Elecciones Colombia 2018

Iván Duque es elegido presidente de Colombia

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La vicepresidenta electa, Marta Lucía Ramírez, abraza a Iván Duque tras su victoria en las elecciones de Colombia. (OKD)

El candidato centroderechista, Iván Duque (Bogotá, 1976), ha sido elegido presidente de Colombia con un 54,28% de los votos, frente al 41,54% de votos obtenido por el candidato progresista, Gustavo Petro, según datos correspondientes al 93,26% del escrutinio.

En concreto, Duque ha logrado 9.673.022 votos, frente a los 7.402.594 votos de Petro, según datos del Consejo Nacional Electoral de Colombia (CNE). Además se ha contabilizado un 50,81% de abstención y 743.926 votos en blanco.

Las urnas abrieron a las 8.00 horas (15.00 hora peninsular española) y han cerrado a las 16.00 horas (23.00 en la España peninsular). El Ministerio del Interior ha destacado que «no se ha presentado ningún problema de seguridad» durante la jornada de votación, aunque la Unidad de Recepción Inmediata para la Transparencia Electoral ha apuntado que se han registrado 404 denuncias por irregularidades hasta las 15.00 horas.

Colombia celebraba este domingo la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales, en la que se jugaban la victoria el izquierdista Petro —ex guerrillero y ex chavista— y el centroderechista Duque —ex jefe de gabinete de Álvaro Uribe, antiguo presidente del país—. Las encuestas auguraban una ventaja amplia del segundo, que acudía en un ‘ticket’ con la que será la primera mujer en la Vicepresidencia de Colombia, Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador de otro ex presidente, Andrés Pastrana.

La coalición entre los dos predecesores del jefe de Estado saliente, Juan Manuel Santos, nació como consecuencia de su común rechazo a los acuerdos firmados con las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo narcoterrorista que sometió durante más de 50 años al país a la extorsión, los atentados, el tráfico de drogas, el reclutamiento y violación de menores…

Pero esa unión bajo el nombre de Coalición Despierta no se ha limitado a la insatisfacción con los términos del pacto —impunidad, financiación, derechos políticos…—, sino que ha aglutinado a otros sectores alrededor de un programa de transformación económica, ecológica y social de Colombia.

La desaprobación de Santos no cedió ni tras ser galardonado con el Nobel de la Paz el año pasado, a cuenta del acuerdo con las FARC. Después de ocho años en la Casa de Nariño, Santos sale con menos de un 20% de apoyo popular, el país endeudado y las infraestructuras —quizá la política pública menos relacionada con lo social o con la ‘paz’ en la que más ha decepcionado— tal como las recibió.

Además, el Partido de la U, que lo aupó al poder de la mano de Uribe —hasta que éste se revolvió y fundó su Centro Democrático para luchar contra quien consideraba un “traidor” y un “mentiroso”— ha quedado destrozado y su valido para la Presidencia, Humberto Lacalle, del Partido Liberal, no se acercó siquiera a la posibilidad de llegar a la segunda vuelta.

Por contra, el hecho de que Petro fuera quien aglutinaba el ‘santismo’ ha demostrado tras la derrota que no era ése el camino que querían la mayoría de los colombianos, ni los pocos seguidores que le quedaban al presidente. Petro es un ex guerrillero del M-19, un “admirador” de los tiranos venezolanos Nicolás Maduro y Hugo Chávez que durante la campaña trató de separarse de ellos ante sus conciudadanos.

Basó su campaña en un mensaje social —subvenciones, subsidios y paternalismo— además de en “respeto a los acuerdos de paz para Colombia” —aunque fueran rechazados sorpresivamente por los colombianos en plebiscito el 2 de octubre de 2016—, pero Petro no ha logrado el enganche a su mensaje de esperanza de los desheredados de Colombia.

Por su parte, Duque deberá concretar ahora a qué se refería con «retocar» los acuerdos con las FARC «para amoldarlos a lo que piden los colombianos». El CD ha hecho núcleo de su mensaje el rechazo al pacto con los narcoterroristas y ha logrado que la argumentación —difícil detalle frente a la brocha gorda de un aparato del estado que los acusaba de «estar en contra de la paz»— fuera entendida y compartida por una mayoría de compatriotas.

