Ben Carson: «no debería permitirse que un musulmán estuviera al mando de esta nación»

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La polémica que ha creado Ben Carson podría condicionar la batalla por la candidatura republicana (Foto: Getty)
Rafael Gallego

Ben Carson es uno de los máximos favoritos para convertirse en candidato republicano para la Casa Blanca, acercándose cada vez más en las encuestas al histriónico Donald Trump. Carson ha decidido elevar su propio tono asegurando en una entrevista que “no debería permitirse que un musulmán estuviera al mando de esta nación”. Contra el principio de que cualquier ciudadano estadounidense puede ser presidente, Carson ha asegurado, causando cierta polémica en su país, que “la Casa Blanca debería edificarse sobre la Biblia, no sobre el Corán. La Sharia no es compatible con la Constitución”.

Está por ver cómo afecta esta nueva polémica en las encuestas al candidato Ben Carson, es habitual en la historia electoral estadounidense que momentos puntuales terminen siendo importantes a la hora de decantar la balanza.

Candidatos que metieron la pata

Dan Quayle protagonizó la que probablemente siga siendo a día de hoy la mayor metedura de pata. Como segundo en el ‘ticket’ electoral de George Bush padre, camino de la reelección protagonizó un terrible desliz ante las cámaras en una visita a un colegio cuando corrigió a un niño al que mandó escribir ‘potato’ en una pizarra: Quayle le hizo escribir una ‘e’ al final de la palabra, un error fatal en un país que organiza campeonatos de deletreo con gran éxito.

George Bush había alcanzado la presidencia en 1988 tras remontarle una gran ventaja al candidato demócrata Michael Dukakis. Al estilo estadounidense, una particular respuesta a una particular pregunta en un debate televisado hundió a este último. “Gobernador, si Kitty Dukakis –su mujer- fuese violada y asesinada, ¿apoyaría una pena de muerte irrevocable para el asesino?” fue la pregunta. Dukakis respondió con un tono tranquilo que “no, y creo que usted sabe que me he opuesto a la pena de muerte durante toda la vida”. Aquella noche sufrió una abismal caída en las encuestas, los votantes castigaron lo que fue entendido como una carencia emocional, falta de pasión.

Otro debate condenó en 1976 a Gerald Ford, el primer presidente incapaz de renovar en las urnas su mandato. En un debate con Jimmy Carter, se le ocurrió decir que “no hay ninguna dominación soviética en el este de Europa, y nunca la habrá bajo una administración Ford”. Lo cual, en el año 76, resultó una aseveración sorprendente. El entrevistador le interpeló, “¿hemos entendido bien lo que usted ha dicho?”, y sus aspiraciones presidenciales entraron en barrena.

A Ronald Reagan no le costó unas elecciones pero sí una fama de hombre no muy puesto en geografía cuando, durante una cena de Estado en Brasil en el 82 hizo un brindis… “por el pueblo de Bolivia”. Cuando se dio cuenta del error, trató de arreglarlo diciendo que Bolivia era la próxima parada de su gira, pero esta era Colombia: el país andino ni siquiera figuraba en su hoja de ruta.

Mitt Romney fue el candidato republicano a la Casa Blanca en 2012. Comenzó a enterrar sus opciones cuando se difundieron las imágenes de un discurso pronunciado durante una cena con donantes en las que afirmaba ufano que “hay un 47% de votantes que respaldarán al presidente pase lo que pase. Hay un 47% que piensan que son víctimas y que el gobierno debe cuidar de ellos. Nunca les voy a convencer de asumir sus responsabilidades y ocuparse de sus vidas”. Nunca llegó a Washington.

Sí que había llegado George Bush en 1988 con una fuerte promesa: “No subiré los impuestos”. Insistió con vehemencia en ello: “Mi oponente no descartará subir impuestos, yo no los subiré. El Congreso me presionará y yo diré no. Y volverán a presionar y yo volveré a decir que no. Lean mis labios: no habrá nuevos impuestos”. Tiempo después la economía decayó y Bush subió impuestos. Aquella frase se convirtió en un slogan electoral para su rival en el 92, Bill Clinton.

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