Algo más que unas elecciones

Algo más que unas elecciones

Cuando se publique este artículo, estará a punto de iniciarse el primero de los dos debates entre cuatro candidatos a la presidencia del Gobierno. Será entre cuatro por dos motivos: el debate a cinco lo ha impedido la Junta Electoral Central, y el debate cara a cara entre el actual presidente del Gobierno, candidato del segundo partido en el Congreso, y el presidente del primer partido en la Cámara Baja y candidato del PP a la presidencia del Gobierno, quien lo ha impedido es Sánchez, que se siente más cómodo en un debate con más candidatos, donde los tiempos son más cortos y, por tanto, queda todo diluido.

Sánchez sabe que argumentalmente pierde, pues ni es garantía de mejoría económica – ahí están los datos que demuestran que la economía se desacelera sin pausa y, desde que está Sánchez, también con prisa-; ni es garantía de convivencia en armonía, pues, en la estela de Zapatero -que es su guía-, desentierra constantemente la guerra civil; ni es garantía de unidad nacional, pues si gobierna ahora se debe al pacto bochornoso que hizo con todos los que atacan a España: desde la extrema izquierda de Podemos a Bildu -el que fuera brazo político de ETA con distintas denominaciones-, pasando por los independentistas ERC y PDeCAT, más el siempre interesado PNV.

Cómo sabe que sus argumentos son débiles, no quiere un cara a cara, porque al contar con más tiempo para cada participante, su contrincante podría desmontarle de manera más clara, al no perderse el debate entre las intervenciones de más candidatos. Adicionalmente, que Sánchez fuese a un debate a dos heriría su orgullo, ya que tendría que ir claramente como candidato del segundo partido del arco parlamentario, que recordaría, ya de inicio, su llegada al Gobierno a lomos de los partidos que tienen varios encarcelados preventivos por el intento de golpe de Estado en Cataluña en octubre de 2017.

Por eso, trata de descalificar al centroderecha. Él se queja de una campaña de insultos – tiene la piel muy fina, cuando él llamó indecente a Rajoy en diciembre de 2015- y es él quien, de nuevo, insulta a todo el centroderecha. Del PP y de Casado dice de todo menos bonito. A Ciudadanos también lo desprecia -se olvida de que pactó con él su fallida investidura- y a VOX lo llama extrema derecha para tratar de meter miedo en el electorado, movilizar a sus votantes e intentar que algunos electores no voten por el centroderecha. Todo es una gran mentira. Se podrá estar de acuerdo con unos o con otros, pero en España no hay un movimiento de extrema derecha. Los tres partidos de centroderecha respetan la Constitución, cosa que no puede decirse ni de Podemos en muchos casos -quieren destruir el sistema, como ellos mismos han dicho en reiteradas ocasiones- ni, desde luego, de los independentistas, que sólo emplean la Constitución en su beneficio, pero que la atacan en el resto de puntos. Por tanto, el problema de convivencia, de desarrollo y de prosperidad no está en el centroderecha, sino en la izquierda.

No son unas elecciones generales más, sino que nos jugamos el porvenir de España y de sus generaciones actuales y futuras. Nos jugamos mantener un modelo de convivencia armónico, la unidad de España y la prosperidad económica, que son elementos que ofrece el centroderecha, frente a la división entre españoles de primera y de segunda, la desmembración de España y la crisis y el paro, propios del modelo que propone la izquierda actual. Por eso, no son unas elecciones generales más, sino que, en éstas, los electores tienen que actuar más racionalmente que nunca.

José María Rotellar
Profesor de la UFV, del CES Cardenal Cisneros y del Trinity College

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