimadas está fuera de toda duda, ha sido la voz del constitucionalismo en el Parlament, una voz clara, cristalina que ha dicho las verdades incómodas que escuecen a los independentistas, eso no quita para que en un momento de tanta significación mantenga las distancias, pese a que las normas de cortesía inviten a lo contrario.

Arrimadas ha dado el salto a la política nacional. Ha dejado de ser la cabeza visible de las fuerzas constitucionales en el Parlament –también es cierto que el resultado de las generales muestra cierto agotamiento con C’s en Cataluña– pero eso no significa que tenga que cambiar el rictus y las maneras que en tantas sesiones ha demostrado en la Cámara catalana. Cabe esperar que desarrolle en la capital de España una trayectoria con el mismo empuje y acierto. Desde luego, su aterrizaje en las Cortes no ha sido con buen pie.

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