Sorprendentes declaraciones

Ángel Nieto: la historia del campeón que llegó a odiar la velocidad

Ángel Nieto
Ángel Nieto en una imagen de archivo (Gtres)

La crudeza del destino ha hecho que Ángel Nieto falleciese este jueves como consecuencia de un accidente con un quad con el que no le gustaba superar los 30 kilómetros por hora. Había vivido a mil revoluciones por minuto, en lo personal y en lo profesional, y justo cuando su vida era un remanso de paz, cuando había llegado a odiar la velocidad, falleció en un accidente de tráfico.

Durante más de tres décadas se había movido a 300 kilómetros por hora y aunque llegó a sufrir más de 500 caídas, solo una vez pasó por quirófano. Un milagro. En una ocasión había chocado contra una farola a casi 200 kilómetros por hora. “Esto se ha acabado”, dice Ángel que gritó dentro del casco cuando vio venir la caída. Pero no. No se acabó. El final estaba aún lejos e iba a ser muy diferente. Sobre un vehículo de cuatro ruedas y… parado.

Ángel Nieto en una imagen de archivo / Gtres

La paradoja ha sido comentada sin descanso en su círculo de amigos desde que el pasado 26 de julio se produjo el fatal accidente. Conocían bien cómo el piloto había decidido dejar de pisar el acelerador y sus viajes eran de lo más tranquilo. En Madrid conducía un coche de reducido tamaño -un Smart- y para las grandes ocasiones usaba un Bentley de 1952 que cuidaba con mimo. Sin forzarlo. Sin correr. Para Ibiza prefería su scooter y un quad con el que no le gustaba rebasar los 30 kilómetros por hora.

Ya había corrido bastante y su afición por la velocidad ya no era tal. “Correr me da terror ahora. No me gusta nada. Poco después de retirarme, hice un viaje en moto a Jerez bastante deprisa y, al llegar a Sevilla,vi que había hecho el imbécil. Me fui al aeropuerto, alquilé una furgoneta y no volví a viajar en una moto grande nunca más. Conduciendo no paso de 130. Y en moto voy parado. Es más, mis hijos tienen prohibida la moro para andar por carretera”, confesaba Ángel Nieto a XL Semanal en 2005.

Lo que decía en aquella entrevista era verdad. Sus amigos le recuerdan subido a su quad, pero, como él mismo decía, iba casi “parado”. Había echado el freno hacía tiempo y ahora solo quería vivir en paz, con los suyos, y volcarse en la carrera deportiva de su hijo menor, Hugo, que como su progenitor, aspira a convertirse en deportista de élite, aunque en el tenis. A él, el 12 + 1 campeón del mundo en motociclismo le había inculcado las lecciones que él había aprendido en el deporte: esfuerzo, tesón y saber cuándo había que empezar a aflojar. En la vida y con el acelerador.

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