Macron llega a la segunda vuelta con el apoyo de una clase política temerosa de una victoria de Le Pen

Elecciones en Francia
Marine Le Pen y Emmanuel Macron, candidatos a la Presidencia de Francia. Foto: AFP

Emmanuel Macron tiene este domingo la posibilidad de hacer historia en la política francesa, no sólo porque puede convertirse en el presidente más joven, sino porque aspira a hacerlo sin el aval de un gran partido. El líder del movimiento ¡En Marcha! llega a su gran cita con el respaldo de la amplia mayoría de la clase política gala y de numerosos líderes extranjeros espantados por una hipotética victoria de la ultraderechista Marine Le Pen.

Macron cumplió los pronósticos el 23 de abril –primera vuelta de las elecciones presidenciales– y logró el 24,01 por ciento de los votos. Se impuso así a la líder del Frente Nacional, que con un 21,30 por ciento logró un simbólico paso a la segunda vuelta que también vaticinaban todos los sondeos.

Ambos lograron dejar fuera a las dos grandes familias políticas –socialistas y conservadores– y pusieron en evidencia la reconversión de un país que busca, sí o sí, una alternativa a los partidos que se han repartido el poder en estas últimas décadas. Gane quien gane, habrá cambio en el Elíseo.

Macron ha llegado a su gran cita en tiempo récord, después de pasar en apenas cinco años de asesor de programas para François Hollande a firme candidato a sucederle. Entre medias, ejerció de ministro de Economía, cargo que abandonó en agosto de 2016 para lanzarse a una aventura política que en su momento fue calificada de residual.

Menos de un año después, el ex ministro es el único superviviente de una clase política moderada que ha aguantado a duras penas el envite de Le Pen. El Frente Nacional ha logrado construirse una sólida base electoral a golpe de populismo y de venderse como el único cambio posible, frente a un ‘establishment’ en el que también mete a Macron.

Para Le Pen, Macron es el «heredero» político de Hollande, una tesis que ha repetido en estas últimas dos semanas al mismo ritmo en que su rival ha ido sumando apoyos dentro y fuera de las fronteras de Francia. La consigna para la mayoría está clara: cualquier opción es mejor que tener al Frente Nacional en el Elíseo.

La misma noche electoral, el líder de ¡En Marcha! logró un respaldo explícito de François Fillon y Benoît Hamon, candidatos presidenciales de Los Republicanos y el Partido Socialista, respectivamente. El líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Melénchon, ha sido el único gran rival que ha obviado dar una consigna clara más allá de decir que nunca votaría a Le Pen.

También ha pedido el voto para Macron y contra quien defiende las «fronteras del pasado» el actual presidente de Francia, François Hollande, así como el exmandatario estadounidense Barack Obama. La canciller alemana, Angela Merkel, ha deslizado igualmente un apoyo velado al describir al exministro de Economía como un presidente «fuerte» para Francia.

Favorito

Todas las encuestas publicadas después de la primera vuelta han mantenido a Macron como el favorito, con una intención de voto superior al 60 por ciento. A pesar de que en algunos días el porcentaje llegó a caer por debajo de este umbral, el político centrista ha logrado recomponerse tras su participación en el debate televisado del 3 de mayo.

El debate más tenso de toda la campaña estuvo salpicado de ofensas y acusaciones que terminaron ensuciando más a Le Pen que a Macron, que supo salir del fango y consolidar su perfil presidenciable. El exministro anunció al día siguiente que se querellaría por las alusiones a una supuesta cuenta en las Bahamas.

Sin embargo, los analistas han advertido de la incidencia que puede tener la abstención de cara a la segunda vuelta. Si en la primera ronda el nivel de participación rondó el 75 por ciento, en esta ocasión cabe la posibilidad de que más franceses se queden en casa disconformes con los dos candidatos en liza, especialmente votantes de izquierdas.

En contra de Macron también juega su escaso bagaje político –nunca ha ocupado un cargo electo– y su falta de una sólida base de apoyo, en la medida en que ¡En Marcha! no dispone todavía de ningún diputado. El movimiento, llamado a reconvertirse en partido al uso, aspira a repetir victoria en los comicios legislativos de junio, algo factible según los sondeos.

Si ¡En Marcha! no logra la mayoría parlamentaria, Macron podría verse abocado a nombrar a un primer ministro de otro partido, en principio de Los Republicanos. Este tipo de cohabitación tiene precedentes en la V República, aunque desde el entorno del exbanquero han evitado especular con una opción que restaría valor al meteórico ascenso de Macron.

Programa

Macron ha evitado escorarse a izquierda o derecha en aras de un centrismo que, al menos de momento, le ha permitido ganar apoyos a uno y otro lado del espectro político. «Lo que quiero es un programa que traiga a Francia al siglo XXI», llegó a decir durante un mitin al desmarcarse de las familias políticas que han dominado históricamente el país.

El exministro ha prometido inversiones por valor de 50.000 millones de euros, 15.000 millones de los cuales corresponden a formación laboral y otros tantos a energía y medio ambiente. Su objetivo también pasa por ahorrar 60.000 millones de euros mediante distintas reformas de la administración, entre ellas una modernización que permitiría reducir el gasto en 25.000 millones.

La jornada laboral de 35 horas semanales seguiría aunque sujeta a negociación, mientras que los trabajadores con menos ingresos quedarían exentos de ciertos pagos. En el ámbito fiscal, el impuesto de sociedades se reduciría del 33 al 25 por ciento.

La seguridad es parte destacada de la campaña y, en relación a este tema, Macron ha prometido crear 15.000 plazas en prisiones, contratar a 10.000 policías y subir el gasto en Defensa hasta el 2 por ciento del PIB. También ha incluido medidas específicas sobre inmigración, como la resolución de las solicitudes de asilo en un plazo máximo de seis meses; o integración, fomentando por ejemplo la contratación de personas de determinados barrios.

A nivel de funcionamiento político, Macron quiere reducir el número de diputados y senadores, recortar la administración local, prohibir que los cargos electos realicen tareas de consultoría e ilegalizar la contratación de familiares como asistentes, en una clara alusión al escándalo que hundió la campaña de Fillon.

El día después

El 8 de mayo Francia amanecerá con un nuevo presidente, pase lo que pase este domingo. Con Hollande fuera de juego por decisión propia, ya que prefirió no aspirar a la reelección, la expectación es máxima ante una votación en la que, por primera vez, el Frente Nacional parte con opciones de alcanzar el poder y de dar a la ultraderecha su primera jefatura de Estado en Europa.

Macron es, a ojos de la mayoría, la alternativa moderada frente a la visión rupturista de Le Pen. Su visión europeísta le ha hecho ganar adeptos en un continente necesitado de este tipo de mensajes, habida cuenta de los meses complicados que se avecinan con la negociación de la salida de Reino Unido de la UE.

En opinión de Le Pen, Macron es el candidato de la «globalización salvaje» y la voz en Francia de Merkel. El líder de ¡En Marcha!, en cambio, sostiene que él es el único capaz de frenar las «mentiras» de un partido anacrónico que apela al miedo y que puede llevar al país al aislamiento político y económico.

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