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El disgusto de la abuela de Elena Tablada por el lugar de su boda con Javier Ungría

Reconoce que sus hijas la llevaron "engañada" a Cuba

Salió de allí en 1970 y prometió no volver mientras imperase el régimen comunista

Elena Tablada
Elena Tablada y su abuela / Gtres
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Ya han pasado varios días desde que Elena Tablada y Javier Ungría se dieran el sí quiero en una boda celebrada en Cuba bajo la más estricta intimidad y un férreo hermetismo. Sin embargo, todavía colea y ahora es la abuela de la diseñadora la que se desmarca con unas sorprendentes declaraciones que darán mucho que hablar. A sus 90 años, Elena Moura ha condenado públicamente el lugar de celebración de la boda, con unas declaraciones dadas al portal Informalia.

[Primeras imágenes de Tablada en España tras su romántica boda en Cuba]

«Yo no quería que mi nieta se casara en Cuba, les pedí que lo hicieran en otro lado. Pero ella se empeñó y además eligió San Juan de Letrán, donde su abuelo y yo nos casamos hace 71 años. Imagínate lo que yo sentí cuando entré en aquella iglesia donde a los 19 años me convertí en la esposa del hombre que me hizo tan feliz y que tanto me quería».

Elena Tablada y Javier Ungría

Elena Tablada y Javier Ungría / Gtres

Se refiere a San Juan de Letrán, la iglesia de La Habana, un lugar que la abuela de Tablada recuerda muy bien y con mucho cariño: «Nos queríamos tanto, que Jorge quiso que nos casáramos cuando todavía no había terminado la carrera de Medicina. Mi papá le dijo que esperara a ser licenciado, pero él no quiso y nos casamos. El choque emocional al entrar allí, no lo puedo describir. Y como la iglesia estaba llena de flores y decorada preciosa, no había ninguna diferencia con mi boda. Yo sólo le pedí a Dios que Elena y Javier fueran tan felices como lo hemos sido sus abuelos».

La abuela de Elena Tablada escapó de Cuba en 1970 y se prometió no volver a pisar suelo caribeño mientras estuviese presente el temido régimen comunista, pero ahora se ha visto obligada a volver: «Mis hijas me llevaron engañada a la casa preciosa donde yo vivía con mi marido y que hoy ocupa una empresa suiza. Salió por allí una persona, le explicaron quiénes éramos y me invitó a entrar, pero no quise verla por dentro. Por fuera estaba fea y el jardín descuidado, no tiene nada que ver con el nuestro, que tanto cuidábamos», argumenta.

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