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Si desde Madrid partes a la Sierra Oeste en busca de vinos con Denominación de Origen (D.O.) Vinos de Madrid lo más probable es que de camino a Cadalso de los Vidrios, casi llegando a Ávila y pegando con el maravilloso pantano de San Juan, te pierdas en el camino porque el GPS del coche te mande por el Pinar del Concejo y tardes en aterrizar al menos 20 minutos más. Pero no importa, este pequeño retraso en el camino sólo será el principio de la magnífica jornada que te espera en este pequeño pueblo por el que pasó Isabel la Católica, resguardó a Álvaro de Luna y fue habitado por aristócratas de la talla del Marqués de Villena.

Además de historia, que la hay y mucha, como veremos, también se encuentran los vinos de Madrid donde la estrella es la garnacha, la uva de la Comunidad de Madrid que ha sido recuperada por decenas de empresarios vitivinícolas tras la filoxera de principios del S. XX. Un tropezón que supuso una gran apuesta por la garnacha, ya que, según los enólogos, es una variedad recia que se adapta a todo tipo de terruños y circunstancias atmosféricas.

Cadalso de los Vidrios, tierra aristocrática y bodeguera

A 45 minutos del centro de la región aterrizamos en una de las subzonas vitivinícolas de Madrid, la de San Martín de Valdeiglesias –el resto son El Molar, Navalcarnero y Arganda– donde hay alrededor de 18 bodegas con D.O. Vinos de Madrid. En éstas trabajan la uva –sobre todo garnacha– de manera tradicional, ya que muchas de ellas llevan abiertas más de 70 años, y otras han recuperado las cepas centenarias de garnacha para darle un nuevo halo de vida a los viñedos madrileños.

En esta zona conviven viticultores de los de siempre, de esos que llevan toda su vida trabajando la uva y hablan de vino con maestría, como es el caso de la Bodega del Cristo del Humilladero, la de Miguel Santiago o la Frontelo, junto a otros nombres que abanderan la innovación como Comando G, Cuatro Monos o la Bodega Vinos Ecológicos Luis Saavedra, aunque, de momento, para saber de ésta última tenemos que esperar un poco porque está en el pueblo de Cenicientos.

Pero es que, tanto en Cadalso de los Vidrios como en Cenicientos, y aunque sus vidas giran alrededor de las tierras de excelentes vinos, tal como comenta Marta Blanco, responsable de Turismo del Ayuntamiento de la primera localidad, también hay riqueza natural, animal y cultural que va a fascinar a todos los aficionados a la Historia.

Cadalso de los Vidrios, detalla nuestra guía, se llama así porque en esta localidad se soplaba el vidrio, como en la actualidad se hace en La Granja de San Ildefonso. De hecho, y no es baladí, mucha de la cristalería que salía de sus talleres salía rumbo a Aranjuez, Reales Sitios y diversas cortes europeas.

Pero es que, además, Cadalso de los Vidrios fue pionero en muchas cosas más, ya que al igual que en Toledo, en este pueblo también convivieron las tres culturas: judía, cristiana y musulmana, tal como atestiguan algunas inscripciones hebreas que han sido encontradas a lo largo de la segunda mitad del S. XX en el yacimiento arqueológico La Mezquita (declarado Bien de Interés Cultural en 2020), que antaño estaba fuera del núcleo urbano. “Es una antigua iglesia mudéjar con toda una necrópolis que lo rodea por dentro y por fuera, es el yacimiento arqueológico de la ermita de la Encomienda de San Antonio Abad, para nosotros más conocido como el Camposanto Viejo. Es ya en el pasado siglo cuando se comienza a excavar la tierra y va apareciendo esta maravilla”, comenta Blanco.

Prosigue, además, que todo lo que se observa, tanto dentro como fuera de esta planta de la ermita son todo tumbas, aunque se puede ver la importancia social de cada una de ellas debido a su ubicación –cuanto más cerca del ábside y la cabecera, más noble; cuanto más a los pies, más pueblo llano– y los bajorrelieves e inscripciones en sus piedras. “Se trata de una necrópolis que data de alrededor del S. X – XI y que se construyó fue un gran camposanto a las afueras de la muralla –algo que se hacía por motivos de salubridad– y vemos la planta de una ermita, pero con el paso del tiempo, esto se va abandonando y se pasa a dar culto a la iglesia parroquial”.

Se trata de un espacio ideal para conocer la historia de Cadalso de los Vidrios, así como para que toda la familia aprenda sobre arqueología. Sobre ello, señala Blanco que “los niños pueden aprender mucho jugando con la asociación Arcopeques, aprenden cómo descubrir huesecillos, piezas, como levantar la tierra en las excavaciones, etc”, apunta.

Otro de los grandes atractivos de Cadalso de los Vidrios es el Palacio de Villena –hoy una arquitectura que mantiene partes originales de las habitaciones y estancias, aunque “en su momento tenía una extensión de casi 8.000 metros cuadrados” y un estupendo jardín con un pequeño estanque y un huerto. No se puede visitar, eso sí. “Es una propiedad privada, los descendientes viven allí. En la parte baja del palacio, hay un pequeño museo de esculturas de Juan Cristóbal, esperemos que pronto podamos dar acceso a verlo al gran público”, detalla Blanco.

