Los ‘hábitos’ del terrorista de Manchester que debieron haber hecho actuar a las autoridades

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Salman Abedi fue radicalizándose con el paso de los años, hasta el punto de ser expulsado de la mezquita que frecuentaba por sus posturas radicales, y estaba en el radar de las fuerzas de seguridad del Reino Unido. Un familiar llegó a alertar de los extraños comportamientos de quien finalmente se suicidó matando a 22 personas en el Manchester Arena el pasado lunes.

Hay pocas imágenes del joven -las últimas, unas en las que saca la basura en chilaba y sandalias-, alto y delgado, y cada vez más pistas de que algo pudo fallar en Inteligencia, como la noticia de que Abedi pudo pasar una temporada en Siria o que sus vecinos protestaban por malos olores a productos químicos en su vivienda.

Ahora se sabe además que muy probablemente era parte de una estructura yihadista criminal y ejecutor de un plan que llevaría preparándose cerca de un año. Los investigadores coinciden en que ni la bomba empleada ni el lugar y el momento elegidos son fruto de un individuo aislado y con conocimientos y capacidades limitados de logística.

Últimamente, Abedi rezaba a gritos y arrodillado en mitad de la calle -algo que suele hacerse en silencio, en la intimidad-, llamando la atención en un barrio en el que habitan miles de musulmanes integrados en la sociedad mancuniana en peluquerías o restaurantes y que estos días condenan lo sucedido por alguien que, subrayan, no les representa.

En este caso, al contrario que en precedentes, pocos lo califican de alguien aparentemente normal y afable o que saludaba. Dentro de su casa, en Elsmore Road -ha contado su hermano-, aprendía a fabricar explosivos a través de tutoriales en internet.

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