En palabras sencillas, la telaraña cósmica está formada por filamentos oscuros. Espacios tubulares a lo largo del espacio, dentro de los cuales – en apariencia – no existe materia alguna. Pero esta idea, que puede resultar un poco abstracta si se revisa de forma aleatoria, trae consigo muchas preguntas, varias hipótesis y pocas certezas. Después de todo, lo que ignora la humanidad respecto a lo que acontece más allá de la estratósfera es proporcional a lo vasto del universo.
Las indagaciones a profundidad sobre cómo está conformado el cosmos han encontrado en los avances tecnológicos de las últimas décadas las herramientas necesarias para seguir adelante. La renovada capacidad de los telescopios ha facilitado la observación fuera de la esfera terrestre. Y los descubrimientos no dejan de llegar.
Muchos de los que miran hacia las estrellas buscan respuestas trascendentales a preguntas como ‘cuál es el papel de la humanidad en el universo’. Otros en cambio, tratan de ser un poco más concretos. Aunque dado lo infinito – por el momento – de todo lo que se aprecia en el espacio, delimitar las áreas de investigación es, en sí misma, una tarea complicada.
Canales de energía
Para entender el concepto de telaraña cósmica, en primer lugar, hay que saber que el universo está conformado primordialmente por materia oscura. Un elemento que constituye el 85% de los ‘ingredientes’ hasta ahora inventariados. Su presencia es incluso cinco veces superior a la que algunos denominan materia ordinaria. Esta última categoría es la ‘materia prima’ a partir de la cual se constituyeron galaxias, estrellas y planetas.
La materia oscura no debe confundirse con energía oscura. (Para los astrónomos, astrofísicos y cosmólogos, la energía oscura es responsable de expandir constantemente los límites del universo). Se trata de un elemento que no contiene ninguna forma de radiación (incluyendo luz), y por lo tanto es completamente transparente.
Es a través de estos filamentos oscuros por donde la energía viajaría de un extremo a otro dentro del universo. También servirían para justificar dentro del gran mapa estelar, el concepto de unidad. Más allá de las atracciones gravitacionales.
Reconocimiento facial del universo
Hasta finales del siglo XX, el estudio del universo se centraba mayoritariamente en las áreas de luz. Es decir, los astrónomos fijaban como puntos para sus observaciones las materias que emiten o reflejan algún tipo de radiación.
Pero una vez que las áreas oscuras captaron la atención, se consiguió establecer un mapa más preciso de la geometría del espacio. Muchos de los investigadores lo denominan como una especie de reconocimiento facial del cosmos. Por ello también el título de telaraña cósmica. Son hilos entretejidos que cruzan por entre galaxias y parecen extenderse infinitamente. O al menos hasta donde la humanidad ha alcanzado a ver.
Este entramado también funcionaría como un complejo mecanismo de abastecimiento de energía. Ya se sabe que la ausencia de luz no implica falta de poder. Al contrario, es precisamente dentro de esta estructura tubular por donde el combustible que se requiere para la formación de nuevas estructuras y de materias ordinarias, alcanza a cualquier punto dentro del espacio exterior.
El caso de una lejana nebulosa azulada
La idea de una telaraña cósmica ha estado presente dentro del ámbito de la astronomía desde hace mucho tiempo. Sin embargo, su diagramación respondía solo a interpretaciones hasta cierto punto especulativas, que partían de los espacios a oscuras que se formaban alrededor de los inmensos ríos de luz visibles desde la Tierra.
Con las primeras imágenes ‘concretas’ que se obtuvieron de estos filamentos, las especulaciones empezaron a volverse en ideas con un debido respaldo. Un hecho que tuvo lugar a inicios de la década de 2010. Gracias al salto cuantitativo que los avances tecnológicos propiciaron en el campo de la observación espacial.
El telescopio Keck I, situado en lo más alto del volcán Manu Kea de Hawai lo hizo posible. Su potente sistema óptico permitió a los astrónomos divisar una gran nebulosa azulada que conecta al cuásar UM 287 con otro grupo de galaxias vecinas.
Telaraña cósmica energizante
En el caso específico de esta nebulosa y sus filamentos, advirtieron un fenómeno de transferencia constante de energía entre varios puntos equidistantes. Un intercambio que sirve para mantener la ‘operación’ de los elementos ya existentes. Pero que también funciona como impulsor en la creación de nuevos objetos.
Este caso ha servido igualmente para ilustrar cómo se genera el nacimiento a nivel del cosmos. Un proceso que se ha mantenido ininterrumpido al menos desde los tiempos del Big Bang.
Mucho por observar y tanto por descubrir
Los nuevos mapas del universo generados a través de los filamentos de oscuridad que conforman la telaraña cósmica aún están en construcción. Estas estructuras han permitido traer un poco de luz en el estudio de lo que ocurre lejos de la Tierra.
¿Conseguirá la humanidad descubrir todo lo que ocurre en nuestro espacio exterior? Muchos Astrónomos y físicos teóricos confían que así será. Aunque no dejan de admitir que la tarea es titánica.