Como curiosidad, comentar que la Isabel La Católica, que tenía corte itinerante, pasó por Cadalso de los Vidrios, aunque en ese momento aún no había sido proclamada monarca, sino que en este momento viajaba con su hermano, el Rey Enrique IV. “Pasó trece días aquí, disfrutó del pueblo, del palacio y del estanque del mismo, donde cuenta la leyenda que incluso se bañó. Aunque me parece complicado, claro está, por la época. Santa Teresa también pasó por aquí, tenía familia, incluso en el Lazarillo de Tormes se hablaba ya de los vinos de Cadalso”, relata entusiasmada.

Y concluye: “Todo este pueblo tiene un encanto especial, tanto la cultura, la historia, como la gastronomía y sus vinos que son espectaculares y hoy somos muy famosos gracias a ellos y su uva garnacha, aunque también tenemos más variedades. Aquí se hace la gran feria del vino: Cadalvín, una gran explosión de vino, de gente y de bodegas de toda la zona con un gran éxito”.

Y de vino a vino, caminamos de los jardines del Palacio de Villena a la bodega del Cristo del Humilladero, un lugar donde se puede tomar un chato de vino en una alegre terraza, o comprar unas botellas de vino para regalar o llevar a casa con nombres tan originales como Azogue, Nigromante, Velodeflor, el Pajar del Mudo, Matarratones, Joyuelo o Ladrón de Sueños.

También hay bodegas, tal como recuerda Blanco, que son “jóvenes con nombres llamativos como Comando G que conviven con algunas centenarias, como es el caso de la Bodega Frontelo”. Por su parte, Andrés, empleado de la Bodega del Cristo del Humilladero desde hace más de dos décadas, explica que la fundación es de 1954 y la primera cosecha es de 1957. “Antiguamente aquí se han llegado a hacer hasta 7 millones de kilos de uvas. Mientras que hoy hacemos unos 12 000 – 15 000 de blanco, y 30 0000 – 350 000 de vino tinto”, comenta. No hay que perderse tampoco la gran singularidad de su edificio, ya que está construido en granito, techos muy altos y depósitos de hormigón de alrededor de 9 000 litros que a día de hoy sigue en activo.

Vinos ecológicos en Cenicientos

¿Vinos en Cenicientos? Por supuesto. Pero, además, en Cenicientos nos vamos a tomar un vino con unas ricas chacinas ibéricas y a aprender de cultivo ecológico de la uva para hacer unos estupendos vinos de la manera más tradicional. Mirando a la manera de cultivar la uva de siglos atrás, el bodeguero Luis Saavedra comenzó en 1996 a recuperar cepas centenarias de su familia –él es la cuarta generación– y a elaborar vinos ecológicos fundando la nueva Bodega Ecológica Luis Saavedra.

“Los romanos plantaban vides por todo el Imperio, aquí estaban establecidos hace 2.000 años y tenían viñedos por toda Hispania. No tenían ni pesticidas, ni herbicidas, pero, ¿cogían cosechas? Por supuesto. Pero lo que hacían era cultivar con inteligencia y sabiendo qué plantas ayudan a otras plantas”, explica Saavedra.

Añade, siguiendo con la explicación de la singularidad de sus vinos que “en nuestro viñedo todo es de cultivo asociado: higuera, oliva, vid. Tres plantas que entre ellas se protegen. Más luego setos alrededor, en nuestro caso zarzales o frambuesos, y luego el tomillo, las jaras o el romero que ayudan a que haya poblaciones de bichitos que sean la contraplaga. Es decir, no se comen la vid porque hay otras plantas que le gustan”.

En la Bodega Ecológica Luis Saavedra hacen vinos eco de manera especial para diversos clientes, y todas sus marcas de vino –Luis Saavedra, Corucho y Flor del Amanecer, entre otros– se venden a nivel nacional y también internacional; de hecho, uno de sus principales mercados es Australia.

La bodega hace rutas y catas todos los fines de semana para grupos interesados en saber más del cultivo y la elaboración de vinos ecológicos. Al final de la visita, el anfitrión Saavedra, brinda en su bodega un rico aperitivo de embutidos ibéricos donde poder exponer dudas y hacer todas las preguntas vitivinícolas que hayan quedado en el tintero.

También en Cenicientos, podéis visitar la Bodega de San Esteban Protomártir donde poder degustar tanto aceite como vino de la D.O. de Madrid. También se organizan un sinfín de actividades alrededor del vino como rutas enológicas y catas comentadas para aprender sobre la garnacha y los viñedos cultivados “en vaso”.

Por último, apuntad una fecha clave si sois aficionados al ecoturismo porque la conocida Fiesta de la Vendimia en Cenicientos se hace a mediados del mes de octubre. La celebración se hace en la plaza del pueblo y ahí se hace un concurso de pisada de uva y, además, se elige al padrino y madrina de esta festividad tan importante alrededor del vino.