Ahora toca la concreción para el presidente Duque, bajo la incierta amenaza de que ya son más los disidentes que los desmovilizados entre las FARC y de que los primeros podrían tener acceso a los miles de millones de dólares que no han devuelto o a las armas que no han entregado.

Duque ha tratado de desviar el centro del debate electoral de los acuerdos, aunque lo ha hecho sin rehuir la pregunta. En las varias entrevistas que ha publicado OKDIARIO con el hoy presidente electo, siempre respondió y con profusión a lo que se le preguntaba al respecto, aunque se explayaba más y con más gusto desplegando sus ideas económicas, sociales y políticas.

El que fuera valido de Uribe se ha identificado con el futuro, la nueva política, la esperanza y la modernización de “un país lleno de oportunidades y que debe ser polo de los inversionistas del mundo si les damos seguridad jurídica”. Su juventud supondrá una renovación histórica en una política que lleva “tres décadas gobernada por casi las mismas familias”, según un miembro del propio partido fundado por el ex presidente Álvaro Uribe.

Su cercanía con Ciudadanos lo ha llegado a identificar con Albert Rivera, también por formar parte de la misma generación. Sin embargo, había sido el Partido Popular la formación española más cercana al CD, una relación nacida de la intensa amistad entre el ex presidente español José María Aznar y el propio Álvaro Uribe fraguada en los años que compartieron en el poder.

En los primeros 2000, Uribe logró someter a las FARC a través de su política de Seguridad Democrática y el apoyo decidido de EEUU en lo militar y la inteligencia, y de España en las inversiones. Al mismo tiempo, Aznar hacía algo parecido con ETA orientando sus relaciones internacionales al eje atlántico. Ahora, Duque quiere aprovechar esas buenas relaciones con Washington y Madrid para “darle la vuelta a Colombia” y aprovechar el potencial de un país “demasiado anclado en la desesperanza pero rico en iniciativa”.

Venezuela «país hermano» bajo un «tirano»

Peor tendrá más retos, y el primero y más grave de ellos, sostener desde el poder el discurso beligerante con la tiranía de Nicolás Maduro en la vecina Venezuela. Hace poco más de un año, el entonces senador Duque llevó al dictador ante la Corte Penal Internacional (CPI). Impulsó una demanda por delitos de asesinato, desplazamiento forzado, encarcelamiento, tortura, persecución, genocidio y apartheid acompañado de las firmas de otros 80 miembros de la Cámara Alta colombiana.

Durante la campaña ha insistido en que será generoso con los venezolanos e implacable con los dirigentes del país, a los que ha señalado como «delincuentes», cómplices del narcotráfico y «culpables de la represión y del empobrecimiento extremo de su pueblo». También aseguró que como presidente confirmaría esa demanda ante la CPI y trataría de trazar alianzas con otros países latinoamericanos con dos objetivos: «aislar a los altos mandos del chavo-madurismo» y «colaborar en la atención y acogida de los refugiados venezolanos» que huyen del hambre y la persecución de las libertades.

El marco de la Organización de Estados Americanos (OEA), que ya ha activado la Carta Democrática contra Maduro, la citada CPI, las relaciones bilaterales con mandatarios de los países más importantes de la región, Argentina, Chile o Brasil —que afronta presidenciales en otoño—, además del trabajo con la fiscal general legítima de Venezuela, Luisa Ortega Díaz —exiliada en Bogotá, donde fue entrevistada en exclusiva mundial por OKDIARIO y la venezolana Revista Zeta—, y los contactos con la Fiscalía española serán sus aliados en este camino.

Ya lo ha dicho este mismo domingo Álvaro Uribe, su mentor y líder del partido Centro Democrático: «He votado por Duque y Ramírez porque son garantía de crecimiento con inclusión social, son garantía para que Colombia no caiga en el destructivo socialismo, son garantía para disipar los peligros de inestabilidad social y democrática que se ciernen sobre nuestra patria”. Y, sin olvidar al «país hermano» Uribe proclamaba también que había votado “por el deseo del alma de que el sol alumbre un nacimiento democrático en la hermana Venezuela”.

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